El culto a su personalidad y películas, es creciente con el madurar del tiempo. Un personaje al que el público siempre admiro por su carácter individualista e inflexible, marcados por una mezcla de poder e impotencia, nos llevará a la configuración de un Bogart que aparece en la pantalla de una forma admirable, y donde su genio le mantendrá alejado de las peores situaciones, cuando incluso todo parece estar en su contra. Retratado en sus inicios por Jhon Mason Brown, como un actor donde destacaba “su poder de seducción, su mirada triste, las señales de sufrimiento bajo sus ojos, y la peligrosa desesperación que se hallaba en su rostro…Era autodestructivo y se le notaba, por eso sus amigos se preocupaban mucho por él”.
Tras trabajar durante mas de casi dos décadas en producciones teatrales y posteriormente en diversos largometrajes de diversa valía,- a destacar: Río Arriba, junto con Spencer Tracy y dirigido por Jhon Ford (1932), El bosque petrificado junto a Leslie Howard y Bette Davis (1935) o Ángeles con caras sucias y Los violentos años veinte las dos con James Cagney como protagonista-, sin embargo, no será hasta 1941 cuando adquiera un papel principal y sobrado de “estética Bogart” como seña de identidad. Sirviéndose de su capacidad
Mostrando una total comodidad en sus papeles de tipo rudo e impasible, por estar en total sintonía con su personalidad real, así en palabras de su colega, Hal Wallis: “Aunque la gente piensa que Bogart es un hombre débil y blando fuera de la pantalla, yo no opino lo mismo…Siempre quería parecer tan duro como fuera posibles. Una noche en una fiesta, conoció a un hombre que masticaba cristal en sus actuaciones en el circo, y Bogie-apodo que le puso Spencer Tracy, el cual utilizaron los amigos de Humphrey hasta su fallecimiento- y se puso a masticar los trozos también. Se le llenó la boca antes de darse por vencido”
A lo largo de su carrera, el peso de su experiencia junto a la energía e inteligencia que a veces supo llevarlas a la pantalla, convergerían en una personalidad más grande que el
Quedando demostrado en su influencia, con los constantes homenajes a su lapidaria frase “tócala otra vez, Sam” o hasta los esfuerzos de cualquier actor que haya intentado dar forma y sentimiento al papel de detective barato. Un Bogart, ya convertido en leyenda, que nos dejó su penetrante mirada, una mueca condescendiente y burlona adornada con un cigarrillo eterno, sin el cual dejaría de ser el personaje impasible y férreo que nos representó.