Revista Cultura y Ocio

Imperio Hitita

Por Enrique @asurza

Los hititas fueron los primeros asentamientos conocidos del mundo antiguo aparecieron en Oriente Próximo durante el Neolítico (finales de la Edad de Piedra). La ciudad neolítica de Çatal Höyük, en Anatolia, fue el primer asentamiento importante del mundo. Tras ella vendrían otros asentamientos, convertidos posteriormente en ciudades, en la zona de Mesopotamía, la fértil franja de tierra que se extiende entre los ríos Tigris y Éufrates, en la región que hoy día se conoce como Iraq. La gente que vivió en esas ciudades fueron inteligentes e inventivas y a ellas les debemos algunos de los más importantes descubrimientos de la humanidad: como el arado tirado por bueyes, la rueda y la escritura.
En su momento de máximo esplendor, el Imperio Hitita rivalizaba con los imperios egipcio y babilónico, siendo una poderosa fuerza en Oriente Próximo durante cerca de 500 años, entre los años 1700 y 1190 a.C. aproximadamente. A pesar de ello, casi todo lo que sabemos de su civilización estuvo perdido durante miles de años, hasta que recientes descubrimientos arqueológicos pudieron devolver a los hititas su lugar en la historia.
La capital de los hititas, Hattusas, se encuentra en el oeste, cerca de la moderna ciudad de Ankara, en la Turquía central. Sin embargo, los hititas no procedían originalmente de esta región. Se trata de una raza indoeuropea procedente de las yermas estepas de Asia central. En algún momento anterior a 2000 a.C., se encaminaron hacia el sur hasta asentarse finalmente en una zona de Anatolia llamada Hatti. El nombre hitita procede de la región que conquistaron.
El antecesor de los grandes reyes hititas fue un príncipe llamado Anittas, que creó un pequeño reino en Anatolia central sobre 1850 a.C. Anittas conquistó la ciudad de Kanesh y luego el asentamiento montañoso de Hattusas, que dominaba la región septentrional. Destruyó Hattusas completamente y luego la declaró terreno maldito. No obstante, la ciudad era una fortaleza natural en una posición clave, lo que la hacía demasiado valiosa para abandonarla durante demasiado tiempo. Unas pocas generaciones después, un rey hitita llamado Labarnas reocupó el lugar y reconstruyó la ciudad, haciendo de ella su capital. Labarnas incluso cambió su nombre por el de Hatussilis, que significa hombre de Hattusas, en honor del lugar.

El Imperio de los Hititas

Inicio del Imperio Hitita

Hattusilis fue el verdadero fundador del Imperio hitita. Durante el siglo XVIII a.C., conquistó las ventosas mesetas de Anatolia al sur de su nueva capital y luego guió a su ejército a lo largo de la barrera rocosa de las montañas del Taurus, hasta la costa meridional de Turquía. Seguidamente, sus fuerzas marcharon hacia el este para apoderarse de las ciudades del norte de Siria, gobernadas por los reyes de Alepo, una de las más poderosas ciudades sirias.
Su nieto, Mursilis I, coronó los logros de su abuelo conquistando la propia Aleppo. En 1595 a.C., Mursilis siguió hacia el este a lo largo del Éufrates, penetró en Mesopotamia y saqueó la gran ciudad de Babilonia.
No obstante, esta orgullosa victoria les costaría cara a los hititas. Mientras regresaban por la misma ruta, las exhaustas tropas hititas fueron atacadas y rodeadas por los hurritas, una feroz raza guerrera de la región del Éufrates superior. Al mismo tiempo, la larga ausencia de Mursilis había debilitado su control sobre el reino, siendo asesinado a su regreso por su propio cuñado. Los reyes hititas posteriores no consiguieron controlar las tierras conquistadas por Mursilis y también ellos cayeron en manos de los hurritas.
Entonces, en 1375 a.C., un joven y enérgico rey llamado Suppiluliumas dio comienzo a un nuevo y glorioso capítulo de la historia hitita. Suppiluliumas poseía muchas habilidades. Era un valiente guerrero, además de un inteligente diplomático. Aunque el joven rey había heredado un imperio debilitado por los poderosos enemigos que lo rodeaban, en un espacio de tiempo relativamente corto, él y sus sucesores edificaron un imperio que fue lo bastante poderoso como para rivalizar con cualquiera otro del Oriente Medio antiguo.
Suppiluliumas comenzó sus conquistas recuperando los antiguos territorios hititas al sur de Anatolia. Sus ejércitos se dirigieron al sur para dominar las ciudades-estado sirias, llegando nada menos que a Damasco. Finalmente, giró hacia el este para arreglar cuentas con los urritas.
Supiluliuma derrotó a los urritas en una batalla que tuvo lugar en Carquemish, colocando sobre el trono urrita a un príncipe menor que le había jurado lealtad. Seguidamente fortaleció la alianza casando a su hija con el príncipe.

