Revista Cultura y Ocio

Hollywood al servicio de la difusión, esta vez sobre Alzheimer (precoz)

Publicado el 09 marzo 2015 por María Bertoni
Siempre Alice estrenará este jueves en las salas porteñas.

Siempre Alice se estrenará el próximo jueves 12 de marzo en las salas porteñas.

El Oscar acordado el 22 de febrero fue uno de los tantos premios que Julianne Moore cosechó por su trabajo en Siempre Alice, y que seguro contribuyeron a aumentar el alcance de la distribución internacional del largometraje de Wash Westmoreland y Richard Glatzer. Como en ocasiones anteriores, esta vez también cabe sospechar que la convocatoria a una actriz consagrada y la conformación de un elenco multiestelar son condiciones sine qua non para que una película sobre Alzheimer -en este caso precoz- tenga alguna chance de convertirse en éxito comercial.

Las características del olvido patológico complican la construcción de un héroe afín al gusto de quienes producen y consumen cine industrial. De hecho, son limitadas las herramientas disponibles para transformar en personaje entretenido y/o edificante a quien está condenado, no sólo a una derrota inexorable, sino a la pérdida de cuatro grandes atributos que dignifican toda lucha: memoria, lucidez, voluntad, autonomía.

A diferencia del caso de Stephen Hawking, cuya vida inspiró la también premiada La teoría del todo, el de Alice (y el de otros enfermos de Alzheimer cinematográficos) no admite(n) un final esperanzador, mucho menos feliz o siquiera reparador. Tanto es así que Glatzer y Westmoreland evitan mostrar los últimos años de la protagonista.

En otras palabras, los directores le ahorran al público el disgusto de asistir a la victoria apabullante de la enfermedad, cuando termina de imponer la parodia de la no-existencia. Hicieron bien: sin ese corte a tiempo, resultaría imposible sostener la intención reivindicadora del film a partir del Siempre / Still presente en el título.

El estreno en las salas porteñas, previsto para el jueves próximo, evoca el recuerdo de otro largometraje sobre una enferma de Alzheimer -en aquel caso, no precoz- que también causó sensación. Será porque, justo doce días después, concretamente el 24 de este mes, se cumplirán trece años desde que la Academia de Hollywood distinguió a Iris de Richard Eyre con una estatuilla dorada para Jim Broadbent (no ganaron, en cambio, las nominadas Kate Winslet y Judi Dench por sus interpretaciones de la escritora Iris Murdoch cuando era joven y de grande, cuando enfermó).

La mayor diferencia entre ambas películas radica en la perspectiva desde la que se cuenta la historia (real en el caso de Iris, ficcional en el caso de Alice). Mientras el británico Eyre se basó en el testimonio de John Bayley, esposo de la protagonista, su compatriota Westmoreland y el norteamericano Glatzer adaptaron la novela de Lisa Genova haciendo hincapié en las percepciones de la mujer enferma antes que en aquéllas de su entorno familiar.

En este sentido, los directores confeccionaron una guía acertadísima sobre los primeros síntomas y la evolución que experimenta una persona con Alzheimer precoz. A tono con un guión libre de golpes bajos, Moore encarna a su personaje con mesura y conocimiento de causa (tiempo atrás la actriz le contó al sitio de noticias NPR que, antes de filmar, mantuvo entrevistas con pacientes y familiares para comprender a Alice e interpretarla de manera versátil).

Así como evitan mostrar los últimos escalones de degradación psíquica y física, Westmoreland y Glatzer mencionan apenas la sangría que los cuidados de una persona con Alzheimer provocan en la economía familiar. Vale excusar esta casi omisión a partir de la perspectiva elegida para narrar la historia: en efecto, esta otra consecuencia devastadora del olvido patológico preocupa al entorno, no al enfermo.

Podrá gustarnos más o menos el cine al servicio de la difusión. Podremos declararnos cansados de las fórmulas que buscan exprimir un éxito comercial de un esfuerzo de concientización. Más allá de estos reparos, corresponde reconocer que Siempre Alice es una película hecha con sensibilidad y honestidad intelectual, dos atributos que a veces cuesta encontrar en otros ejercicios made in Hollywood de responsabilidad social.


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