En alguna que otra escena podemos observar al congresista Francis Underwood frente a un tablero de ajedrez, metáfora perfecta y muy manida de aquellos que dan pasos, firmes y calculados, para alcanzar
metas de relevante importancia. Sin embargo, que sea Kevin Spacey el que aborda el tablero, y que además lo haga con tantísimo cinismo y elegancia, hace que el recurso tan utilizado encaje a la perfección en este particular castillo de naipes.
Así, durante 13 capítulos, vemos cómo este ambicioso congresista va seleccionando las cartas más interesantes de su baraja y, con la ayuda de su no menos ambiciosa mujer, emprende una retorcida estrategia, llena de traiciones y manipulaciones, para ocupar uno de los asientos más importantes de la Casa Blanca.
Se trata de la cara B de la política, de todos los juegos de poder, diplomacia y mentiras que se esconden detrás de las sonrisas de los vencedores y los no tan vencidos. Provoca ese paradójico placer que nace del rechazo. Perdemos la fé en la política y en los medios de comunicación que la cubren, pero disfrutamos con sus intrigas como si de "Juego de Tronos" se tratase. Y poco a poco, con ese ritmo lento del que gusta la serie, nos enganchamos a un thriller político que da miedo por lo real que puede llegar a ser.