Honduras golpea con guantes blancos

Luego de que el Congreso de Honduras, según la vigencia de sus estatutos, cesara al expresidente Manuel Zelaya, la mafia de presidentes izquierdistas latinoamericanos ha atacado por todos lados al nuevo gobierno electo de Porfirio Lobo, saliendo en apoyo de Zelaya, quien tomó su destitución como un golpe de Estado.

El fallecido Hugo Chávez fue quien encabezó la cruzada a su favor. Desde aquel hecho histórico, la herida ha quedado mal cerrada y, una vez que el nuevo presidente se ha propuesto dar continuidad a la democracia de su nación –democracia reafirmada en las elecciones cuando no dieron su voto a Xiomara Castro de Zelaya y eligieron al empresario agrícola Porfirio Lobo–, estos gobiernos procastristas han cerrado fila para conspirar y hacerle difícil el ascenso a sus planes de desarrollo social, político y económico.

De esa misma manera, lo han hecho con Paraguay y, algo más sutilmente, con Costa Rica, Perú, Panamá, Colombia y Chile. Aunque algunos de estos gobiernos asumen un discurso progresista, no tienden a ser de actitud extrema como los de la mafia antes mencionada, que sí comparten sus estrategias proselitistas a partir del modelo ideológico establecido por Cuba, siendo el más mordaz ese que consiste en utilizar a médicos, técnicos y personal de diversos oficios enviados a “misiones internacionalistas” para regar entre las clases empobrecidas, como se riegan las semillas sobre un terreno fértil, la arenga populista, proponiéndoles un molde supuestamente conveniente para sus progresos particulares, sin advertirles que se trata de una fórmula fallida, que ha sumido a la pobreza absoluta y al caos a Cuba y Venezuela. Tampoco les dicen que en estos países, cuando no les queda más remedio que enfrentar sus fracasos, acuden a una excusa histórica arcaica, pero que aún resulta eficaz para engañar a los más incautos: culpar al gobierno de los Estados Unidos de todo el desastre.

Esta extrema izquierda ha usado y sigue utilizando la tribuna para atacar a sucesivas administraciones norteamericanas, esgrimiendo un odio visceral basado en discursos populistas falsos, y no la utiliza esa tribuna, como debiera ser, para la libertad de los pueblos, sobre todo para garantizar al pueblo su derecho a disentir de los gobernantes, su derecho a criticarlos y expresar esas críticas públicamente, pero también, sobre todo, para crear oportunidades económicas que alivien la pobreza, que garanticen una lucha efectiva contra el narcotráfico y la delincuencia en general.

Los tiempos, por suerte, gracias al desarrollo en el ámbito de las comunicaciones, no permiten ya que se oculte la verdad, como sucedió en Cuba por décadas. Y a pesar de que esos gobiernos desean mantener levantado y fortalecido el muro, ya les resulta imposible lograrlo, y las noticias trasgreden los silencios mediáticos de los dictadores.

Felicito al presidente panameño, Juan Carlos Varela, por la oportunidad que le ha brindado a la disidencia cubana de expresarse y explicar con dignidad, especialmente al resto de la América Latina que aún cree en la justicia, los abusos y atropellos que a diario practica el régimen en el archipiélago cubano contra aquellos que defienden el derecho a pensar diferente. Gracias desde mi celda que ha visto la luz y el esplendor de la libertad.

Ángel Santiesteban-Prats

11 de abril de 2015 Prisión

Unidad de Guardafronteras

La Habana