Revista Infancia

Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz

Por Matilda @Matildalibros

¡Un aplauso para los cuentacuentos!
  Los cuentos siempre han formado parte de mi vida, de una manera u otra, han permanecido vinculados a mí por medio de lecturas, estudios, trabajo… Hoy, ya lo sabéis, ocupan toda mi jornada laboral y una parte importante de la personal ya que gracias a ellos he conocido a gente estupenda que ya son mucho más que contactos profesionales.
   Supongo que por eso y por desconocimiento general de esta materia, en mayor o menor medida, todo el que me conoce y sabe de mi labor me anima o me pide que le cuente un cuento. Y diréis, ¿por qué no? Debes de saber un millón de cuentos…
   Partiendo de la base de que no sé tantos y que, por suerte, aún me faltan muchos, muchos por conocer, no soy yo la persona más indicada para contar un cuento. ¿Por qué? Por muchas razones, porque soy tímida, porque hablo bajito, porque, en este aspecto, me falta expresividad y fundamentalmente, PORQUE YO NO SOY NARRADORA NI CUENTACUENTOS.
Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.
   Puedo contar un cuento en familia, o a los peques de la cuadrilla (y os aseguro que no lo hago especialmente bien) o tal vez, asesorado por uno de ellos, hacer algo facilito y poco rebuscado pero nunca, jamás, debería contar un cuento como espectáculo, no señor, sería una falta de respeto a los niños o no tan niños que me escucharan y a los narradores que para hacerlo se han preparado y se preparan todos los días.
   Hoy en día parece que cualquiera puede contar un cuento y convertir eso en su trabajo y yo quiero hacer una enérgica protesta sobre este asunto.
Sí, todos podemos contar un cuento, todos podemos hacer que esos momentos se llenen de cariño y sean ratos preciosos para los niños a los que queremos (os aseguro que ningún cuentacuentos conseguirá superar, en este aspecto, a los momentos que me regalaron mis tías, mis padres o mis abuelos) pero no todos podemos convertir esto en una profesión. Y no solo porque creo que para eso hay que servir, que también, sino porque los buenos cuentacuentos, los grandes narradores, tienen una formación muy valiosa a sus espaldas y una preparación que les ha robado muchas horas de ensayos y estudios.
Si pensamos que para contar bien una historia basta con leerla y soltarla con más o menos gracia estamos muy equivocados. Los narradores y cuentacuentos que yo conozco y a los que estudio son personas muy formadas, que se dejan a piel en cada espectáculo, que dedican mucho tiempo a prepararlo y que saben, no solo de cuentos y de la vida, también un poco (o un mucho) de pedagogía, de psicología, de sociología…
Humildes consejos y cavilaciones de una lectora voraz.
Las personas que convertimos los cuentos y las letras en nuestro trabajo lo hacemos porque amamos ambas cosas, no porque sea un manera fácil de ganar dinero (de hecho, la mayoría de las veces no lo es) y no es justo que se menosprecie el esfuerzo y el respeto con que se tratan y que cualquiera pretenda, porque sabe hablar, ocupar ese espacio sin prepararse, sin buscar historias que valgan la pena o sin aprender a transmitirlas.
No señor, yo, que cada día aprendo un poquito más de mundo de los cuentos, quiero aplaudir desde aquí, la labor de quienes se toman tan en serio algo que lleva tan lejos y hace disfrutar tanto.
Yo no soy cuentacuentos porque para serlo hay que valer y porque hay personas que, además de valer, se preparan muy mucho para hacerlo bien.
Valoremos a los buenos narradores porque son un tesoro y valoremos su trabajo porque os aseguro que la parte que no vemos del mismo es dura, concienzuda y elaborada.


Volver a la Portada de Logo Paperblog