Revista Cultura y Ocio

III Verano Poético

Por Revistaletralibre
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La revista cultural independiente LETRA LIBRE, registrada con ISSN 2445-4028, organiza en el verano de 2021 una nueva edición de #VeranoPoético con la finalidad de publicar y difundir poesía breve. Cuenta para ello con la colaboración de la revista Gastronomía&Moda, la agencia de comunicación ToBeOnline y el diario Sevillainfo.es.

En esta ocasión han participado los autores Asun Blanco, Felipe Company, J.J. Cerezo, Juanma de la Torre y Mª José Fernández.

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LA ETERNA JUVENTUD

Por Asun Blanco

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Tus palabras son fuertes, duras a veces,
pero tus manos son tiernas,
como tiernas son las buganvillas.
Es tu amor como ese bosque
que nos asalta en primavera,
como esos campos verdes,
que no nos cansamos de mirarlos.
Aunque pasen los años
y llegue el invierno
y sople el viento helado
y la flor se marchite en el jarrón
y haya nieve en el jardín
y los álamos no brillen como antaño,
tu amor no envejece,
sigue siendo tan alto,
como aquella enredadera,
tan erguido,
que parece que no voy nunca a alcanzarlo,
y no hay dolor que no cure tu mirada
ni noche en que no canten los jilgueros.
Y aunque llegue la vejez
y todo se estropee
y la casa esté destartalada
y haya que cambiar todos los muebles,
y el corazón palpite más despacio
y crezcan los abrojos en algún lugar inhóspito,
y el pozo ya no tenga agua,
tu amor es el único sendero,
el único seguro y cierto,
que me conduce a la eterna juventud.

EL REENCUENTRO

Por Felipe Company

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La misma sonrisa cameladora.
Idéntico fulgor en las pupilas.
Reconocí la pillería en tu semblante.
¡Cuántas veces te invoqué en la ventisca!
Sabía que acudirías en mi auxilio.
El vigor de tu alborozo transformó el ayer en ahora.
Me ofreciste la merced de tus recuerdos.
Y yo los transfiguré en novela.
Reviví lo desvanecido.
Eras tú quien me contaba y yo quien alegorizaba tus emociones.
Diseñé la inmortalidad de tu latido,
la eterna pubescencia del niño.
Mis lágrimas hollaron la arena al escribir la última estrofa.
Gotas de alegría porque siempre estaríamos juntos.
La magia de la literatura lo había conseguido.

TRISTEZA

Por Juan José Cerezo

asun

Esta tristeza tan profundase mezcla con las cosascotidianas, si acaso, no la escuchocomo ella se merece.Esa tristeza, antañonombrada en otros sitios:-la pérdida constantedel paso de los días,deseos que no hallaronlugar para cumplirse,o a veces, simplemente,el rechazo del otro cuando esperassu mano o su consuelo   de forma indefectible-.Esa tristeza, tras buscarlemuchos nombres, tan falsos,en tantas otras cosas,he logrado, por fin, verla tan pura,desnuda en mi interior,y al mirarla a los ojos,después de percibirla,sin miedo, sin juzgarla,la llamé por su nombre:Mi tristeza. 

LICASOPÍA

Por Juanma de la Torre

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El amargo tras el dulce.
El agudo irritante a mitad de melodía.
La falsedad de una verdad propia y retorcida.
El cristal que pisas en la playa.
El olor a cenicero por la mañana.
El meñique amoratado contra la pata de una mesa.
La pestaña desprendida que acaba en tu ojo.
El frío del acero cuando se hunde en la carne.
La quemadura del hielo pegado en la piel.
El juego de los niños crueles y egoístas.
El sueño ciego de las mentes perdidas.

Licasopía es la estrella que implosiona, transformándose en agujero negro.

Jamás debió encenderse lo que nació para ser oscuridad.

LOS HIJOS DEL PARAÍSO

Homenaje a Khalil Gibrán

Por Mª José Fernández

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Los hijos son avecillas de latidos fieros,
   bocanadas de melancólicas alondras
inundadas de llanto aéreo: Doloroso clamor
   de cristalina esperanza.
 

Llevan cuenta las veces que no los miramos,
   restando siempre nuestro desvelo. Los hijos nos
pinchan como alfileres eternos en el alma; nos llagan,
nos electrizan con tristeza sideral;
   tras de ellos flotamos
      con sonrisa hipnótica.
 

Nos nacen –casi todos–, creyéndolos siemprevivas;
con clamor de viento huracanado, los hijos nos alborotan el ser;
nos instan en sus atardeceres ingratos,
   para saber cuándo fue la última vez que no los velamos.
 

Tan sólo el aire que nos aspiran, nos sabe a nardos
   doloridos. Los pudrimos a besos y a caprichos;
   en nosotros se instalan como un pellizco de alma transida.
 

Con ellos nos adornamos: prendedor experimental
      de mariposa delirante;
los lanzamos –al vuelo– con orgullo infinito,
en un anhelo irrefrenable que perfuma el ocaso de nuestros sueños.
Lo mejor de todo es que son frutos
   que casi siempre, cuando maduran, se nos mueren
      después de habernos ido;
lo peor, que cuando nos vayamos,
   los quedaremos huérfanos de anocheceres;
tal vez, porque los hijos son el arco iris
   que iluminan el firmamento
      de nuestra cósmica existencia.


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