Aparecido hace unos años en ordenadores y dispositivos iOS, Primordia es una de esas aventuras de corte tradicional point'n click, con gráficos pixelados y la buena mano de Wadjet Eye Games detrás. Diseñado por el estudio independiente Wormwood Studios —formado por integrantes con experiencia en la industria del videojuego, eso sí—, Primordia sigue las pautas generales de una aventura diseñada con AGS, pero que cuenta con un trasfondo filosófico muy interesante, y una historia que, aunque tarda en arrancar, termina por enganchar al jugador.
En su momento Primordia alcanzó el beneplácito de los amantes de las aventuras clásicas. Más allá de su aspecto comedido y claustrofóbico, herencia de títulos como Beneath a Steel Sky —es fácil dar con esta referencia—, el juego de Wormwood Studios esconde un desarrollo inquietante que parece sacado de un cuento corto de Philip K. Dick: ciencia ficción, máquinas robots con alma programados con algoritmos supuestamente provenientes del hombre "creador", actitudes fanáticas de la religión más ortodoxa o pensamientos filosóficos que nos llevarán a identificarnos con los protagonistas, son solo algunas de las aristas que esconden este pequeño diamante en bruto, marrón y pesadumbroso, que sorprenderán al más pintado.
Horatio y Crispin, los robots protagonistas de Primordia
En el juego encarnaremos al robot humanista —aunque parezca contradictorio— Horatio 5 —versión número cinco del robot, se entiende— y su compañero de fatigas Crispin, un pequeño androide con capacidad para levitar con cierto sentido del humor sardónico, contrapunto perfecto a la profundidad de la que hace gala nuestro querido Horatio, robot seminarista por autonomasia, amante del hombre y su creación, y un poco desesperante con sus continuas ideas fatalistas, todo hay que decirlo. Sin embargo, Horatio se caracteriza por vivir a su aire, sin seguir un algoritmo —al menos en apariencia— al pie de la letra como hacen el resto de congéneres robóticos del devastado mundo donde transcurre el juego. Una característica que le proporciona cierta libertad al vivir a las afueras de Metropol, la ciudad de la que reniega en los primeros compases, pero que se ve truncada al recibir la visita de un desagradable robot en busca de energía.
Esos orificios nasales nos inducen a pensar que algo útil se esconde en el interior
Y es que al principio de Primordia veremos como una máquina de aspecto extraño y cuadricular irrumpe en nuestra nave-hogar, para hacerse con el núcleo de energía, robarlo y salir disparado dejándonos compuestos y sin mucha esperanza de vida, pues la autonomía es escasa, y las fuentes de energía también. Así pues, nuestro primer objetivo será componernos para conseguir recargar nuestras baterías antes de terminar apagados, al tiempo que recuperamos ese libre albedrío del que hace gala Horatio. Obviamente no iba a ser tan fácil, y en nuestra búsqueda las tornas irán cambiando, descubriremos facetas de la personalidad de nuestro protagonista que no imaginábamos, jugando con la narrativa y el jugón y, en definitiva, abriremos todo lo que tiene que ofrecernos Primordia.
Cabezón como él solo, os costará tratar con este robot
Porque es cierto que la primera media hora puede hacerse algo pesada y lenta, sin un objetivo claro —el contexto en el que nos movemos no está muy bien explicado, seguramente de forma deliberada por parte de los creadores—, por lo que actuaremos por impulsos, aplicando la lógica que se sobreentiende en unos robots y conversando con algún que otro personaje que encontremos en los páramos. Al cabo de este tiempo, la historia empieza a interesar más y nuestros pasos se encamniarán precisamente hacía Metropol, la cidudad de la que reniega Horatio, ahondando un poco más en las cuestiones filosóficas que se plantean —justicia, materialismo, destrucción— aunque sin llegar a resolverlas todas, dejando parte del trabajo para la imaginación del jugador.
Algunos diseños os recordarán inevitablemente al legendario diseñador suizo Giger
En cuanto a su jugabilidad y mecánicas, obedecen a las clásicas de las aventuras tipo point'n click, debidamente adaptadas a un medio como Switch, con botones para activar accesos directos, descubrir de una tacada los "puntos calientes" en la pantalla, o mover el cursor a dos velocidades según el joystick que manejemos. Está todo lo bien resuelto que puede estar trasladar un título de estas características a un medio como el consolero, habida cuenta que esfuerzos anteriores no han tenido tanta suerte. Los puzles y acertijos no son obtusos, salvo algún que otro encontronazo que muchas veces puede ser salvado al interpelar a nuestro compañero volador Crispin, y una especie de diario que también sirve como mapa para desplazarnos a nuevas zonas descubiertas, guardará todo aquello que se considere importante para avanzar en la aventura.
El telescopio nos ayudará a encontrar nuevas zonas del mapa
Gráficamente, Primordia ha optado por un estilo pixelado, con resolución tipo VGA y una paleta de colores marrones y grises que acompañan el cierto pesimismo que impregna este extraño y desolado mundo, si bien, no nos ha gustado cierta inconsistencia entre el tamaño del pixel en fondos y personajes, por ejemplo. Encontraremos inspiraciones a otros juegos como el mentado Beneath a Steel Sky, pero también I Have No Mouth, And I Must Scream, Fallout o el arte de H.G. Giger, algo que se hace especialmente palpable en algunos escenarios de interiores. La banda sonora también es ciertamente opresiva y, aunque suele quedarse en un segundo plano, no interfiere ni se hace pesada, algo importante sobre todo si nos encontramos atascados en un par de localizaciones y tenemos que estar escuchando una y otra vez lo mismo. El juego está doblado correctamente al inglés, con subtítulos al español. Una traducción, por cierto, muy notable y necesaria, habida cuenta del alto nivel del idioma que a veces nos exigen los conceptos esotéricos o pensamientos profundos que surgen en los diálogos.
El uso del inventario es sencillo e intuitivo
Primordia es una aventura gráfica clásica en todo su esplendor, para lo bueno y para lo malo. Su funcionamiento es a veces lento y algo extraño, no contextualizando lo suficiente ese primer arranque que desconcierta un poco al jugador. Los gráficos al estilo años 90 pueden no gustar a todos, pero son adecuados y están bien realizados, y los escenarios y los colores opresivos y tristes, en consonancia con el propio juego. El sentido del humor sufre también un raro equilibrio, entre el razonamiento humanista más sesudo de Horatio, y las salidas de tono de Crispin pero, extrañamente, para nosotros al menos, funciona. Con todo, no podemos dejar de recomendar esta aventura, no muy larga, y que te hará pensar, con alguna sorpresa —hay varios finales—, y refrescante en lo distinto del tono más ácido o gamberro de Lucas y Sierra. Disfrutarlo ahora en Switch es una gozada, sobre todo en modo portátil, con el objetivo de salir un poco del círculo de los títulos más mainstream del momento.