Revista Música

Impepinables: The Doors – The Doors

Publicado el 07 diciembre 2011 por Homeboy

Impepinables: The Doors – The Doors

Creo que a estas alturas del partido no queda nadie no sepa de la existencia de The Doors, o que por lo menos no hayan escuchado algunas de sus canciones. La banda de Los Angeles es todo un símbolo de aquella psicodelia que se hacía en los años sesenta, y su imagen se ha explotado hasta la saciedad (¿Quién no ha visto alguna vez a gente por la calle con una camiseta de Jim Morrison?). También se han reeditado todos sus discos un buen motón de veces, y nos han bombardeado con una buena cantidad de discos en directo. Por no hablar de aquella película sensacionalista que hizo Oliver Stone en 1991, en la que presentaba a Morrison como un autentico ogro. Pues con todo eso, uno no se cansa de sus canciones ni por asomo.

The Doors eran muy especiales en todos los sentidos: su música distaba bastante de muchas de las cosas de aquella época, y el hecho de no llevar un bajo (aunque si grababan en el estudio con uno), y basar gran parte de sus composiciones en un teclado, ya les hacia diferentes. Además de sus polémicas letras, en las que Morrison hablaba sin tapujos de drogas, sexo y cualquier cosa que le venía a la mente en un viaje de peyote. Y por supuesto, no nos podemos olvidar sus controvertidas actuaciones, tanto en vivo como en directo, que son de sobra conocidas, y les ayudaron a plantarse en el nº1 de las listas americanas con Light My Fire. Por todo esto, y muchas cosas más, se convirtieron en una de las bandas más importantes de la historia

Impepinables: The Doors – The Doors

El primer trabajo de The Doors empieza con una buena patada en el estomago en forma canción. La censurada Break On Through (tuvieron que cambiar el She Gets High por un simple She Gets) es como un torbellino de dos minutos y medio que termina rompiendo con unos gritos entrecortados de Morrison, encima del estridente teclado de Ray Manzarek y las guitarras rasgadas de Robby Krieger. La banda de Los Angeles era bastante ecléctica, y ya en este debut daban algunas muestras de ello – el pop de I Looked At You o la adaptación de la canción popular americana Alabama Song -, pero lo que más encontramos en este trabajo, es ese rock psicodélico e intenso que les llevo a la fama. Temas como Soul Kitchen, Twentieth Century Fox o Back Door Man  dan una buena idea de ese tipo de canción densa y rabiosa que tan bien define la música del cuarteto angelino.

Curiosamente, las dos mejores canciones de este disco, son las dos más largas. The End y Light My Fire son las cimas de este álbum por varias razones, pero principalmente por dos: son himnos de aquella época llena de tensión social –la guerra de Vietnam o los derechos civiles eran temas candentes en la sociedad norteamericana -, y son sus canciones más representativas. Los polémicos once minutos de The End (otra censurada) en la que Morrison desvariaba de lo lindo en una letra sin sentido – aunque según dicen cuenta una triste despedida -, y en la que acaba con un tremendo subidón, forman parte de las canciones más intensas y desgarradoras que se han hecho jamás. ¿Qué más se puede decir de Light My Fire? Su mayor éxito, y la canción que les hizo famosos en todo el mundo, es una maravilla con esa tremenda intro , y esos solos de teclado que se sacó Ray Manzarek de la manga – la versión para la radio se acortaba hasta los tres minutos y le quitaba toda la esencia a la canción -, y con un Jim Morrison pletórico cantando eso de que no pueden colocarse más. A día de hoy, sigue estando entre las mejores canciones de la historia.

Desde luego, es todo un clásico del rock de todos los tiempos, que merece un hueco en cualquier discoteca que se precie.

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