Revista Espiritualidad

Identificando a Quienes No nos Convienen

Por Av3ntura

A la psiquiatra Marian Rojas Estapé no le gusta el concepto de "persona tóxica". En su libro Encuentra tu persona vitamina, habla de personas que producen en las demás el efecto de una intoxicación de cortisol que las arranca de su zona de confort, alterándolas profundamente.

El cortisol es una hormona esteroidea producida por las glándulas suprarrenales. Se libera en respuesta a situaciones de estrés o de niveles bajos de azúcar en sangre. Su cometido no es otro que el de restituir los niveles de glucemia, suprimir el sistema inmunológico y favorecer el metabolismo de las grasas, proteínas y carbohidratos.

En condiciones normales, la secreción de cortisol aumenta significativamente tras despertarnos, debido a la necesidad de ingerir nutrientes para prepararnos para afrontar un nuevo día. También aumenta al atardecer, pues el ocaso de la luz natural nos genera cierto estrés.

Cuando estamos cerca de personas cuya actitud nos altera, nos irrita, nos entristece o consigue hacernos sacar lo peor de nosotros, haciéndonos perder los papeles y mostrar nuestra faceta menos amable, acabamos estimulando nuestro sistema nervioso simpático, poniendo en marcha el estado de alerta y empezando a segregar cortisol de forma descontrolada.

Como consecuencia a esa explosión de hormonas, todo nuestro organismo empieza a desestabilizarse, aumentándonos el azúcar en sangre, neutralizando nuestro sistema inmunológico, quemando más grasas, carbohidratos y proteínas de las que debería y disminuyendo la formación ósea. Si en adultos estos efectos pueden resultar muy perjudiciales si se mantienen en el tiempo, en niños le pueden acarrear retrasos en el crecimiento y otras serias complicaciones.

¿Cuántas veces no habremos oído frases como: "Su marido la tiene consumida, se ha quedado en los huesos", "Con lo que llega a comer y no engorda ni un gramo" o "Su mala leche no le deja crecer más". Sin duda, el aumento en la secreción de cortisol podría responder a todo eso.

Como cualquier otra hormona que actúe en nuestro organismo, el cortisol es muy necesario, pero siempre que no supere los límites que se consideran saludables ni por exceso ni por defecto.

Identificando a Quienes No nos Convienen

Somos animales sociales, pero no todas las relaciones que entablamos con nuestros iguales nos resultan convenientes. Algunas nos aportan alegría, ilusión y motivación para llevar a cabo nuevos proyectos. Otras, en cambio, nos hastían y nos desgastan hasta límites que no siempre conseguimos controlar.

A veces ocurre que algunas relaciones derivan en tóxicas cuando al principio no lo eran. Cuando acabamos de conocer a alguien todo nos parece ideal en la otra persona. Nos sentimos a gusto con ella, la admiramos, disfrutamos cuando estamos juntos. Pero a medida que nos vamos conociendo más y empezamos a compartir con ella más facetas de nuestro día a día, nos atrapan las rutinas y los días dejan de parecerse a cajas de agradables sorpresas. Empiezan a surgir los desencuentros, las palabras más altas que las otras, las críticas que hacen daño, los juicios que no esperábamos y las humillaciones de las que no la hubiéramos creído capaz.

Nosotros tampoco nos quedamos cortos y podemos llegar a responder de la misma manera y con el mismo poco tacto. Pero esos roces son inevitables en toda relación humana. Hay quien se harta muy pronto y da un rotundo carpetazo a la relación a la primera de cambio. Otros lo hablan y se comprometen activamente en la búsqueda de soluciones que satisfagan a las dos partes, logrando superar crisis tras crisis y afianzar la relación recuperando el respeto y la empatía perdidos. Pero siempre hay quienes no hacen ni una cosa ni otra y se embarcan en un viaje de no retorno, discurriendo por vías de reproches, desconcierto e insatisfacción mutua. Se instauran en lo que se conoce como una relación tóxica que puede llegar a durar toda la vida, pero en la que los miembros de la pareja no dejan de envenenarse mutuamente.

Estas personas pueden reconocer, cada una por su lado, que estarían mejor solas o con otras parejas, pero son incapaces de dar el paso y separarse por el sólido vínculo de dependencia que se ha llegado a crear entre ellas.

