Lo leía ayer en casa de mis padres: una pareja jienense había sido detenida por, supuestamente, haber retenido ilegalmente a su hija adolescente en casa: la habían castigado sin salir por algún tema de mal comportamiento, la chica se había escapado y había acudido al cuartelillo para denunciar que se encontraba secuestrada por su padre, separado, con la complicidad de su madre. No sabemos el contexto real, la situación familiar -que supongo conflictiva y cercana a una batalla verbal y hasta física entre progenitores y adolescente-, el motivo que llevó al padre a castigar a su hija y un par de variables más.
Visto lo visto, mi vecina de enfrente, debe de ser una potencial delincuente, ya que ha osado más de una vez con castigar a sus hijas sin salir de casa. La del portal de al lado se ha atrevido, en sublime osadía, a no permitir a su hijo adolescente campar a sus anchas por los parterres comunales y recluirlo a su habitación para hacer sus deberes -es más: hasta le quiere imponer a qué Instituto debe ir a hacer Bachillerato, en el colmo de la valentía. Aquí, el de al lado, le ha gritado a su hijo para meterle prisa después del desayuno, que ya le vale, que va a llegar tarde al colegio. Eso sí, conozco a otra familia que, más tolerante ella, no impide que sus retoños acudan al colegio sin desayunar, pobrecitos, que es que no les entra nada tan de mañana... Y no se me olvida: en lo que llevamos de curso, he castigado a dos alumnos a no salir al recreo. Si llego a saber que esto es detención ilegal, me lo pienso dos veces, señor agente.
Por si acaso, recomiendo encarecidamente a los padres de los adolescentes que me estén leyendo que les dejen decidir si salir o no durante la semana, no sea que se esté coartando su libertad de movimientos. Permítanles subir a tope el volumen de sus mp3, que igual les impiden su derecho a expresarse. ¿A qué viene pedirles que se vistan decentemente? Enseñar la ropa interior por la calle es signo democrático de cultura urbana. ¿La lectura? Un elemento retrógado de épocas premodernistas, cuando lo de ahora es conectarse vía red social hasta altas horas de la madrugada -la línea ADSL la paga papá. Por nuestra tranquilidad, a fin de no salir en los periódicos, dejémosles que se conviertan en niños que no quieren crecer...
Ayer, recuerdo, en la tienda de telefonía móvil, el padre preguntaba precios de la Blackberry para su adolescente -el calor cuasiprimaveral permitía que el joven vistiera en bañador, calcetines blancos de caña alta y sudadera deportiva. Mala cara puso el hijo cuando el progenitor descubrió que el teléfono en cuestión estaba destinado a la conexión por internet y se negó, visto el precio, a pagar por el terminal... Por si actúan las fuerzas policiales en este caso, admito que fui testigo de la sensatez última del padre: abandonar la tienda con el hijo a rastras, y sin BB.
Y los asesinos de Marta del Castillo, en la calle... Qué país.