Impostores

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El otro día fue a recoger a una amiga de su trabajo para ir a comer. La vio superada. Aquel lugar era un hervidero de personas que correteaban, vociferaban sin parar, pero eran incapaces de sacar nada adelante. Como si el propio movimiento les paralizara. No tenían determinación alguna y consultaban hasta el más mínimo de los pasos. Al ver a su amiga al borde del parraque le sugirió que contratara a alguien para motivar a sus trabajadores, ahora que anda algo obsesionada con el engagement, el compromiso de los consumidores, por aquello de su tesis.

La miró divertida y le dijo que ya lo había hecho pero que no sirve de nada motivar a quien no quiere cambiar. Simplemente porque piensa que su vida es perfecta tal y como está. Y que para qué hacerlo si siempre ha hecho las cosas del mismo modo.

Probablemente conocerán a muchas personas así. Incompetentes que son incapaces de reconocer su propia inoperancia. Se trata del Efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo que hace que las personas con escasas habilidades se sientan superiores a personas con más conocimientos y que se hallen siempre en posesión de la verdad. Una especie de escudo mental contra la asunción de su habilidad real ya que ésta debilitaría su confianza.

En la otra cara de la moneda, probablemente esté usted. ¿Le cuesta aceptar un cumplido? Cuando alguien alaba su posición en la vida, ¿lo atribuye a la suerte? Si la respuesta es afirmativa puede que usted sufra el Síndrome del Impostor. Los expertos mantienen que el 70% de las personas lo ha experimentado alguna vez. Un síndrome que, curiosamente, padecen las personas competentes y que les hace pensar que no están capacitadas para desempeñar el cargo que ocupan y se pasan los días esperando que alguien, por fin, los desenmascare.

Puede que en alguna ocasión fuera real, que usted no supiera realizar la tarea encomendada porque el mundo está repleto de Dunning-Krugers. Individuos que reclaman lo imposible para salir reforzados juzgando a los peces por su habilidad de trepar al árbol.