Revista Opinión

Hoy es ayer

Publicado el 23 julio 2018 por Jcromero

Leer es apropiarse de lo escrito, elucubrar, inventar, fantasear a partir de una propuesta; derribar muros, tender puentes. Abrir un libro es dejar espacio a la sorpresa, a la sonrisa, al desasosiego, al placer, a la imaginación, al conocimiento. También a certificar lo complicado de la escritura y constatar la propia incapacidad para este afán. Leer es rumiar ideas ajenas para asimilarlas o desecharlas y, llegado el caso, sortear la intención del escritor para dejar el texto a merced de la voluntad interpretativa del lector cuando este se deja llevar por su propio instinto.

Hoy es ayer
Un pueblo imaginario, zona del Pallars en el Pirineo ilerdense, año 2002. En la escuela del pueblo, una maestra encuentra una cajita que contiene entre otras cosas una especie de diario escrito por un padre a una hija que desconoce. A partir de este hallazgo Jaume Cabré propone una travesía en el tiempo que abarca desde los primeros años del siglo XXI a la posguerra y viceversa; un recorrido por los Pirineos del turismo y negocio de las pistas de esquí, al territorio de resistencia de los maquis. La novela contrapone la memoria histórica del bando vencedor, construida, alentada y difundida durante la dictadura, con la memoria de los perdedores que siempre se topó con la resistencia de los franquistas y con la intolerancia de sus actuales marcas blancas.

La novela se abre con una cita de Vladimir Jankélévitch que es una sentencia que toma sentido a lo largo del libro y de la experiencia: "Padre, no los perdones, porque saben lo que hacen". Es cierto que acabó la guerra y que pasó la dictadura, pero los círculos de poder y las actitudes de aquellos tiempos se han perpetuado. ¿Es necesario poner ejemplos? Al cerrar el libro se tiene la sensación de que los vencedores siempre fueron conscientes de lo que hacían y han ejercido de vencedores que siempre han relativizado el hostigamiento y desprecio hacia los vencidos.

Las voces del Pamano se puede leer como si fuera la novela de la memoria histórica, la novela de la postguerra y la Transición; como la narración de un enfrentamiento enconado, irreconciliable y constante en el tiempo. La memoria franquista, que siempre contó con la posibilidad de reconstruirse, idealizarse y fomentarse, frente a la memoria republicana que si fue segada en la dictadura, en democracia se ve obligada a sortear innumerables obstáculos. En este sentido, la Transición ha supuesto un fracaso porque quienes aceptaron silenciar el pasado para ofrecer una posibilidad a la reconciliación, han constatado que los herederos siguen reacios a cualquier reconocimiento hacia el bando republicano y de los perseguidos por el franquismo.

En Las voces del Pamano como en la dictadura, el discurso franquista ejerce su poder a través de la Falange, de la Iglesia y una lealtad fanatizada del dictador. Este poder dominante se vincula en la novela con los grandes negocios especulativos en manos de los adictos al régimen. El autor se sirve de una mujer poderosa, acaudalada, egoísta y sin escrúpulos para llevar al lector del pasado al presente y del presente al pasado ofreciendo, en ocasiones, una visión grotesca de la servidumbre de la Iglesia con el poder. No menos indulgente se muestra el autor con el periodo de la Transición por aceptar el tupido velo de la amnesia.

La novela tiene muchos alicientes formales y estructurales, personajes variopintos que representan la cobardía, el honor, la ambición, el compromiso, el miedo, la obediencia, el amor o la crueldad. Un universo ficticio y real como la vida misma y donde, como suele suceder, el pasado es el presente y hoy es ayer.

Stéphane Spira, Glenn Ferris, Johnathan Blake y Steve Wood


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