Revista Opinión

Hoy puede ser un gran día

Publicado el 20 diciembre 2015 por Jcromero

Aunque hoy pueda ser un gran día, votaré sin entusiasmo. Todos hemos podido acceder a las propuestas, a los mensajes, a los análisis más sesudos y a las críticas más sesgadas. Una vez más, hemos asistido a la representación de la política electoral, esa en la que brilla la indecencia y el tacticismo. Hoy puede ser un gran día, sí, pero votaré sin entusiasmo, desde una posición desapasionada.

Hay, quien entusiasmado por las perspectivas, afirma que pocos podrán decir ahora que este es un pueblo sin pulso o que vive de espalda a la tensión política. Hay quien sostiene que del 15M en adelante el país vibra y que el espectáculo de estas elecciones ha sido incomparable. ¿De verdad hay tanta implicación por los asuntos públicos? Igual solo hemos asistido a eso, a un espectáculo en la televisión y en las redes sociales. La cuestión radica cuando al terminar la representación y al apagarse los focos, al bajarse el telón de lo más teatral de la política, hay quienes se quedan perplejos en el patio de butacas sin saber cómo proceder.

Me pregunto si fuera de platós televisivos y otros medios, se exterioriza el deseo de mejorar la gobernación, de castigar en las urnas a los corruptos; si hay necesidad de arrinconar a la indecencia. La lucha de partidos, como siempre ha batallado más en contra de los contrincantes que a favor de los respectivos programas electorales. Como suele suceder, los idearios se airean menos que las consignas, las estrategias pesan más que las propuestas y la polémica logra más titulares que la reflexión. Los medios de comunicación se han atrincherado de manera clara, en algún caso de manera vergonzosa, y las redes sociales han sido un espacio ocupado por incondicionales que, en ocasiones, han desplegado talento e ingenio tanto en la crítica como en la adhesión.

Se ha vendido ilusión, pero cuidado; la ilusión comparte campo semántico con términos como ilusorio o engaño. Atentos, porque concluido el periodo de mítines continuará el de las arengas. El panorama es tan desolador que hay quienes no tienen escrúpulos en seguir votando a una opción que ha hecho de la política pura indecencia y quienes se conforman con votar por un gobierno decente, de mujeres y hombres decentes. Pero la decencia, que debiera ser una cualidad necesaria en quienes se postulan para representar a los electores, no es suficiente para aliviar la necesidad vital de los más débiles ni garantía de mayor justicia social.

Votaré desde el escepticismo y con el deseo de que las personas pasen a ser más importantes que las estadísticas. Votaré pensando en la educación y sanidad pública y deseando que la política se haga con más dignidad y valentía. Luego, recontados los votos, será el tiempo de aceptar los resultados y observar cómo se plasma todo lo dicho y vociferado sobre la solución de los problemas económicos, sobre la garantía de derechos sociales o sobre la dignidad. En democracia hay que elegir y, como la papeleta que depositamos en la urna no está dotada de un chip inteligente que advierta de los excesos y desvíos, habrá que seguir atentos.

Votaré. Sabiendo que no todos vamos en el mismo barco . Votaré con dignidad y en conciencia; sin entusiasmo para que no me vuelva a defraudar lo votado. Hoy puede ser un gran día pero, como dice El Roto, aún no sé con quien equivocarme. Y en todo caso, votaré convencido de que el destino de un país no depende tanto de cómo o a quién se vota sino de la actitud diaria de de sus ciudadanos.

Es domingo, escucho a Marco Mezquida y Manel Fortià:

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