How do yo do?

El 47% de los valencianos renunciaría a un año de su vida sin sexo a cambio de tener un inglés perfecto. Así lo demuestra una encuesta del Cambridge University Press que viene a poner de manifiesto lo peleados que estamos los españoles con la lengua de Shakespeare. De este barómetro se desprende, además, que el 64% de los encuestados elegiría ser bilingüe a invisible.

Lógico, ¿quién desearía tener súper poderes, espiar sin ser visto, hacer el mal en general, pudiendo hacer una presentación en inglés? Ahora en serio, la invisibilidad le parece el peor de los poderes con diferencia tan solo superado por la inmortalidad.

 Ella casi lo ha hecho. Literalmente. Lo de cambiar el sexo por hablar inglés, dice. Apuntarse los sábados por la mañana a un intensivo parecía una buena idea. Parecía. El ritmo de vida que se autoimpone y esa manía suya de no saber decir que no a tiempo han acabado por esquilmar su maltrecha libido.

Casi no recuerda la última vez que ella fucked con alegría. Lo pone así, en inglés, para que vean que, al menos en esto, progresa adecuadamente. Por eso, cuando ve escenas como la del metro de Barcelona o, años antes, en los despachos de la UPV le entran ganas de llorar. De nostalgia.

Según le cuentan, hay mucho ciudadano suelto que, en su juventud, fue un tanto incívico y jugó a breaking the law. Y paseó su amor furtivo en algún excusado, parking de discoteca o en la mítica escollera del puerto.

Antes de que las redes sociales fueran los nuevos bares. Antes de que, amparados por la noche, una dama tuviera que justificar durante horas una decisión que tomó en segundos algunos cubatas atrás. Cuando el amor daba miedo y la vida estaba por estrenar. Cuando lo más peligroso del sexo no era una ETS sino falling in love. De una persona adulta y de provecho que nos tradujera las canciones de Roxette.