Tuve una infancia sin juguetes. Mi madre vendía mermelada en la ruta. Ella solo hacia mermelada de Naranja silvestre, Níspero, Moras y granadas, todos productos extraídos de jardines vecinos. De mi padre no sé nada.
Los frascos sobraban en casa, sin embargo no sobraban cosas para meter dentro de ellos. Yo,para llenar esos frascos, cazaba hormigas. ¿Porque hormigas? Por practicidad. Intenté durante mucho tiempo cazar arañas, pero me daba pena y trabajo. Cazar arañas consiste primero en agarrar preferentemente una hormiga o en su defecto un insecto pequeño para arrojarlo a una telaraña esquinera y esperar con un palito en la mano a que la alimaña decidiera salir movida por los espasmos de los bichos enredados. Cuando la araña salia yo la tiraba con el palito al piso, si ésta sobrevivía, es decir si no le arrancaba alguna pata o la achicharraba, había que meterla en el tacho. Esta tarea conllevaba evitar su escapatoria ya que las guachas corren rápido cuando están en contacto con la luz (por razones obvias resulta imposible cazar de noche). También había que cuidarse de, al dar el palazo, evitar que la araña te caiga en el cuerpo con las consecuencias que esto puede traer como lo son el cosquilleo de su caminata hasta la picadura rotunda. En todos los casos el bicho atrapado en la telaraña muere o por el palazo o por quedarse atrapado. Debo consignar que las arañas no sirven para el cautiverio. Todas viven poco adentro del frasco porque se secan, algunas no pueden trepar por las paredes de vidrio y las que si pueden intentan escapar por los agujeros que les hago en la tapa para que respiren, el cual debe ser de la medida justa para evitar un exilio fatal.
Bueno, por eso las hormigas. Las empecé mezclando con las arañas y para su sorpresa, las que ganan en una batalla limpia son las hormigas, ya sean las culonas, las rojas o las enanas (muy difíciles de atrapar por cierto). Las homigas atacaban en equipo o mano a mano, sin dudas son un bicho muy valiente. Les daban a todas, a las arañas grandotas negras que hacen tela espesa, a las patonas de los techos, a las de culo huevito que hacen tela túnel o a esas que hacen tela invisible entre las plantas, es decir las terrarias. Las hormigas que mas me impresionaban eran las culonas, no sé porque nadie las dibuja a ellas, siempre elijen a las enanas negritas y sumisas. La hormiga culona es impetuosa, va de un lado al otro sin parar, soportan caídas desde techos altísimos, aguantan rato largo al caer en la pileta y cuando te muerden no hacen mas que para salir corriendo, no como esas coloradas que te pican y te hacen pelota. Si habré visto yo a las enanas carnívoras devorando el cadáver de una cucaracha aplastada por una chancleta, ni siquiera la valentía de cazarla, son carroñeras. Las culonas nada que ver, juntan hojitas y hasta levantan a sus pares muertas en el patio por el accionar del sol o de algún pucho encendido que para ellas, es como una bomba de gas lacrimogeno mortal.
La cosa es que a las hormigas las cazaba con la mano, las metía en frascos grandes y se la bancaban. Cada tanto les tiraba tierrita y hojas y ellas las usaban contentas. Las tenia en mi cuarto en un lugar de sombra, a veces a la mañana las sacaba a pasear por el patio para que tomen un poquito de sol pero no mucho. Cuando me dormía las escuchaba tratar de trepar inútilmente por el vidrio húmedo. Nunca las haciné, la población de un frasco grande era de veinticuatro a veinticinco hormigas máximo. Otra cosa importante era el olor a hormiga, mezcla de fósforo apagado, gas y caca de paloma, yo andaba todo el día con ese olor en las manos y mi cuarto olía permanente mente así. Mi mamá se quejaba un montón los días que estaba en casa, tanto por el olor, por la mugre y por los frascos inutilizados para siempre.
Un día trate de rescatar un frasco, sin darme cuenta que el frasco había sido “reciclado”, mi madre le puso mermelada de naranja silvestre. El turista que compró el dulce se agarro tal cagadera que volvió a mi pueblo solo para putear a mi madre de arriba a abajo.
Cuando mi madre volvió a casa, me quito el frasco de hormigas como castigo. Yo hice un berrinche, pero en el fondo sabia que era justo y que ella me lo devolvería mas temprano que tarde porque era buena y linda. No fue así. Al otro día las encontré al sol, resecas. Yo tenia catorce años, no sabia lo que era perder a un ser querido, hasta ese momento en que entre y prendí fuego mi casa con mamá adentro.
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