La segunda edición de la media maratón Holiday World fue mi última carrera antes del confinamiento.
Comenzaba a recuperarme de la anemia que me había tenido diciembre y enero de reposo absoluto y me salió una muy buena carrera.
Casi año y medio después y tomando las medidas oportunas, la carrera volvía a celebrarse.
Llegaba con mucha ilusión tras haber mejorado en 3 minutos mi mejor marca en media maratón la semana anterior en la media de Málaga, pero sabía que con las cuestas en el primer y último tercio del circuito y los giros cerrados en el ecuador, sería muy difícil igualar los ritmos.
Me levanté muy temprano el domingo, ya que Mayte tenía formación en el Miramar a las 7, así que tenía que madrugar para sacar a los perros y recoger la casa antes de ir a la carrera, a la que llegaría corriendo.
Desayuné lo mismo que llevo desayunando desde hace algo más de 10 días pero me sienta muy bien, un cuenco con 50 gr de avena, una cucharada de semillas de chía, una cucharadita de canela, media manzana cortada en bastoncitos y 300 ml de leche.
Lo dejo preparado todo la noche anterior y por la mañana solo tengo que añadir un chorrito más de leche para que no quede tan espeso, remover y disfrutar.
Tras desayunar saqué a los perros una media hora, lavé los platos, hice la cama y recogí las cosas que había por medio, me puse la equipación con el dorsal ya pinchado y cogí la mochila.
Al no tener coche tendría que ir corriendo a la prueba y volver tras la misma, que no era algo que me preocupase, ya que apenas hay 6 kilómetros de mi casa a la rotonda de los elefantes, pero el correr una prueba tan corta con la mochila si sería más latoso.
Intenté no cargarla mucho, con dos bidones, uno con el pre entreno preparado y el otro con el recovery en polvo, dos geles, una camiseta de recambio, cartera, llaves, móvil, toallitas de papel higiénico y una mascarilla de recambio.
Salí de casa a las 7:50, con tiempo de sobra para llegar a la salida con al menos 40 minutos de margen y aunque inicialmente había pensado trotar a 5 minuto el kilómetro, las piernas se me iban por debajo de 4:40.
Estas semanas estoy entrenando entre 100 y 130 kilómetros a ritmos medios de 4:30 minutos el kilómetro, por lo que las piernas buscaban su ritmo de rodaje habitual y me tenía que ir frenando.
A la altura de Carvajal me encontré a mi madre y varios compañeros del Club Atletismo Fuengirola, volviendo ya de su tirada matutina y a menos de un kilómetro de la salida, justo en el comienzo de la cuesta, decidí parar el crono y ascender caminando a buen ritmo por la escalera que da a la playa.
Había llegado temprano pero había ya mucho ambiente, así que tras pasar por el baño y acabarme el pre entreno, me tomé uno de los dos geles que llevaba y me coloqué en la zona de salida, donde Matías, el speaker y las mascotas del hotel, Holly y Worldy entretenían a grandes y pequeños.
Si no fuese por las mascarillas parecía que nada hubiese cambiado desde la anterior media del 8 de marzo de 2020.
Estuve charlando con compañeros del club y de otros clubes y a falta de 10 minutos para la salida preparé el GPS y los auriculares, que esperaba que hoy funcionasen y me preparé para el comienzo de la carrera.Había cogido buena posición, en la parte derecha de la primera fila, pero me sorprendió como en el tramo de bajada previo al primer ascenso, varios corredores me adelantaban por derecha e izquierda.Llegué a pensar que serían de las pruebas de 5 o 10 kilómetros, pero no podía ser ya que las salidas serían por oleadas sucesivas, todos los que corríamos en ese momento pertenecíamos a la media maratón.
Aun así cuando la pendiente comenzó a picar cada uno fue buscando su posición y me vi en el grupo de cabeza con Álvaro Rodríguez y un corredor de rojo, del Cártama si no recuerdo mal.
Acompañados por la batucada de a animación, pasamos el primer kilómetro en 3:22, con un pulso de 171, lo que no estaba nada mal teniendo en cuenta el desnivel, así que decidí dejar de mirar el reloj y concentrarme en seguir el ritmo de mis compañeros.
Ascendimos hacia la rotonda del antiguo Playabonita acompañados ahora por una sección de viento, apretando los dientes para no ceder espacio.
Por suerte, en la bajada mi amplia zancada me permitía recuperar el aliento sin perder ritmo y en el siguiente ascenso me costó menos trabajo mantenerme a la par que mis acompañantes.
Pasamos el punto de giro de los corredores de la prueba de 5 kilómetros y llegamos al primer avituallamiento, donde mis compañeros se escoraron ligeramente hacia la izquierda para coger agua.
Yo iba totalmente pegado a la derecha, así que decidí obviar el avituallamiento aunque tenía la garganta seca.