Mapa del reino Hitita
Mapa del reino Hitita

Consolidación y fin del Imperio Hitita

Mediante una combinación de fuerza militar y astuta política, Suppiluliumas consiguió crear un gran imperio formado a base de muchos reinos pequeños. Cada uno de estos reinos estaba gobernado por un vasallo que juraba lealtad política y obediencia al rey hitita. La lealtad de estos vasallos se reforzaba en ocasiones arreglando matrimonios con miembros de la familia real hitita. Suppiluliuma ofrecía a sus vasallos la «protección» del poderoso Imperio Hitita y, a cambio, los príncipes vasallos tenían que enviar un tributo anual a la capital, además de un número determinado de hombres para aumentar las filas del ejército hitita.
El hijo de Suppiluliumas, Mursilis II, siguió los pasos de su padre. Conquistó el reino de Arzawa, en Anatolia occidental, ampliando la influencia hitita hasta el mar Egeo. El siguiente rey, Muwatalis, atacó al poderoso Egipto, que en esa época gobernaba Ramsés II, causándole grandes daños al ejército egipcio en la batalla de Kadesh, en 1275 a.C. Posteriormente, los hititas firmaron la paz con Egipto y Babilonia, penetrando el Imperio hitita en un periodo de gran prosperidad y poder. Pero no por mucho tiempo, pues por el este el ——–> Imperio Asirio se estaba haciendo todavía más fuerte, mientras que una serie de razas-guerreras conocidas como los pueblos del mar amenazaban Anatolia desde el oeste. En torno a 1190 a.C., los pueblos del mar invadieron las tierras hititas y la capital, Hattusas, fue saqueada. El Imperio hitita quedó destruido para siempre.

La sociedad hitita

En el Imperio hitita, la mayor parte de la gente trabajaba en el campo. En lo alto de la meseta anatolia, con su duro clima, el cultivo principal era el trigo y la cebada, pero también se cultivaban cebollas, guisantes, aceitunas, uvas y manzanas. Reses, cerdos, ovejas y cabras se criaban para conseguir lana, carne y productos lácteos. El alimento principal era el pan, junto a los pasteles, la carne y los estofados de verdura.
Además de los granjeros, había trabajadores con oficios especiales, como los carpinteros y albañiles, así como artesanos metalúrgicos y alfareros, que fabricaban jarras de cuello estrecho y copas anchas y bajas, o vasos con forma de pájaros y otros animales.

Batalla de Kadesh
Batalla de Kadesh

Habilidades artesanas de los hititas

Los hititas eran conocidos por su trabajo del metal. De las gentes de Anatolia aprendieron a trabajar el bronce y el arte de la fundición, la técnica que les permitía obtener hierro de la mena de este metal calentándolo a altas temperaturas. Los hititas guardaron celosamente este precioso secreto, pues era la base de su comercio. La mena de hierro era extraída de minas locales, donde in situ se le daba una basta forma de lingote. Los lingotes eran luego transportados a las ciudades para ser refinados y transformados en fuertes y duraderas herramientas y armas. No obstante, el hierro era escaso y la mayoría de las armas y armaduras hititas eran de bronce. Sólo al poco de la caída del Imperio hitita comenzó la verdadera Edad del Hierro.
Los hititas eran también hábiles canteros y escultores. De hecho, sus gigantes esculturas de dioses, hombres y animales son los restos más impresionantes que nos han quedado de su civilización. La mayor parte de las esculturas hititas eran relieves -grabados en superficies planas de piedra- destinados a ser vistos sólo de frente. No obstante, algunas pequeñas figuras de bronce, e incluso grandes estatuas de piedra, fueron esculpidas en bulto redondo.
La lana se hilaba y los vestidos se hacían en casa. Para diario, los hombres llevaban una túnica hasta la rodilla, de manga larga, sujeta en los hombros con alfileres de bronce. Para el exterior, las mujeres se ponían sobre los hombros capas largas para cubrir los ligeros vestidos que llevaban dentro de las casas. Tanto hombres como las mujeres llevaban joyas.
Durante las fiestas, los hombres hititas llevaban túnicas a media pierna llamadas «camisas urritas», adornadas con bordados o decoración de bronce. En ocasiones de Estado parece que los reyes pueden haber llevado los altos y cónicos sombreros reservados generalmente para los dioses hititas.

Lenguaje y escritura

Los hititas hablaban una lengua indoeuropea, que forma parte de un grupo de lenguas relacionadas con el sánscrito, que es la antigua lengua de la India. Las lenguas clásicas como el griego y el latín se desarrollaron a partir de este grupo y, seguidamente, dieron lugar al español, inglés, francés y otras lenguas europeas. Algunas antiguas palabras hititas son muy semejantes a su equivalente inglés; por ejemplo, la palabra hitita para agua era «watar» y la inglesa es «water»-, asimismo, la palabra para hija era «dohter», mientras que en inglés se dice «daughter».
De otras civilizaciones de la época, como la urrita y la babilonia, los hititas aprendieron el arte de escribir, tanto en jeroglífico (escritura de símbolos) como en cuneiforme (escritura con signos en forma de cuña). En el siglo XX se encontraron en los yacimientos hititas miles de tablillas jeroglíficas y cuneiformes, que han permitido a los historiadores reunir parte de la perdida historia del Imperio hitita.

