Jung emplea el término para referirse a las expresiones de energía arquetípica encaminada a una adaptación de la realidad externa y a la colectividad.
Nuestras personas representan los papeles que desempeñamos en el teatro del mundo; son las máscaras que llevamos en el juego del vivir en la realidad externa.
Durante la infancia nuestros roles se establecen a partir de las expectativas parentales. El niño se comporta de modo que pueda conseguir la aprobación de sus padres. Este es el primer modelo de formación del ego. Este primer modelo de persona está formado por códigos de conducta colectivos y culturales y juicios de valor. En este momento los requerimientos de los padres y los del mundo exterior parecen idénticos. En el curso de un desarrollo psicológico adecuado es necesario que ocurra una diferenciación entre el ego y la persona. Esto significa que hemos de volvernos conscientes de nosotros mismos como individuos independientes de las exigencias del mundo exterior.
Hemos de descubrir que empleamos nuestros disfraces para protegernos y aparentar, pero que también podemos ponernos algo más apropiado cuando convenga y que podemos estar desnudos en otras ocasiones. Si nuestras ropas se adhieren a nosotros o parecen sustituir nuestra piel es probable que acabemos enfermos.
Debemos desarrollar a la vez una adecuada máscara de persona y un ego. Si esta diferenciación fracasa, se forma un pseudoego, el modelo de personalidad se basa en una imitación estereotipada o en una representación obediente del papel que colectivamente nos han asignado en la vida. Semejante pseudoego no sólo es rígido sino también extremadamente frágil y quebradizo. El pseudoego está sujeto a constante presión interior y no tiene manera de ajustar su precario equilibrio, a menudo bordea las fronteras de la psicosis.
Una relación inadecuada con el arquetipo de la persona puede variar desde una fijación en su aspecto puramente colectivo o un rechazo rebelde o una incapacidad de aceptar cualquier requerimiento o adaptación colectiva.
Hay una relación opuesta y compensatoria entre la persona y la sombra. Cuanto más reluciente la persona más oscura la sombra.
Aunque al principio el ego se encuentra a si mismo en y a través de la persona, ambos no permanecen idénticos. Somos actores en el juego social, pero también hemos de convertirnos en nuestro “yo” individual.
(Basado en el libro Espejos del Yo de Christine Downing)
C.Valiño