Manteniendo el ritmo me coloqué a la cabeza, pero cedí la posición en la bajada para coger fuerzas y apretar en la subida hacia el casino de Torrequebrada.
Avanzábamos codo con codo, lanzados en la bajada del Sunset pero poco a poco Álvaro y yo nos fuimos adelantando.
En el segundo avituallamiento no podía pasar de largo, así que me eché un buche a la boca con tan mala pata que se me fue por el otro lado y me atraganté estrepitosamente.
Aun así me eché un segundo buche, que entró mejor y el resto me lo lancé por encima, aun tosiendo con violencia.
No paré de toser hasta entrar en el paseo marítimo de Puerto Marina, donde decidí apretar un poco el paso para coger con comodidad los giros de las pasarelas de madera que nos conducían hasta el propio puerto.
Era un tramo donde es difícil coger los giros bien al ser muy cerrados, así que prefería ir un par de metros por delante para cogerlos con tranquilidad.Una vez dentro del puerto bajé un puntito el ritmo, lo justo para recuperar el aliento y engancharme de nuevo a Álvaro en cuanto me adelantase, pero por el momento, no aparecía.
Tras otro giro brusco indicado con antelación por los voluntarios bajé por la cuestita del Sea Life mientras la moto eléctrica me iba indicando el camino.
Lo recordaba de la edición del año anterior como si hubiese sido ayer, pero me daba tranquilidad ir siguiendola.
Entré en la zona del espigón, bebí de nuevo en el avituallamiento, esta vez, tragando el agua en condiciones y en el giro en el cono del final del espigón vi a Álvaro a unos 15 o 20 metros de mi aproximadamente.
No se le veía cómodo, así que decidí apretar un poquito le ritmo; si me quería alcanzar, tendría que ganárselo.
La sensación de ir liderando la carrera era muy extraña, entre los ánimos de los voluntarios, de los otros corredores y de los curiosos que asistían de público parecía que iba en volandas.
No tenía ni idea de a qué ritmo iba o qué pulso llevaba, pero lo último que quería hacer era mirar el reloj, iba completamente concentrado en cada zancada y cada respiración y estaba disfrutando de cada momento.
Llegando a la zona interior de Puerto Marina, la moto se desvió del camino y los voluntarios me indicaron la escalera por la que debía ascender.
No recordaba los escalones y me dieron auténtico pavor, ya que iba a ritmos muy altos y estaba viendo venir que me iba a tropezar, pero salté con energía y en dos zancadas me planté en la calle interna, guiado por la moto de la organización y una de un policía local, que por momentos, se nos unió.
Completado el primer bucle cogí la pulsera que lo acreditaba, me la coloqué en la mano derecha y comencé a adelantar corredores camino del segundo bucle.
Vi muchas caras y camisetas conocidas y recibí muchos ánimos, pero devolví pocos de viva voz porque iba con el aliento justo, aunque con los brazos agradecía los que no podía responder.
Entré de nuevo en el espigón, volví a hidratarme en el avituallamiento y aunque intenté divisar a mis perseguidores, se me mezclaron con los corredores de la primera vuelta y no llegué a divisarlos bien.
A la altura del avituallamiento a la vuelta vi al primer corredor con pulsera pero era imposible que no llevase a otro más cerca.
Me crucé con Miguel Ángel Ferrón, que me llevó las prácticas de Educación Física en el Colegio Acapulco hace años justo al salir de la zona, lo que me dio más ánimo aun si cabe.
Iba con miedo por afrontar la escalinata de nuevo, pero nuevamente la ascendí sin tropiezos.
Por primera vez desde que había comenzado la prueba pensaba que de verdad podía ganarla, pero quería correr más de la cuenta porque sabía que quedaba lo más duro, las cuestas de la vuelta al Holiday World, así que había que mantener el temple.
Apreté un poco en la zona de las pasarelas de madera para quitarme los giros cuanto antes y una vez en el paseo marítimo de Puerto Marina bajé ligeramente el ritmo para recuperar el aliento y coger fuerzas para las cuestas que me esperaban.
La primera, pese a ser la más corta, se me hizo bastante dura, la tachuela que ascendía al Castillo del Bil-Bil, pero pude reponerme en la recta siguiente.Pensé en tomarme el gel que llevaba en la mochila, pero me encontraba bien de fuerzas y no quería jugármela a que me sentase mal a 4 kilómetros de meta, así que simplemente cogí agua en el avituallamiento... y de nuevo me atraganté.
Ese avituallamiento estaba maldito, me atraganté en el mismo punto tanto a la ida como a la vuelta, pero aproveché la pendiente en contra para bajar un poco el ritmo hasta que pude comenzar a respirar con normalidad y de nuevo apreté el paso.
