Ideas que se derriten

Me desperté esta mañana con grandes ideas, grandes proyectos, la convicci´n de que este podría ser un gran día, diferente al resto, el inicio de algo… Todo ello se evaporó en cuanto puse un pie en el suelo y empecé a sentir el bochorno amortiguador de esta Barcelona húmeda e insoportable que está regalando el mes de agosto, resistiéndose a abandonar la batalla de la temperatura frente al rebelde otoño, que llegará auspiciado por la OTAN, Naciones Unidas o los mercados.

Animada como estaba, pensé que lo mejor sería darse una ducha rápida, salir a combatir este calor en su terreno, el asfalto, y acercarme hasta el mercadillo que cada jueves acampa al sol en las afueras. Casi lo consigo, pero según me iba acercando, las ideas se me escapaban por cada poro deshechas, licuadas en una sustancia pegajosa que primero me nublaba la vista para pasar a las fosas nasales y correr ya libre por la comisura de los labios hasta caer al suelo. Eran las grandes ideas que había tenido a primera hora.

Pinturas rupestres en el desierto de Libia: poco ha cambiado

Ahora, que certifico que el termostato del aire acondicionado está decididamente estropeado y no atiende a razones, sino que baja y baja sin parar, empiezan a crecer nuevos pensamientos, aún débiles, que necesitan el máximo mimo para no morir congelados. Se me ocurre que no aprendemos de nada, ni de los errores ni de los aciertos, que cada vez es como la primera, que no entiendo que coincidamos en el 95% con los orangutanes cuando ellos sí que aprenden, aunque sea por imitación. Nosotros, rebeldes buscando el origen de nuestro cruel destino, no lo encontramos. Debe vagar por las arenas del desierto libio, perdido entre cactus. O quizá está en estos momentos viendo la televisión o grabando su propio reality show desde un lujoso bunker diseñado por arquitectos holandeses, mientras espera que a los rebeldes, a la OTAN y a los mercados se les derritan las ideas a pleno sol.

Advertisement