El 13 de marzo de 2005 se colocó la primera piedra de la parroquia dedicada a San Josemaría Escrivá proyecto del arquitecto Javier Sordo. La iglesia está ubicada en la Avda. Vasco de Quiroga, una de las principales arterias de Santa Fe, al oeste de Ciudad de México, en uno de los contextos de recientes proyectos planeados para la recuperación de espacio urbano.
Al desarrollar este proyecto se recupera un espacio urbano conformado literalmente por basura, creando un complejo con identidad propia representando valores socioculturales que lo han convertido en un hito urbano.
Abordar el tema del diseño de una iglesia no es únicamente pensar en un esquema estético funcional, sino que además en este caso la arquitectura deberá estar impregnada de una carga mística, así como también tendrá el compromiso de transmitir su mensaje vital provisto de un profundo significado litúrgico.
El arquitecto comenzó a desarrollar el concepto de arquitectura con trazos geométricos y repetición de los siete rectángulos áureos combinados con dos curvas, en evocación del símbolo cristiano de los peces. Estas curvas fueron elevadas sobre líneas rectas hacia una diagonal del rectángulo, formando la cruz de luz, mirando al norte.
Sobre la base de la forma y la disposición concéntrica de los espacios, el programa se divide en dos plantas. En el nivel superior se ubica el Templo, cuya entrada se determina basándose en el atrio y el marco formado por las paredes, en la base de la cruz del nártex, y desde allí se descubre el gran espacio de la nave.
La zona del altar es la más iluminada y la más digna del templo. Al fondo del presbiterio en el centro está el sagrario, de hechura similar al frontal del altar. El crucifijo principal está posicionado de una manera que Jesús parece ser la piedra angular de la estabilización de la construcción completa. Finalmente, la construcción de los elementos que apuntan al cielo significan una elevación espiritual.
El segundo edificio es la residencia para los sacerdotes, y el tercero y último es una residencia para el personal. El resto del complejo se traza como un duplicado de la curva que da el origen al edificio principal. Los edificios del conjunto son concéntricos a la nave principal de la iglesia.
El templo consta de muy pocas líneas: está formado por dos muros muy altos y curvos que nunca se tocan. El movimiento comienza en las puertas, donde son paralelos, luego se ensanchan para dar forma a la nave y al final, sin tocarse tampoco, evocan una idea de infinito que nos arrastra hacia él. Simultáneamente, la trayectoria de estos dos muros dibuja la planta en forma de pez, símbolo muy utilizado por los primeros cristianos para representar a Cristo.
La luz penetra desde lo más alto de la nave, a lo largo de todo el templo y a través de la línea más larga de la alta cruz que se encuentra en crucero con otra línea perpendicular de luz, arriba del altar. De este modo todo el templo es iluminado naturalmente y principalmente el presbiterio, donde el cruce de líneas luminosas es especialmente claro a medio día y según la época del año.
El edificio principal de la iglesia se levanta sobre sólidos cimientos de granito, material que también se utiliza en la construcción del templo, con pilares y columnas de hormigón. Las paredes exteriores están recubiertas con placas de zinc. Interiormente la iglesia está revestida con paneles de madera de arce.
Los laterales del altar fueron cubiertos con un material que permitiese la proyección del sonido hacia el público. Se colocaron altavoces en las diferentes fuentes de sonido, tanto para los ojos como para el oído, permitiendo conectarse visualmente con la fuente sonora. Los nichos de las criptas del nivel inferior están realizados en alabastro.