La lista de Impepinables no estaría completa sin el álbum de debut de The Wedding Present: la banda de David Gedge se ganó el cielo allá por finales de 1987 cuando sacaron este increíble George Best, y se convirtieron en todo un referente de la música indie – esa portada con el jugador de fútbol norirlandés que da nombre a este trabajo, es todo un icono de aquella época -. Y es que los de Leeds forman parte de ese grupo de intocables bandas británicas de mitad de los ochenta – me vienen a la cabeza Orange Juice, The Smiths, o Aztec Camera – que eran más inglesas que él te de las cinco, y que hicieron de las islas la mejor fabrica de grupos de aquella época.
La banda de David Gedge fue una de las precursoras de lo que se acabo llamando C-86 (gracias a la cinta que regalaba el NME), pero ellos iban más allá de aquella corriente, y también se fijaban en el punk más melódico. Y es que la inmediatez de sus canciones, y la velocidad de muchas de ellas, nos recuerdan mucho a bandas como The Buzzcocks o The Undertones, y eso ya era un punto a favor respecto al resto de bandas con las que compartían etiqueta. Eso sí, su amor por el jangle-pop y el do it yourself, no se lo quitaba nadie. Supongo que aquí tenía mucho que ver la adoración del propio Gedge por The Birthday Party – al principio se llamaban Lost Pandas porque The Wedding Present les sonaba demasiado al nombre de la primera banda de Nick Cave –
En los 38 minutos que dura George Best – 43 en la edición cd que dejo aquí -, no hay lugar para el descanso, y van a un ritmo endiablado donde las guitarras aceleradas se abren paso entre melodías absolutamente pop, y letras que hablan de los amoríos de su líder – otra cosa que les diferenciaba con las bandas de su época -. Solo hay que escuchar esa Everyone Thinks He Looks Daft, con la que abren este trabajo, para estar rendido a sus pies. Eso sí, es todo un peligro abrir el disco con tu mejor canción, aunque aquí la verdad es que importa poco. Temas como What Did Your Last Servant Die Of, Don’t Be So Hard, Shatner, Getting Nowhere Fast – la influencia del punk aquí es más que evidente – o My Favourite Dress, están a la altura. Además de esas maravillas poppies llamadas A Million Miles y Give My Love To Kevin, que los emparentaban directamente con los grupos del sello Sarah Records, y que vienen muy bien para tomarse un descanso de tanta velocidad.
Otra de las cosas que hacen de este disco un clásico, es la propia carrera del grupo, que a día de hoy sigue sacando tremendos discos, y haciendo estupendos directos. Lo que demuestra que no fueron flor de un día como muchas de las bandas de aquella época, que sacaron dos discos tremendos, y si te he visto no me acuerdo. Y es que muchos de los sellos indies acabaron sin un duro para sacar más referencias, y muchos de sus grupos se acabaron rindiendo. Quién sabe, quizás le debamos todos estos años de carrera a su fichaje por RCA.
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