Revista Comunicación
El año anterior se caracterizó por destacadas invitaciones a innovar por parte de todos los sectores económicos, sociales y gubernamentales del mundo como parte de la estrategia para superar la crisis mundial, y enfocándose fundamentalmente en el desarrollo tecnológico como vía rápida para un crecimiento express.
En el país, a su vez, surgieron importantes programas patrocinados por el gobierno y el sector privado que de alguna manera están buscando el apoyo de la academia: startups, incubadoras, foros I+D, ángeles inversionistas entre otros, apoyados en una fuerte presencia en las redes sociales con el fin de llegar al mayor público posible.
En este nuevo panorama se hace evidente el hecho que la academia, pese a su gran potencial, parece no estar logrando los objetivos esperados. Un hecho latente en una comunicación inexistente y poco realista con el empresario pyme. Lamentablemente su participación se está limitando a la presencia en eventos, eso sí, con contenidos de gran calidad. Pero su relevancia en el negocio mismo continúa siendo un misterio para el sector empresarial, quienes esperan ansiosos la etiqueta de empresas innovadoras como un plus que incremente sus ventas.
Así que pese a todos los esfuerzos, la innovación comienza a percibirse inalcanzable para la mayoría. Un concepto condicionante, costoso y pesado.
Es una invitación difusa y con fríos matices de inmediatez que otorgan tácitamente al ser humano el rol de consumidor de tecnología, porque la innovación se ha convertido en sinónimo de tecnología. Un estilo de vida que junto a la dinámica acelerada del mercado, se vislumbra como una burbuja, una cortina de humo disfrazada de tendencia.
La innovación asume el rol de salvavidas para una economía mundial agobiada por el sistema financiero con un mercado abarrotado de ofertas clónicas y donde cada día tenemos nuevas apps, drones, games entre muchos otros ingeniosos y meritorios desarrollos tecnológicos. Pero lo cierto es que aún no salimos de la crisis, pese a todas las predicciones optimistas de comienzo de año y con la innovación como bandera.
Para innovar eficazmente se requiere honestidad y conciencia con nuestro entorno, acciones concretas y responsables para construir una vida mejor, comenzando por no poner todos los huevos en una misma canasta, al final, ésta se cae y todos se rompen. Es decir, la innovación no debe ser limitada a un único sector de interes, se necesitan sinergias.
Innovar la Innovación es una invitación a rescatar la esencia creativa y constructiva que como seres humanos poseemos por naturaleza y que podemos implementar en nuestras empresas y que nos permitirá superar la crisis social, económica y ambiental en que se sume la humanidad.
Porque la verdadera innovación es un estado de creación y renovación constante; no es destructiva y no es inmediatista, es de largo plazo. Todos queremos una mejor calidad de vida para todas las formas de vida que habitan este planeta; nuestro hogar y el de nuestros hijos.
La verdadera innovación es de valor compartido, sustentable y sostenible.