Revista Deportes

Ignorancia

Por Malagatoro

afición

De la sensacional y contundente crónica de Rafael Cabrera, titulada “Ignorancia”, entresaco algunos párrafos:

“…La falta de criterio, sin duda, es lo que más regocija a los profesionales del sector, aunque alguno pueda salir perjudicado a veces (sea Manzanares o Morante, en este caso). ¡Qué digo regocijo!, júbilo, satisfacción, alborozo o verdadero deleite. Cuando tienes a un público sin conocimiento el empresario se frota las manos de contento y los “artistas” se disponen alegres a adjudicarse, cuando menos, la pedrea en la rifa de trofeos y orejas. Tantas para ti, tantas otras para aquél… y la masa a casa con la satisfacción de haber conseguido un resultado numérico que justifique su ignorancia ante la del resto del mundo.

…Esta ignorancia ha sido bien orquestada desde los medios tradicionales, donde en vez de enseñar al público la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo meritorio y lo vulgar, es más cómodo y sencillo seguir la opinión general… Siempre será más respaldada -numéricamente al menos- que el posicionarse junto a minorías más doctas, informadas o aficionadas, en definitiva. Por desgracia, como en cualquier aspecto de la vida, las élites lo son porque han profundizado en el conocimiento y en el juicio. No siempre harán o dirán lo que su conocimiento les marque, porque también es humano dejarse llevar por la masa, pero al menos sabrán explicar lo que han visto… La prensa, o la televisión, en vez de ir formando a la par que informando al público menos entendido, durante décadas se han dedicado a zaherir a los aficionados, a rebajarlos, a insultarlos, colocándose al lado de la ignorancia, de la masa, de la mayoría… Y han enseñado al público ocasional –más o menos ocasional- a contestar las tantas veces acertadas críticas de aquellas voces que reclaman la ética o la verdad del espectáculo.

…Ayer, en mi localidad, tuve que pedir en voz alta un control de alcoholemia para los que entran al coso, tal era el guirigay que se formaba cada vez que un aficionado de los de todas las tardes, de los de criterio aunque no siempre oportunidad, intentaba expresar su opinión en voz alta. Esa es otra característica de nuestra sociedad: la uniformidad globalizadora, el insulto y amordazamiento de las voces disidentes. No se puede tolerar a quien disiente, a quien expresa otra que no sea la voz general, aunque carezca ésta de fundamento; la masa devora al individuo, aunque éste sólo intente expresarse en libertad y pensar por sí mismo, o hacer ver a los demás el fundamento de sus opiniones. Los gritos desaforados, las risas estúpidas, la algarabía mentecata, no sólo se superponía a la voz del aficionado, sino que se desentendía de lo que sucedía en el ruedo, interrumpía la atención a la faena, molestaba al resto de los espectadores del coso. Así que, no sólo hicieron callar –lo consiguieron en parte- a aquel aficionado, sino que denigraron el espectáculo mismo; les importaba un pimiento (no llegaba a dos) lo que pasaba en el albero; sólo importaba a esa masa, impregnada de estulticia, la broma de los olés a destiempo y las risas e insultos al crítico espectador. Fantástico; bravo ejemplo de civismo y de conocimiento. Eso sí, a la hora de aplaudir a destiempo y pedir orejas… eran uno sólo. ¡Cómo iban a desdecir al resto de la masa!

…La corrida, los toros, no obstante, fue una auténtica vergüenza. Lo de Núñez del Cuvillo está llegando a términos de una desfachatez insufrible. Primero el caso de que no sea capaz de lidiar una corrida completa en Madrid (¿para qué se anuncia entonces?), y segundo el que lo que sale por chiqueros sea más propio de una lata de sardinas que de una plaza de toros. El primero anovillado, el segundo una indigna chota de plaza de talanqueras, el quinto otro bicho anovillado y sin trapío y el sexto carente de culata. Fantástico. ¡Qué lote de cuatro para que no haya devolución de entradas! Y añadan, mansos, sin clase y descastados en general, pero eso sí, sin ofrecer complicaciones o dificultades para los coletudos. Si tenían que irse a chiqueros, se iban, pero sin molestar… De la toreabilidad al descaste sin solución de continuidad…”


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