"Hoy todo existe para culminar en una fotografía" escribió Susan Sontag alguna vez.
Es que una de las características fundamentales de la fotografía, es la de preservar en el tiempo una representación de la realidad.
Tan realista es esa representación, que la fotografía se tornó un documento socialmente aceptado como evidencia de que algo sucedió. Y no lo es solamente en el ámbito periodístico, donde la foto que acompaña la noticia certifica de alguna forma la veracidad de los hechos. O al menos esa sensación nos transmite, porque sabemos que la manipulación está a la orden del día, y no estaría mal desconfiar un poco, pero ese es otro tema.
También en el orden familiar usamos la fotografía básicamente como registro, cuando documentamos las vacaciones, cumpleaños, actos escolares, etc.
La fotografía se convirtió en prueba de existencia, a tal punto que, de no quedar registrado en una imagen, pareciera que los hechos desaparecen, se desvanecen, quedando la percepción de que nunca ocurrieron. Este carácter documental de la fotografía llega incluso a veces al extremo de ser más importante que la experiencia misma. Vemos un paisaje imponente y, en vez de quedarnos y dejarnos cautivar por la maravilla que nos brinda la naturaleza, sólo nos detenemos el tiempo suficiente para tomar una foto y seguimos viaje, que ya habrá tiempo para contemplarlo más adelante. Porque el objetivo no es vivenciar la experiencia, sino que culmine en una fotografía.
Pero eso ha cambiado gracias a la inmediatez que nos da tanto la fotografía digital, como la ubicuidad de las redes sociales. Porque un factor importante para darle a la fotografía el valor de documento era el tiempo de espera. La foto recién se podía ver tiempo después del momento del hecho que registra, por lo que siempre daba una oportunidad de revivir la experiencia. Y las expectativas estaban puestas en eso.
Hoy por hoy, contemplamos y compartimos las imágenes al momento de ser tomadas, restándole interés el volver a verlas más tarde. Ya fue satisfecha la ansiedad de ver cómo quedaron. Y carece de sentido juntarnos con amigos a ver las fotos del viaje, que ya las han recibido oportunamente en sus teléfonos.
Pero no por ello la fotografía hoy es menos importante, sino que ha mutado su valor. Como dijo Joan Fontcuberta, "Las imágenes ya no tienen un mandato de memoria, sino de comunicación. Con la fotografía digital -la posfotografía- las fotos ya no sirven para recordar, sino para contar; no son un pasado que se guarda para el futuro, sino puro presente. Son como palabras en una conversación. Nos mandamos imágenes como nos mandamos mensajes."
Hoy las fotos no se toman para ser guardadas, para ser vistas más tarde. Hoy inician una conversación, abren el diálogo. No te cuento cómo me fue, o dónde estoy, o con quién me encontré, o qué estoy comiendo. Te mando una foto, luego hablamos.
"Hoy todo existe para culminar en una fotografía" decía Susan Sontag, cuarenta años atrás.
"Hoy todo empieza con una fotografía", digo yo.