En ocasiones se da la circunstancia de que, cuando una de ellas consigue abandonar a la otra, puede acabar estableciendo una nueva relación con otra persona que le recuerde demasiado a la anterior y no ya sólo en el aspecto físico sino sobre todo en su carácter, para acabar repitiendo los mismos patrones de convivencia y sufriendo las mismas situaciones de insatisfacción.

El problema no siempre está en las personas que elegimos, sino en por qué las elegimos a ellas y no a otras. En qué hay en nosotros para que acabemos atrayendo a las personas que, sabemos, no nos convienen.

A veces confundimos el amor con el acercamiento físico por la necesidad que sentimos de que nos presten atención. Pero esos abrazos y esos momentos de intimidad los acabamos pagando muy caros si la persona escogida no es la que debería haber sido.

Marian Rojas, a través de su libro Encuentra tu persona vitamina, nos da una serie de pautas para identificar a las personas que no nos convienen y para aprender a gestionar nuestras relaciones con ellas cuando, nos guste o no, tengamos que seguir manteniéndolas por tratarse de miembros de nuestra familia o de compañeros de trabajo.

La autora del libro identifica una serie de características comunes en los denominados "tóxicos universales" que pueden ayudarnos a evitar convertirnos en uno de ellos:

  • Son egoístas, porque la vida para ellos comienza y acaba en ellos mismos. Necesitan sentirse continuamente el centro de atención. Les cuesta un mundo ejercer la empatía. No escuchan porque no les interesan las dificultades de los demás. Te agotan.

  • Son negativos, porque siempre se quejan, viendo el vaso medio vacío. Tienen una visión dramática y pesimista del entorno, con un filtro oscuro que no les permite percibir las cosas buenas de la vida. Se enfadan por todo y con todos. Te incomodan, Te generan ansiedad e inseguridad.

  • Son envidiosos, porque no pueden soportar que a los demás les vayan bien las cosas. Les critican y los desprecian, recurriendo incluso al insulto y a la humillación. Si escarbásemos en su capa de envidia sólo encontraríamos inseguridad, obligándonos a defendernos ante ellos ocultándoles nuestros éxitos, para no hacerles sentir mal.

  • Son victimistas, porque siempre tienen a mano excusas para todo. Desde su perspectiva, su vida es un drama, generando en los demás un sentimiento de culpabilidad del que saben aprovecharse, abusando de su tiempo i de su buena fe. Te acaban minando la autoestima.

  • Están amargados y consiguen apagar y robar la luz que emanas. Te llenan de tristeza corazón y mente al envolverte en su halo de pesimismo cuando te tienen cerca. Son personas que se aislan porque su actitud repele el acercamiento de otras personas. Pueden llegar a causarte tal desgaste psicológico que tengas que necesitar tú la ayuda que ellos rechazan de profesionales.

  • Son jueces, porque siempre tienen una palabra para comentar tu vida, tu relación de pareja, la educación de tus hijos, tu físico o tu trabajo. Y lo hacen sin cortarse un pelo y rayando la mala educación, hiriéndote de forma directa. Esta continua corrección en todo lo que haces te genera una inseguridad que no te permite disfrutar de tu vida libremente.

  • Son críticos, porque siempre tienen a alguien en su punto de mira de quien hablar mal. Suelen ser personas que, no estando a gusto con sus vidas, se dedican a indagar en las de los demás y tratan de hacer partícipes a otros, establecindo relaciones basadas en la rabia, la envidia y las chafarderías que no llevan a nada constructivo.

  • Son manipuladores, porque lo que dicen y lo que hacen acaba ejerciendo influencia sobre los demás. Acostumbran a tener una muy buena memoria para poder atacarte con lo que no te esperas cuando tratas de negarte a hacer lo que ellos quieren que hagas. Hacen que te sientas traicionado, pequeño y vulnerable.

  • Son dependientes, porque sienten que necesitan a otra u otras personas con tanta intensidad que al final acaban esclavizándola y negándole su propio espacio. No dudan en recurrir al chantaje emocional. Pueden llegar a controlar todo lo que haces y no soportan que tengas tu propia vida. Te atrapan.

  • Son dramáticos, porque no pueden entender la vida si no están en conflicto con alguien. Convivir con ellos es como pisar un campo de minas. Viven en alerta constante y eso les lleva a ofenderse y enfadarse continuamente. Tienen muy poca tolerancia a la frustración y hacen de su vida una incansable búsqueda de problemas, que pueden ser reales o inventados. Y los culpables siempre son los demás. Son especialistas en desestabilizar a su entorno. Generan conflicto porque ellos mismos viven en un conflicto constante. Es su guerra, no la tuya.

