Revista Opinión

Hora de que la UE rinda cuentas

Publicado el 25 junio 2016 por Vigilis @vigilis
La peineta que los baby boomers le han plantado en la cara a los millenials en pocas horas se ha traducido en un desplome de las bolsas de todo el mundo, una caída de la cotización de la libra esterlina y un manto de incertidumbre. El ajustado resultado del referendum británico para la salida de la Unión Europea (52% en contra de quedarse en la UE) no sólo refleja una división generacional de dos ideas del mundo que nos hablan de las experiencias vitales y las perspectivas de futuro divididas por la singularidad tecnológica de la interconexión sino también de divisiones geográficas que tienen que ver con el desigual devenir de las regiones (Escocia e Irlanda del Norte votaron a favor de la UE) e incluso divisiones por formación y renta (el área metropolitana de Londres también votó a favor de la UE y recordemos que esa ciudad representa el 30% del PIB británico).

Hora de que la UE rinda cuentas

Los populistas están de enhorabuena.

Quienes se apuntaron al sueño nacionalista de quitar una verruga con un hacha se levantan hoy con dolor de cabeza. La prensa británica informa de gente que viendo el percal gustaría de cambiar su voto. Demasiado tarde. Qué le vamos a hacer si se convoca un referendum y la gente no sabe lo que vota. Hoy, quienes impulsaban la campaña de la salida del RU reconocen haber mentido en las parcas cifras económicas que daban. Pero ese no es su mayor delito, su mayor delito es centrar la campaña en una xenofobia ramplona, provinciana, una xenofobia que aquí en España se sienta en los parlamentos disfrazada de opción legítima.

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Para hacer bien el amor hay que venir al sur.

Desde luego que si hay que buscar culpables al inicio de lo que puede ser una nueva recesión económica la banda partidaria de la permanencia en la UE también tiene gran parte de la responsabilidad. Este es el reto al que se enfrentan las sociedades modernas: lograr hacer atractivo el sistema frente a la audacia y facilidad adolescente que supone querer un cambio del sistema. Cambiar es guay, a todo el mundo le gustan las fábulas del mundo lleno de posibilidades que está por nacer. Pero este es un pensamiento irreal que suele venir acompañado de consecuencias imprevistas.
Hora de que la UE rinda cuentas

Es la promesa de lo que venimos en llamar populismo. No es extraño que neodictaduras hostiles a occidente como Rusia y sus sucursales europeas en Francia o Países Bajos estén muy contentas con el triunfo del no a la permanencia. De la noche a la mañana —bueno, hay un proceso que va para dos años— la Unión Europea ha perdido el 17% de su PIB y el 13% de su población. En una guerra de cinco años no consigues un éxito parecido ni de lejos.
Hora de que la UE rinda cuentas

Este asunto traerá mucha cola. Los eurócratas refractarios que nos hablan de "más Europa" sin explicarnos por qué, que convocan elecciones al Parlamento Europeo cuando ni el 1% de la población sabe cómo se aprueban las leyes europeas, que al ver cómo los irlandeses rechazaban en referendum la Constitución Europea simplemente le cambiaron el nombre por Tratado de Lisboa para forzar su aprobación, han tenido su oportunidad y han fracasado. Es alucinante que los eurócratas ante un no inglés a la UE se empeñen ahora en profundizar en esa misma UE que ha sido rechazada. No han entendido nada y todos los animales de bellota del continente cuya posición antieuropea sólo es una capa de pintura sobre su racismo banal se están frotando las manos.
El presentar las posiciones acerca de la UE como un falso dilema tampoco ayuda nada. Muchos no estamos de acuerdo con el rumbo que toma la UE, ni con la dirección de sus políticas, ni con sus competencias, ni con su arquitectura que empieza la casa por el tejado, ni con la nula rendición de cuentas de sus dirigentes, ni con su propaganda ideológica y sin embargo podemos ver positivamente la libertad de movimiento de personas, capitales y servicios. Pero la desquiciada construcción europea llena de parches y excepciones es algo que simplemente no entendemos, como tampoco entendemos —acaso nunca nos lo explicaron— que haya que ayudar a un astillero polaco cuando nuestro astillero se llena de telas de araña.
Hora de que la UE rinda cuentas

A mí sobre la UE siempre me ha parecido muy estúpido el consenso que existe en España. Es como cuando los niños de 12 años se compran unas zapatillas de marca y quien no las lleva es menos popular. La estúpida eurofilia que nos está matando es el peor legado de esta UE que nos da la espalda. Una UE, recordemos, súperpreocupada tía por los pobrecitos niños sirios que aparecen ahogados en las playas pero que al mismo tiempo no quiere ni oír hablar de una intervención militar por motivos humanitarios. Una UE que dedica partidas a "empoderar" procesos de transición democrática en África Occidental auspiciados por la ONU mientras rechaza a la ONU cuando dice que Gibraltar debe ser descolonizada (para más inri, se trata de una colonia de un país de la UE en territorio de otro país de la UE). Una UE que en los últimos veinte años trata de llevar a la antigua Europa comunista del tercer mundo al primero mientras en Europa occidental tenemos bolsas de pobreza del tamaño de Andalucía.
Por eso, entre que no entiendo a qué se dedica la UE y que tampoco nadie me lo explica, ¿cómo voy a compartir la creencia semi-religiosa en el proyecto europeo? Yo tengo preguntas y quiero que me las respondan.
Dicho lo cual.
Dicho lo cual no ignoro la utilidad que tiene la UE, como apunté antes. Tengo una posición muy contraria a cómo va la UE pero esto no significa que desee cargármela. Yo estoy por romper el falso dilema y el relato edulcorado. Yo estoy por quebrar el consenso que impide la discrepancia. Discrepar es el primer ejercicio político que se debe hacer en una sociedad que se dice abierta. Siempre es buen momento para discrepar (no confundamos con una adolescente posición antisistema) y creo que hay que discrepar cada vez en voz más alta precisamente por el resultado de este referendum en Reino Unido.
Como seguidor de la teoría geoestratégica de Mackinder entiendo por qué el Reino Unido siempre fue en todas las negociaciones de la UE un grano en el culo. Mackinder decía que hay dos clases de potencias: las navales y las terrestres. Las potencias navales no necesitan grandes contingentes de soldados, recaudan menos impuestos y hacen prosperar el comercio. Por su parte, las potencias terrestres precisan de un fuerte aparato fiscal para mantener grandes contingentes armados, sus estados son más grandes y precisan de épicas nacionales para mantener la lealtad. Queramos que no, la UE es una potencia terrestre, toda la construcción europea va encaminada a crear un gran estado continental que dispute el heartland a Rusia, pero Reino Unido es una potencia naval que no compìte por las tierras negras de Ucrania sino que se vuelca en comerciar a través del mar. De ahí que en el gran angular de la historia los intereses de Reino Unido y de la Unión Europea sean opuestos.
Bien pues con el Reino Unido fuera de las negociaciones endogámicas de Bruselas ya no vamos a tener a ese bendito grano en el culo. Preparémonos para una tormenta de banalidad eurófila precisamente en un momento en que nuestras fronteras en el este y el sur se hacen añicos.
Si el sentido original de la UE era contener el sovietismo, cosas como la rendición ante la agresión rusa en Ucrania o la débil respuesta a los devaneos de su flota en el Báltico le acaban de quitar todo ese sentido. La debilidad de la UE es algo que se han ganado nuestros eurócratas a pulso. El problema es que como siempre pagarán justos por pecadores.
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