Revista Libros

Imágenes de cf. XIV

Publicado el 19 abril 2012 por Kaplan

La nave llegó al costado de Foyle, con los portillos de su costado brillando con amistosa luz, y su nombre y número de registro claramente visibles en caracteres brillantes en el casco: Vorga-T: 1339. La nave estuvo a su lado por un momento, pasándole en un segundo, desapareciendo en un tercero. El compañero lo había despreciado; el ángel lo había abandonado. Foyle dejó de arrullar y de bailar. Se quedó mirando con desmayo. Saltó hacia el panel de las bengalas y apretó los botones a manotazos. Señales de auxilio, de aterrizaje, de despegue y de cuarentena estallaron surgiendo del casco del Nomad en una locura de luces blancas, rojas y verdes, pulsantes, impetrantes... y el Vorga-T: 1339 pasó silente e implacable, con los cohetes de popa brillando de nuevo mientras aceleraba en una trayectoria hacia el Sol. Así que, en cinco segundos, nació, vivió y murió. Tras treinta años de existencia y seis meses de tortura, Gully Foyle, el estereotipo del Hombre Medio, dejó de serlo. Giró la llave en la cerradura de su alma y se abrió la puerta. Lo que emergió echó afuera al Hombre Medio para siempre. -Pasas al lado -dijo, con una furia que crecía lentamente-. Me dejas para que me pudra como un perro. Me dejas para que muera, Vorga... Vorga-1:1339. No, saldré de aquí, saldré. Te seguiré, Vorga. Te encontraré, Vorga, Me las pagarás. Haré que te pudras. Te mataré, Vorga. Te mataré lentamente. Yo. El ácido de la furia corrió a través de su cuerpo, corroyendo la paciencia animal y la lentitud que había convertido a Gully Foyle en una cifra, precipitando una cadena de reacciones que harían de Gully Foyle una máquina infernal. Era un hombre dedicado a una causa: -Vorga, te mataré lentamente. Yo.
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