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Ayer fue tu último día de trabajo antes de salir de vacaciones de verano, así que decidiste ir a celebrar con tus compañeros en el bar de siempre. Y por supuesto que ya hiciste planes para salir esta noche con tu pareja a concretar esa cena romántica que se debían, acompañada de un buen vino tinto. Y como mañana es viernes, invitaste a tus amigos a cenar un merecido asado, con unas cervezas bien frías.
¿Lo mejor? Te acostás y te dormís “de un tirón”, un poquito mareado quizás, pero ¡de un tirón!
Tomar una copa antes de acostarte puede hacerte dormir un poquito más rápido, pero el sueño que obtienes después de beber puede no ser tan reparador, según un nuevo estudio publicado en la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research (Alcoholismo: Investigación Clínica y Experimental).
Consumir alcohol antes de acostarse a dormir, puede tener como consecuencia un descanso de calidad pobre
Trabajando en base a estudios anteriores, Christian Nicholas y sus colegas de la Universidad de Melbourne encontraron que consumir alcohol antes de acostarse a dormir, puede tener como consecuencia un descanso de calidad pobre.
Mientras muchas personas saben por experiencia que tomar unos tragos antes de acostarse a dormir puede hacerte sentir soñoliento, Nicholas y su equipo estaban interesados en saber cómo reacciona el cerebro psicológicamente al alcohol, mientras uno duerme. Contaron con 24 adultos jóvenes de 18 a 21 años de edad que pasaron varias noches en el Laboratorio del Sueño de la Escuela de Ciencias Psicológicas de Melbourne. Algunas de las noches se les dió un trago (jugo de naranja con vodka), en otras se les dio un placebo (jugo de naranja con un sorbete embebido en vodka). Se les permitió ir a la cama en su horario habitual, pero con electrodos en sus cabezas para medir sus patrones de ondas cerebrales durante el sueño en un electroencefalograma (EEG).
No fue sorpresa que en las noches en que tomaron alcohol, las personas mostraron patrones de ondas de sueño más lentos y más de la llamada actividad delta (un proceso vinculado a los aspectos restaurativos del sueño profundo, donde los recuerdos se concretan, las ruinas del cerebro se limpian y las neuronas que trabajan más duro obtienen el reabastecimiento necesario).
Tener las actividades alfa y delta juntas lleva a un sueño interrumpido
Al mismo tiempo los patrones de ondas alfa también fueron mayores, lo que no sucede durante un sueño normal. La actividad alfa tiende a ocurrir cuando el cerebro está despierto pero descansando tranquilamente, en modo de pausa metabólica.Por lo tanto, tener las actividades alfa y delta juntas lleva a un sueño interrumpido, ya que las funciones alfa tienden a contrarrestar cualquier efecto de restauración que las neuronas cerebrales estén tratando de realizar.
De hecho, ese patrón de actividad doble es típicamente visto entre personas que padecen dolor crónico y en estudios de laboratorio donde intencionalmente se les dan electroshocks a las personas mientras duermen. “Las personas tienden a sentir que el alcohol les ayuda a dormirse un poquito más rápido, y por eso lo asocian como una ayuda para el sueño,” dice Nicholas. “Pero cuando uno mira lo que en realidad está pasando mientras duermen, la calidad de ese sueño no es buena.”
En estudios previos, tal batalla entre los patrones cerebrales alfa y delta durante el sueño ha sido vinculada a somnolencia durante el día, levantarse sin sentirse descansado, y síntomas como dolores de cabeza e irritabilidad. Aún no es claro si las personas que consumen alcohol antes de dormir presentan los mismos resultados, dice Julia Chan, coautora del estudio, pero es razonable pensar que podría ser así. “Cuando ves la actividad alfa junto a la actividad delta durante el sueño, eso te sugiere que podría haber algún tipo de influencia de desvelo que podría competir con la naturaleza restaurativa del sueño delta”, dice ella.
Esto no significa que tenés que evitar el alcohol todas las noches, pero, “si alguien hace esto una noche tras otra, los efectos pueden ser acumulativos, no sólo por el uso de alcohol sino también en cuanto a los sueños interrumpidos,” dice Nicholas.
Por su parte, el Dr. Allen Towfigh, director médico del New York Neurology & Sleep Medicine, P.C., en la ciudad de Nueva York, recomienda no beber alcohol tres o cuatro horas antes de acostarse.
Así que, por si alguna vez se te pasó por la cabeza, probablemente darle un poquito de whisky a tu bebé para que se duerma más rápido no sea la mejor idea.
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Fuente: Time.com