Son los mismos cuentos relatados una y otra vez, como fractales que se repiten hacia el infinito.
La revolución industrial cambió el modo de hacer la guerra y con ello vino la fascinación por las máquinas, como si fueran la solución para todo: la tecnología. La utilización del ferrocarril para campañas bélicas cambió a Europa y después al mundo entero.
La aviación y los misiles lograron otra vuelta de tuerca a la forma de guerrear, la automatización de procesos industriales impulsada por la computación de grandes cantidades de datos nos está llevando al punto presente. Las guerras nos están forzando a fabricar más y más máquinas “listas” que a su vez generan la necesidad de nuevas campañas bélicas. Es la pescadilla que se come la cola. Se puede hacer misiones aéreas con aviones de los años 60 pero como los más modernos tienen tal cantidad de tecnología incorporada esto obliga a que sean dados de baja para sustituirlos por aparatos con gran cantidad de equipamiento electrónico “listo”.
El progreso humano, el verdadero progreso, siempre se ha conseguido evitando la guerra y sin necesidad alguna de máquinas pues no son otra cosa que herramientas. El progreso siempre proviene del conocimiento de uno mismo y la aceptación de las humanas limitaciones; lo demás es el estudio de la naturaleza y el amor a la vida misma.
Si ustedes discurren sobre una civilización superior (la actual no está ni a mitad de camino de serlo) verán que apenas utilizará máquinas; tal vez algo para el transporte y muy poco más. No tendrá necesidad alguna de guerra (que es una cosa de niños y adolescentes maleducados) pues cada uno, cada persona, tendrá en sí y para compartir con otros mucho más de lo que nos cabe en este punto imaginar. En el punto en que sigue habiendo o preparándose guerras en este mundo. Y lo que debemos encontrar es abundancia sin límites pues ilimitado es el ser que nos anima.
El colmo de la sofisticación es ser casi Luditas, no del todo pero casi, pues cuando contemplas que la mayor parte de las máquinas que utilizas son irrelevantes en términos intemporales, simplemente las vas apartando de tu vida. La guerra nace de la codicia, una ignorancia básica; lo observamos incluso en los insectos sociales por la sensación de escasez o la incontinencia en los apetitos. Para lograr una civilización global la guerra debe ser prohibida cuanto antes y los ejércitos reconvertidos en unidades militares de emergencias pues los eventos catastróficos de todo tipo no dejarán de producirse en las próximas décadas.
Terremotos, erupciones volcánicas, huracanes de proporciones desconocidas es lo que no dejará de suceder; tan solo la organización de tipo militar, tal y como hoy día la concebimos, puede enfrentarse a esos desastres mayúsculos. ¿No les parece a ustedes?Observe con atención las máquinas que tiene en su entorno, y suponga por unos instantes que desaparecieran o dejarán de funcionar. ¿Qué ocurre?
Daniel Paniagua Díez