¿Cómo actuar ante una persona a la que podemos considerar tóxica?

Marian Rojas nos da estas recomendaciones:

  • Siendo discretos. A veces valemos más por lo que callamos que por lo que decimos. A personas de las que no nos fiamos es mejor explicarles lo mínimo imprescindible para que no puedan chantajearnos tiempo después con lo que les hayamos confiado.

  • Poniendo cierta distancia. Si estas personas nos alteran, es mejor que las evitemos tanto como nos sea posible, embarcándonos en un trabajo interior con el objetivo de fortalecernos mentalmente para sobrellevar mejor futuros encuentros con esa persona.

  • Ignorando sus opiniones para que no siga desgastándonos con ellas haciendo uso del llamado "impermeable psicológico" para que los comentarios y las miradas malintecionados te resbalen.

  • No dándoles tanto poder a los demás sobre tu propia salud. Si eres consciente del daño que puede llegar a provocar en tu organismo una excesiva secreción de cortisol, será más fácil que aprendas a no permitir que lo que digan o hagan los demás te altere de esa manera.

  • Aprendiendo a adaptarte. Hay personas tóxicas con las que, bien porque forman parte de nuestra familia o de otros ámbitos en los que participamos, no podemos evitar el trato, pero podemos elegir sentirnos de otra manera cuando estamos con ellas. No ofende quien quiere, sino quien puede. Y el puede, es porque nosotros se lo permitimos. Cerremos el grifo y dejemos de darle poder a quien en realidad no lo tiene.

  • Comprendiendo el comportamiento de esas personas. Con la comprensión llega cierto alivio. Si hacemos el ejercicio de ponernos por un momento en sus zapatos o de tratar de ponernos sus mismas gafas, tendremos la oportunidad de entender el funcionamiento de esa persona. Entenderla no es justificarla, pero nos permitirá darle la vuelta a nuestra situación con ella, respondiéndole de la manera que no se espera, descolocándola y obligándola a salir de la zona de confort en la que se ha instalado. Si quieres cambiar tu relación con alguien, empieza por cambiar tú.

  • Recurriendo al corazón. Es difícil dar muestras de cariño a quien te hiere, pero a veces es la manera más inteligente de romper la capa de hielo que se ha interpuesto entre ambas partes. Si la otra persona reacciona en la dirección que esperas habrás avanzado en tu propio crecimiento personal. En cambio, si sientes que ella percibe tu gesto como una muestra de debilidad y sigue abusando de tu buena fe, aléjate de ella y protégete, porque no te conviene seguir junto a una persona así.

  • Perdonando. No es un reto fácil, porque implica madurez, tiempo y humildad. Se trata de un camino de liberación interior lento y progresivo. Pero cuando una persona no perdona se queda enquistada en el pasado, convirtiéndose en alquien resentido y sin capacidad de amar.

Encuentra tu persona vitamina es un libro valiente que habla de personas que sienten y padecen, que cometen errores y tratan de ponerles remedio. Algunas con más acierto que otras. Unas enfocadas en las sombras del pasado y otras orientadas al futuro. Pero muchas de ellas bien ancladas en el presente, sorteando las mareas, bailando con diferentes lobos, cayendo al vacío pero confiando en que el paracaídas se abrirá justo antes de tocar el suelo.

Todos podemos llegar a ser la persona vitamina de alguien o incluso de muchas personas. Sólo es cuestión de proponérselo, de escucharnos un poco más a nosotros mismos en la intimidad, de atrevernos a corregirnos cuando nos descubrirmos ensayando papeles de víctima, o de manipuladores o de jueces. Muchos de los problemas que tenemos con otras personas surgen de malos entendidos porque nuestro principal defecto es que no sólo no nos escuchamos a nosotros mismos, sino que tampoco escuchamos a los demás. Cuando no escuchamos activamente, no podemos estar seguros de lo que nos han contado ni tampoco de lo que hemos interpretado nosotros mismos de eso que se supone nos han contado otros.

Las palabras, que deberían servirnos para acercarnos más los unos a los otros, a veces son las que acaban provocando la falta de entendimiento. Así de contradictorios somos los humanos.


Estrella Pisa

Psicóloga col. 13749


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