El ejército hitita

El ejército hitita tenía reputación de ser una formidable fuerza de combate. Durante las campañas principales podía contar hasta con 30.000 soldados, y el propio rey dirigía a sus tropas en el combate. Los nobles y oficiales dirigían unidades menores, de entre 10.000 y 1.000 soldados.
Las divisiones de carros se encontraban entre las más efectivas unidades de combate del Oriente Medio antiguo. En otros ejércitos, como el egipcio, los carros llevaban dos hombres: un conductor y un guerrero armado con un arco y jabalinas para el combate a media distancia. Los carros hititas llevaban tres hombres: un conductor, un portador de escudo y un soldado armado con una lanza para el combate a corta distancia. Cargado con sus tres ocupantes, el carro hitita era menos maniobrable, pero la mano de obra extra lo volvía más mortífero en el núcleo de la batalla. El ejército también tenía divisiones de infantería, armadas con arcos, hachas, lanzas o espadas de tajo en forma de hoz. Los cascos y escudos ayudaban a proteger a los hombres de los golpes del enemigo.

Arquero en la batalla de Kadesh
Arquero en la batalla de Kadesh

Construcciones hititas

La capital del Imperio hitita era la gran ciudad de Hattusas. Sus ruinas ocupan en la actualidad unas 162 hectáreas de escarpados riscos y laderas, pero originalmente tenía 2,4 kilómetros de lado a lado. Fue edificada en un lugar donde muchos arroyos bajan desde la montaña, y los hititas excavaron cisternas en la roca sólida para almacenar ese agua. Los constructores de la ciudad no trazaron sus calles siguiendo un patrón ortogonal, sino que utilizaron toda la tierra sobre la que se pudiera construir. Para conseguir más terreno llano, construyeron terrazas en las desiguales laderas.
Las casas de Hatussas estaban construidas de ladrillo y piedra, con techos planos de maleza y barro soportados por vigas de madera. El interior de las casas debió de ser muy oscuro, pues hay pocas ventanas. Las casas más grandes, construidas para las familias de la nobleza, eran castillos en miniatura, colgados de salientes rocosos y fortificados con robustos muros. Además de viviendas, la ciudad también contenía muchos talleres de artesanos, tabernas, casas de comidas y graneros.

La ciudad de Hattusas

Por todo el Imperio hitita, la mayoría de la gente trabajaba la tierra, pero en la ciudad de Hattusas muchas personas se ganaban la vida con una profesión especializada. Había mercaderes, soldados, vigilantes, posaderos, médicos, sastres y zapateros, junto artesanos como alfareros, canteros y orfebres.
En el apogeo del imperio, las calles de Hattusas estuvieron repletas de personas: sacerdotes, guerreros y esclavos que se ocupaban presurosos de sus asuntos. Granjeros, panaderos y pescadores se mezclaban con otros ciudadanos mientras vendían sus mercancías. Los mercaderes que guiaban sus ponis de carga por entre las colinas cercanas sabrían que estaban llegando a su destino en cuanto vieran los rizos de humo que se alzaban sobre centenares de hogares y escucharan los martillos golpeando el hierro, los gritos de los soldados y los ladridos de los perros de la ciudad.
Los enemigos de los hititas, que se acercaban a la ciudad con intenciones mucho menos pacíficas, se arredrarían ante las defensas de la ciudad, pues ésta se encontraba rodeada por 6 kilómetros de altos terraplenes de tierra sobre los que había fuertes muros de piedra. Algunas de las rocas empleadas en las murallas eran tan grandes que visitantes posteriores creyeron que la ciudad había sido construida por gigantes. Un largo y secreto túnel construido bajo estos muros permitía a los defensores montar contraataques contra los invasores.
Las puertas que conducían a la ciudad estaban guardadas por torres y almenas. Las que mejor se conservan actualmente son las puertas meridionales, cerca de la cima de la cadena montañosa. Cada una de ellas estaba decorada con esculturas realizadas sobre piedras gigantes. La Puerta de las Esfinges estaba decorada con esfinges gemelas (tomadas de la mitología egipcia), mientras que la Puerta del León tenía dos leones rugientes que dan la impresión de estar a punto de cargar directamente fuera de la roca. La Puerta del Rey contaba con la estatua más delicada, la figura de un joven guerrero que sujeta un hacha, vestido con un casco puntiagudo y una túnica corta. Hoy día la estatua se encuentra en el Museo de Ankara, mientras que en la antigua ciudad sólo se conserva una copia.
En el interior de las puertas meridionales había un grupo de templos y castillos, así como viviendas más humildes. Más abajo, una fortaleza llamada la Cindadela, que incluía el palacio del rey con sus pasillos con columnas, se erguía sobre un saliente rocoso. Más abajo aún se encontraba el Gran Templo, que indudablemente era la sede de importantes fiestas hititas.


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