Justo frente al Sunset adelanté a Fernando Muñoz padre e hijo, que me dieron una gran alegría y muchos ánimos.
Me encuentro todas las mañana con Fernando Muñoz Perpén, uno de los corredores más veteranos, si no el que más, de la provincia, por lo que me alegré mucho de verle con el dorsal.
Además, había adelantado a muchos corredores antes que a él, por lo que para su edad estaba haciendo una gran carrera.
El grupo de animación frente al Casino me animó con fervor al pasar y algunos corredores y ciclistas que entrenaban por el carril interno, ajenos a la carrera, me felicitaban al ver que iba detrás de la moto de la organización.
Aceptaba de buen grado las felicitaciones, pero no las entendía, ya que a casi 3 kilómetros de meta podían pasar aun muchas cosas, así que yo seguía a lo mío.
Me quedaban las cuestas del Flatotel, del Playabonita, de la rotonda hacia el Castillo de Colomares y la propia del Holiday World, en cuya cima estaba situado el arco de salida y meta.
La primera la ascendí con cautela, pasando de largo el avituallamiento, pero tras pasar de nuevo junto a las banderolas que marcaban el giro de la prueba de 5 kilómetros aumenté un poco el ritmo.
No iba a tope aun, estaba en ese punto entre ir mínimamente cómodo e ir incómodo, guardando una última marcha por si aparecía un corredor desde detrás en el último kilómetro, tener un cambio final para defender el puesto.
Sería una putada perder el liderato de la prueba al final de la misma, pero no sería ni la primera ni la última carrera en la que pasase, así que si escuchaba pasos aceleraría con todo lo que tenía; igual no conseguía mantener el puesto, pero lo daría todo en el intento.
Completé las cuestas del Playabonita y de la rotonda de acceso al Castillo de Colomares y ya sabía que estaba a un kilómetro de la meta.
Algunos de los corredores a los que adelantaba se apartaban cuando escuchaban a la moto pitar y me aplaudían al pasar, me daban la enhorabuena, me felicitaban...
Yo todavía no me lo quería creer, hasta que no cruzase bajo el arco de meta no sería ganador y aunque lo veía ya en la distancia, quedaba un último descenso y el ascenso final.
Escuché un pitido del GPS y estuve tentado de mirar al ritmo al que iba, pero me convencí de no hacerlo ya que solo iba a lograr distraerme.
La moto de la organización lo tenía difícil para seguir, ya que confluían corredores de las pruebas de 5 y 10 kilómetros en la llegaba a meta, así que seguí en solitario.
Cuando por fin divisé el luminoso del cronometraje, cambiaba la cifra de 1:13:59 a 1:14:00, así que ahí ya si que me dejé la piel, entrando en meta en 1:14:23.
Pese al desnivel había bajado la marca de la media maratón de Málaga y por primera vez en mi vida, había ganado una media.
Esperé un minuto en la zona de llegada a ver si venía el segundo clasificado para felicitarle, pero no aparecía, así que me quité de enmedio para no molestar y fui a buscar avituallamiento, ya que estaba sediento y tenía la boca pastosa.
Me tomé una manzana y el recovery con agua que me dieron en meta y ya más repuesto vino un voluntario a preguntarme si me importaba que el speaker me entrevistase.
No podía negarme, así que allá que fui y pararon hasta la música para poner la entrevista por megafonía.
Por suerte desde las exposiciones de la carrera vencí el miedo a hablar en público, pero por momentos imponía dirigirme a la multitud que había en meta, todos mirando fijamente qué tenía que decir.
Pese a la incomodidad inicial fue un momento muy bonito y me sentí muy arropado por el público, que tantos ánimos me habían dado.
La espera hasta la entrega de premios fue muy extraña, ya que personas a las que no conocía me saludaban a la voz de "campeón" y muchos se acercaron para charlar un poco conmigo, la mayoría sin ser si quiera corredores.
Conseguimos muchos podios en distintas categorías, con otros dos primeros puestos y dos terceros aparte del mío, muy un carrera muy fructífera.
Por suerte mis compañeros se ofrecieron a llevarse la placa, ya que quedaba lo más duro, la vuelta a casa, así que tras despedirme de ellos, preparé de nuevo el GPS y eché a trotar cuesta abajo.
Sorprendentemente las piernas respondía bien, pero se me cogí un fuerte flato a la altura del Kamana Beach que por momentos me hizo plantearme volver a casa caminando, pero tras unos 500 metros más duros que los últimos 500 metros de la media, la punzada fue aflojando y pude retomar el trote sin problema.
Esta ha sido oficialmente mi última competición hasta las 12 Horas de Can Dragó de diciembre, mi último ultramaratón de la temporada.
Ojalá me salga la mitad de bien que esta media, o por lo menos, lo disfrute tanto ;)