Revista Opinión
Ya he tratado en este mismo foro y en multitud de ocasiones las simpatías que nos tienen gran parte de la sociedad. Y es que cuando sale la palabra "funcionario" para muchos la primera imagen que aparece en su cabeza es la de un nutrido grupo de trabajadores públicos tomando un café de seis horas, haciendo la compra en el supermercado en horario laboral, en una eternas y placenteras "bajaciones" o colocando más sellos que un portero de discoteca. Funcionario es sinónimo de sanguijuela chupóptera de la riqueza del país.
Ahora y sin que sirva de precedente (ya que la idea primigenia de este blog es la de tocarle las pelotas a todos los que nos odian) quiero que cuando la úlcera empiece a explotar al nombrar la palabra funcionario piensen en Alicia Gámez, esta compañera de Justicia secuestrada probablemente por Al Qaeda en Mauritania y que dedicaba sus vacaciones (o la hora del café y la compra en el súper) a ayudar a quienes más lo necesitan.
Y puestos a imaginar en compañeros idílicos nada mejor que hacer uso de los bomberos, que también son funcionarios. Ante la ira de un ciudadano (léase "administrado") yo he recurrido en ocasiones a una frase tipo "¿pero cuando usted me dice que todos los funcionarios somos unos vagos y chorizos también se está refiriendo a los bomberos o al personal sanitario o sólo a quienes trabajamos en este departamento?". Suele hacerse un silencio breve, pero silencio...lo justo para salir corriendo antes de que el simpático ciudadano lo interprete como una chulería e intente agredirte.
La cosa es que este cariño incondicional por determinado funcionarios (los buenos de la película) lo ha constatado el propio Centro de Investigaciones Científicas (CIS), que en su estudio "Riesgos y Catástrofes. Actitudes y conductas de la sociedad española" demuestra que el grado de confianza de los españoles en los bomberos supera al del resto de los funcionarios, con más de un 95% de aceptación.
En vista de los resultados a partir de ahora utilizaré más a los bomberos y la pobre Alicia Gámez para intentar corregir los efectos ulcerosos.
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