Preparas una tarde de asueto. Pagas con tu último billete el kit anti-estrés/anti-desengaño: cerveza, bolsa de patatas fritas, chocolate y cualquier cosa que lleve mucho vinagre. Recoges las vueltas y a la salida del supermercado, casi te tropiezas con un pequeño tenderete atendido por algún imberbe sonriente que colecciona firmas. Las reivindicaciones son variadas: aumento de salario, cadena perpetua para fontaneros sin escrúpulos, partidos “patrióticos” que desean expulsar a personas de pantone oscuro… De todo y para todos los gustos. Sólo hay que poner una firmita aquí, el DNI… y ya está. Perfecto. A lo mejor conseguimos cadena perpetua para fontaneros abusivos.

Cualquier colectivo puede posicionarse y cambiar el rumbo de la historia. La diferencia la marca un sencilla ecuación: una buena idea por miles de personas es igual a… mucho dinero. Sí, en realidad esa es la base, no nos engañemos. La clientela y los votantes son muy valiosos, hay que conservarlos a toda costa: cuantos más mejor. La incógnita de la operación, el dinero, representa tanto los aportes voluntarios de los protestones, como las cantidades que ganan o pierden las marcas. Por tanto, recuerda que puedes invertir reivindicando. Tu opinión, sí que va a alguna parte… y si no sabes por donde empezar, existen organizaciones especializadas como la fantástica Avaaz.org, que desde 2007 acumula casi diecisiete millones y medio de acciones. Tú despejas la incógnita.
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