Revista Cultura y Ocio

I'm wide awake

Publicado el 06 marzo 2013 por Evagp1972

I'm wide awake
Yeah, I was in the dark
I was falling hard
With an open heart
I'm wide awake
How did I read the stars so wrong?
I'm wide awake
And now it's clear to me
That everything you see
Ain't always what it seems
I'm wide awake
Yeah, I was dreaming for so long

Últimamente he tomado conciencia de hasta qué punto he pasado los últimos dos años viviendo más hacia afuera que hacia adentro. En cierto modo notaba un vacío, a pesar de todo aquello que me rodeaba, quizás porque daba por supuesto que todo eso iba a continuar ahí, intacto y para siempre mío. Insatisfecha, buscaba siempre algo más: explorar nuevos espacios, hacer frente a nuevos retos. Estaba convencida de que faltaba alguna pieza para completarme, y que esa pieza tenía que estar en algún lugar, ahí fuera. 
Durante los últimos años, Facebook ha sido para mí la puerta a nuevas experiencias, el medio que me ha permitido entrar en contacto con personas y realidades a las que difícilmente podría haber tenido acceso desde mi (aparentemente) pequeño mundo no virtual. Y sí, he conocido a personas interesantes, y algunas de ellas, con las que he tenido el placer de desvirtualizarme, simplemente maravillosas. Eso siempre tendré que agradecérselo, Mr. Zuckerberg.
Pero no debemos olvidar que, más allá de lo útil (peticiones de firmas para buenas causas, por ejemplo) y lo puramente lúdico (esas fotos divertidas que tod@s hemos compartido alguna vez) todo aquello que hacemos y decimos en Facebook es registrado por centenares de ojos, ésos a los que alegremente hemos dicho que sí, que pasen y vean. Colgamos fotos de comidas y excursiones, exponemos estados de ánimo, comentamos estados de otros como si nadie nos viera, y olvidamos que nos observan e incluso nos juzgan personas que no nos conocen, que no nos han visto jamás, que no viven en nuestra casa ni han compartido con nosotros un té, una cerveza, una película, una tarde de playa. 
¿Para qué toda esa sobreexposición, en definitiva? ¿Para que el sr. Zuckerberg sepa si ha de colgarme en el muro un anuncio de cerveza o de zapatos con alzas? Sí, quizás me indigne al leer en algún muro la última astracanada real, pero al segundo siguiente estaré compartiendo la foto de un gatito, y ya no me acordaré de la injusticia de vivir en un país donde no todos son iguales ante la ley, o donde se regala dinero público a espuertas mientras a mí me lo están recortando, y ni me acordaré del vecino que se suicidó porque lo embargaban, y tampoco dedicaré tiempo a leer aquel libro de Haruki Murakami que tengo sobre la mesa y que me compré hace dos meses. 
Querías tus quince minutos de gloria: Ecce Facebook. Llevo el último año entrando cada día en Facebook y escribiendo artículos de crítica literaria para una revista digital, porque he disfrutado haciéndolo y porque ambos medios me daban la oportunidad de tener un espacio y compartir intereses. Y sin embargo, esto tan interesante - you made it so sweet- se había ido convirtiendo, en cierto modo, en una obligación o, dicho de otro modo, una autoimposición que, junto a otras pequeñas y no tan pequeñas autoimposiciones, me han llevado a vivir de cara a un público: compromisos con otr@s y conmigo misma que, en resumidas cuentas, no me permitían leer lo que realmente quería leer, ni escribir lo que realmente quería escribir, ni prestar demasiada atención a aquello que más lo merecía. Todo esto de lo que me había ido llenando no me lo permitía, porque era yo misma quien no me lo estaba permitiendo.

Un día me hice a mí misma la pregunta adecuada: ¿qué te pasó? ¿Qué buscabas, ahí fuera? Y llegó mi primera respuesta elaborada: encontrar una vía de expresión pública de mis intereses, de mi forma de ver el mundo. No, me dije. Eso es lo obvio, lo que tú crees. Otra vez: ¿Qué buscabas ahí fuera? Y la respuesta automática - la buena, la que sale sin elaborar- :  lo que creía que me faltaba. 


Ha llegado el momento de ver claro que no me ha faltado nada, durante todo este tiempo que he estado mirando hacia afuera. Lo he tenido todo siempre, intacto en mis tres casas: la de mi niñez en la ciudad imperial; la de mi amor en un ático con vistas al mar; la de los sábados por la mañana en unas clases con vistas a un jardín romántico. Y esas casas no están fuera de mí. Están las tres donde han estado siempre: aquí dentro. I'm wide awake. 
Durante los últimos dos días he ido borrando a más de 1.200 amistades de mi perfil en Facebook. Les agradezco el tiempo que hemos compartido, si alguna vez pasaron por mi muro o yo por el suyo. Sé que éste es sólo un paso más entre varias decisiones importantes que he ido tomando estas últimas semanas. Entre ellas, cambiar mi manera de estar en este blog. Va a haber menos crítica literaria en formato académico, aunque voy a seguir hablando de los poemas, las novelas, las obras de teatro, las películas, las fotografías o cualquier manifestación artística que me llame la atención, pero hablaré de todo esto desde otra perspectiva más personal, desde las pequeñas cosas que vaya descubriendo. 
Estoy cambiando, lo sé. Y me siento cómoda en este nuevo camino, esta vez hacia adentro. Quien me conoce y me quiere sabe entenderlo, aunque ha dejado de importarme que me comprendan, me aplaudan o me mimen. 
Hubo una vez, hace ya tanto tiempo, una niña morena, menuda y serena, que sin treta ni artificio fue capaz de vencer al Cancerbero. Le debo a esa niña unas cuantas explicaciones, y creo que ya lleva demasiado tiempo esperándome.I'm wide awake





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