Incendio de recortes

España se quema. Como siempre, como cada año. Los incendios se han convertido en una canción más del verano, un copia-pega de titulares de un año para otro que se repite como los reportajes sobre aire acondicionado en primavera y sobre sistemas de calefacción en otoño, un runrún machacón, ardiente y destructivo. ¿Destructivo? Bueno, no siempre y no para todos. Frente a los que pierden sus casas, sus tierras, su vida, y esta vez no a manos de un banco, y frente al resto porque todos perdemos cuando se nos quema un trozo de pulmón, algunos aprovechan la devastación para recalificar unos terrenos que se han quedado estériles y así sembrar nuevos frutos en ellos: naturaleza muerta de cemento, ladrillo y vigas (¡qué poco han evolucionado las técnicas constructivas y la necedad en el último siglo!).

Los recortes en los presupuestos destinados a prevenir y combatir incendios no han sido los culpables del fuego que asola ya 50.000 hectáreas en Valencia (y el verano no ha hecho más que comenzar). Patanes y gentes de pocas luces que queman rastrojos, hacen barbacoas o tiran cigarrillos en zonas de riesgo siempre ha habido, hay y habrá. Por eso es importante la educación, fomentar el conocimiento del medio natural, sus riesgos, porque conocer y entender lo que nos rodea nos hace más personas. Pero para eso hace falta dinero. Y aún con todo siempre habrá incendios y ahí entra en escena el presupuesto destinado a prevención y extinción tanto para medios humanos como técnicos.

Estos políticos que nos ha tocado vivir se calientan la cabeza, aunque ese calentamiento nunca llega enciende la chispa, decidiendo a dedo dónde recortar. La respuesta la tienen cada mes, seguramente alguno de ellos en sus manos en estos momentos, otros hace unas horas: era un papel procedente de su empresa, el Estado, que decía en letras grandes Nómina. El Gobierno de François Hollande, nuestro valedor ahora en la Europa de Merkel, lo vio claro nada más acceder al poder. Y no se incendiaron los Campos Elíseos.