Revista Cultura y Ocio

Homero

Por Enrique @asurza

Homero fue un poeta griego del siglo VIII a.C. a cuya incierta existencia se reputa la autoría de la Ilíada y la Odisea, las dos mayores obras épicas de la antigua Grecia, que se convertirían en fuentes imprescindibles del conocimiento de aquel pasado mítico, proporcionando a su autor un prestigio que motivó el hecho de que siete de las ciudades-estado de la península helénica llegaran a disputarse el honor de ser su patria.

Leyenda sobre su nacimiento

De Homero han llegado hasta nosotros siete Vidas, todas ellas legendarias. La más antigua, falsamente atribuida a Herodoto, cuenta que fue hijo de la ninfa Creteida, quien, para ocultar su embarazo, marchó desde Cimas hasta Esmirna, en donde dio a luz a un niño en la desembocadura del río Meles. Le puso por nombre Melesígenes, pero también fue conocido como Homero. Este fabuloso nacimiento fue bien pronto considerado sólo una leyenda; sin embargo, otros datos sobre el poeta, provenientes de la misma fuente, han pasado a constituir la esencia misma de su figura: su carácter de cantor errante y su ceguera.
La falta de datos acerca de su existencia ha promovido toda clase de teorías acerca de su identidad: para los románticos y filólogos del siglo XIX era prácticamente la encarnación de la poesía natural e innata de su pueblo; Samuel Butler, el pensador Victoriano, quiso que sea una mujer.

Leyenda sobre su lugar de origen

Pero no sólo reside el misterio en Homero; la misma imprecisión preside las reflexiones acerca de su lugar de origen. Tanto la tradición antigua, basada en un falso texto de Herodoto, como la crítica moderna se inclinan por Esmirna; un himno pseudohomérico del siglo VII a.C., no obstante, proclama ser obra de un «hombre ciego» proveniente de Quíos. El poeta Simónides se inclina también por Quíos, mientras que Píndaro elige Esmirna y Aristarco, el gramático de Alejandría, propone Atenas, al tiempo que cita otra leyenda según la cual Homero era hijo de un demonio, había sido engendrado en la isla de Ios, una de las colonias en Atenas, y a ello atribuye los innumerables giros aticistas de su lengua.

Epoca de la Iliada y la Odisea

Pintura de Homero con su lazarillo
Pintura de Homero con su lazarillo

El tercer misterio que rodea la figura del vate ciego es el de la época en que fueron producidos ambos poemas, la Iliada y la Odisea. Si realmente existió alguien llamado Homero, éste debió de ser oriundo o al menos habitar las ciudades jonias de las costas de Asia Menor o las islas colindantes con ella, probablemente a fines del siglo VIII a.C. En un texto auténtico, el historiador Herodoto declara que Homero vivió cuatro siglos antes que él, lo cual equivale a situarlo en el siglo IX a.C. Otros elementos de la biografía homérica de Herodoto, como la detallada lista de antecesores de Homero y el pormenor
de sus viajes, son ya completamente desechados. No obstante, entre la declaración del fundador de la historia y la investigación filosófica, ha terminado por fijarse la redacción de
la Iliada* a mediados del siglo VIII, y la Odisea a finales de la misma centuria.
Finalmente, deducen los estudiosos que es posible que haya existido un poeta a quien le fuera otorgado el don de crear el cuerpo central de las dos obras; ambas constituyen la médula de la tradición clásica en literatura, filosofía, religión y pedagogía. Han sido el núcleo de la educación grecolatina, junto con su continuación natural, la Eneida, de Virgilio, y su influencia en la tradición occidental es incalculable.

Introducción de la escritura alfabética

Pero surge luego el cuarto y no menos intrigante misterio: suponiendo que Homero existiera, que su patria fuera Esmirna, que los poemas fueran escritos en el siglo VIII a.C., ¿cómo fueron fijados? Se sabe que la tradición de los cantos homéricos era oral, y el término que utiliza el mismo Homero para poeta es ‘cantor’. Se sabe también que en el siglo IX a.C. la antigua escritura del mundo aqueo había desaparecido de Grecia y que cien años más tarde los fenicios introdujeron la escritura alfabética. De modo que el hipotético cantor oral era contemporáneo de una escritura nueva pero ya corriente en su época. El problema reside en decidir si la utilizó. En el canto VI de la Iliada se encuentra la única alusión explícita a la escritura, cuando Preto entrega a Belerofonte un díptico de tablillas: «El rey se encendió en ira al oírla, y si bien se abstuvo de matar a aquél por el religioso temor que sintió su corazón…, haciendo en un díptico pequeño mortíferas señales, entrególe los perniciosos signos con orden de que los mostrase a su suegro».

La Iliada y la Odisea

Compuestos en una lengua complejísima que se ha convenido en llamar «dialecto homérico», los 27.800 versos de la Iliada y la Odisea revelan significativas diferencias de tono y enfoque. La primera narra un episodio de la guerra entre aqueos y troyanos, y el personaje principal es Aquiles, ideal heroico de la epopeya; la segunda, en cambio, cuenta las peripecias y avatares del aventurero Ulises en su intento de volver a su patria, ítaca. Si el aeda o cantor Homero existió, si a él se debe al menos el cuerpo central de los dos majestuosos poemas, podemos conjeturar que su genio fue incomparable.


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