El pobre hornero volvió en sí a los pocos segundos, lo posé en el tronco de un árbol, a la sombra y muy lentamente comenzó a reaccionar, momento en que le tomé algunas fotos. Pasados unos pocos minutos el pájaro se reanimó más y se fue volando a un árbol cercano, siendo la última vez que lo veía ya que a partir de ese momento me marché para no molestarlo más y dejar que se recuperara.



