Revista Insólito
No las había cultivado nunca y les tenía ganas. Son el tipo de plantación aparentemente óptimo para mi balcón: mata pequeña y frutos vistosos (y gustosos).
Fiel a mis premisas, lo intenté con las semillas de las fresas que llegaron a mi cocina. Probé arrancando las semillas una a una, también pelando las fresas (las semillas quedaban en la piel), probé incluso sembrando el fruto entero. Probé esas tres opciones en las dos variedades: secando las semillas antes de sembrarlas y sin secarlas. Nunca germinó nada.
En primavera mi hermana me trajo cinco plantas de fresas (¿freseras?) ya montadas en una jardinera. Las puse en un rincón del balcón y las fui regando con regularidad.
Estuve haciendo pruebas, parece que les gustó que las trasladara a un rincón más soleado y que les tapara la tierra con un trapo para mantener la humedad. Pero nunca estuvieron muy contentas, supongo que las pobres tuvieron que sufrir mi inexperiencia con resignación.
Y, a pesar de todo, a finales de junio me regalaron la primera flor. Preciosa.
Han pasado dos meses. He ido buscando información. He descubierto, por ejemplo, que en inglés las fresas se llaman strawberry (berry de paja) por la paja que se les suele poner para mantener la humedad (gracias isshou). Pero, aparte de las anécdotas, reconozco que no he progresado mucho en cuanto al cuidado de esta planta. Las matas han ido muriendo (las hojas se oscurecían, las puntas parecían como quemadas), quedan sólo dos. En este tiempo hemos recolectado seis fresas en total, y dos que están llegando:
Fuente: Mi Huerto