No resulta nada descabellado decir que los ochenta pertenecieron a Madonna, Michael Jackson y Prince. En aquella década en la que todo valía, estos tres artistas coparon las listas de ventas, y algunos de sus discos son de lo mejor de esos diez años. Sin duda alguna, el que más talento tenia era el genio de Minneapolis, que en apenas unos años sacó varios discos que rozaban la perfección. Eso sí, sin duda alguna, el mejor es este Sign ‘o’ The Times.
Cuando salió allá por la primavera de 1987, la crítica fue unánime y a las primeras de cambio ya lo califico como una de las obras más importantes de la historia, y la verdad es que no es para menos, ya que en los ochenta minutos que dura esta joya, hay una cuantas obras maestras del funk, el rock o el r&b. Además, con el aliciente añadido de que a excepción de los instrumentos de cuerda, fue él quien tocó todos los instrumentos, ya que un año antes se había separado de sus The Revolution. Y es que al parecer, este trabajo es un popurrí de todos los proyectos que la Warner le había estado rechazando unos cuantos años.
Suponemos que lo que más sorprendía por aquella época, era su sonido. El disco tiene una producción – hecha por el mismo – novedosa; arriesgada y llena de matices. Gracias esto, hoy, 24 años después, sigue sonando de maravilla y apenas se le nota la caspa de esos años – ya sabemos lo que les iba un teclado y un saxo -. De hecho, hay temas como It (mi favorita) o el propio Sign ‘o’ The Times, que suenan de lo más actuales.
En el noveno trabajo de Prince, tenemos absolutamente de todo – 16 temas dan para mucho -, y en todo acierta, incluso en las baladas, que suelen ser las que peor pasan el efecto del tiempo – ¡Qué maravilla el trío formado Starfish And Coffe, The Ballad Of Dorothy Parker y Slow Love! – . De todas formas, si el disco fue todo un éxito, fue gracias a esos temas funk que tan bien sabe hacer Prince. Y es que con singles tan buenos como U Got The Look – con Shenna Easton -, la tremenda I Could Never Take The Place Of Your Man o la canción que le da título, era casi imposible que no fuese de otra forma.
Además, fue la primera vez que metió una pista en directo en un disco suyo, y la verdad es que no la pudo elegir mejor: It’s Gonna Be A Beautiful Night es un trallazo funk grabado un año antes en París junto a The Revolution. Toda una joya de nueve minutos con la que es imposible no echarse unos bailes.
Desde luego, y volviendo a lo que decía al principio, los ochenta no hubiesen sido los mismos sin Prince, y sin este disco.
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