En los últimos años, España y Portugal han sido escenario de incendios forestales de una magnitud sin precedentes, y lo que antes se consideraba un fenómeno estacional, localizado y controlable, hoy se ha transformado en un problema estructural ligado al cambio climático.
En 2025, la situación alcanzó niveles críticos: más de 640.000 hectáreas ardieron en la península ibérica, una superficie equivalente a 4 veces el área del Gran Londres, lo que representa cerca del 1% del territorio ibérico.
La emergencia climática está intensificando fenómenos extremos (olas de calor, sequías prolongadas y condiciones meteorológicas que facilitan la propagación de llamas), convirtiendo a los incendios forestales en la península ibérica en un desafío ambiental, social y económico de primer orden.
Pero, más allá de la alarma, este escenario también nos invita a reflexionar sobre la urgencia de impulsar políticas de sostenibilidad y medidas de adaptación que reduzcan la vulnerabilidad de nuestros ecosistemas y comunidades.
1. Causas del auge de incendios extremos
Los incendios forestales no son un fenómeno nuevo en la península ibérica, pero en las últimas décadas sus características han cambiado drásticamente.
Varios factores confluyen para explicar esta intensificación:
1.1 Cambio climático y condiciones meteorológicas extremas
El aumento de las temperaturas medias, que ya supera 1,3ºC respecto a la era preindustrial, ha creado un contexto propicio para la proliferación de grandes incendios.
En agosto de 2025, España sufrió la ola de calor más intensa registrada, con una anomalía de +4,6ºC y un periodo de 16 días consecutivos de temperaturas extremas. Estas condiciones secan rápidamente la vegetación, generando un combustible perfecto para el fuego.
Estudios recientes muestran que, en el clima actual, fenómenos meteorológicos como los que alimentaron los incendios de 2025 ocurren una vez cada 15 años. Sin el calentamiento global, habrían sido eventos tan raros que sólo se esperarían cada 500 años.
1.2 Sequías y desertificación
La península ibérica es especialmente vulnerable a las sequías prolongadas, un fenómeno cada vez más frecuente en el Mediterráneo.
La falta de agua reduce la humedad de los suelos y debilita la vegetación, facilitando la propagación de las llamas y dificultando las tareas de extinción.
1.3 Transformaciones socioeconómicas
La despoblación rural y el envejecimiento de la población en muchas regiones de España y Portugal han dejado grandes extensiones de terreno sin gestionar.
La desaparición de prácticas tradicionales como el pastoreo o la recogida de leña ha provocado la acumulación de masas forestales densas y maleza, que actúan como una carga explosiva de combustible.
1.4 Factores antrópicos
A pesar de las condiciones climáticas, la mayoría de los incendios tienen un origen humano, ya sea por negligencias, accidentes o provocación intencionada.
Las mejoras legales y sancionadoras han reducido la incidencia en las últimas décadas, pero la magnitud actual de los incendios demuestra que el problema está lejos de estar resuelto.
2 Impactos de los incendios forestales en España y Portugal
El alcance de los incendios extremos trasciende la pérdida de superficie arbolada. Sus impactos multidimensionales afectan a ecosistemas, economías locales, patrimonio cultural y salud pública.
2.1 Pérdida de biodiversidad
Los incendios de 2025 arrasaron zonas protegidas como los Parques Nacionales de Picos de Europa (España) y Gerês (Portugal).
Se destruyeron hábitats críticos para 395 especies en peligro, vulnerables o protegidas, incluyendo áreas esenciales para urogallos, cigüeñas negras y osos pardos.
La pérdida de biodiversidad debilita el equilibrio ecológico y compromete servicios ambientales como la regulación del agua o la fertilidad del suelo.
2.2 Daños económicos y sociales
Miles de hectáreas de viñedos, olivares y montes de aprovechamiento maderero quedaron reducidos a cenizas. El turismo también se vio afectado: incluso rutas icónicas como el Camino de Santiago tuvieron que ser cerradas temporalmente.
En total, más de 36.000 personas fueron evacuadas en España y unas 1.000 en Portugal, con al menos 8 fallecidos.
2.3 Salud pública
El humo y las partículas en suspensión generadas por los incendios provocan problemas respiratorios y cardiovasculares, especialmente en personas vulnerables.
La exposición prolongada a estos contaminantes puede tener efectos graves a largo plazo en la salud de las comunidades afectadas.
2.4 Patrimonio cultural y natural
Además de los ecosistemas, el fuego amenaza bienes culturales, desde ermitas rurales hasta senderos históricos.
La pérdida de este patrimonio supone un daño irreparable para la identidad cultural y el atractivo turístico de las regiones afectadas.
3. Respuestas y soluciones para un futuro más sostenible
Frente a un escenario de incendios cada vez más extremos, no basta con la reacción inmediata. Es imprescindible adoptar una estrategia integral que combine prevención, adaptación y mitigación.
3.1 Fortalecer la prevención
- Gestión forestal activa: fomentar el uso sostenible de los montes, reducir la acumulación de biomasa y promover actividades como el pastoreo extensivo.
- Educación y sensibilización: campañas para concienciar sobre la importancia de evitar negligencias y denunciar actividades sospechosas.
- Vigilancia tecnológica: uso de satélites, drones e inteligencia artificial (IA) para detectar focos tempranos y predecir riesgos.
3.2 Adaptación al cambio climático
- Planificación territorial: reducir la exposición de infraestructuras críticas y comunidades vulnerables en zonas de alto riesgo.
- Refuerzo de los servicios de emergencia: dotar de más recursos humanos y materiales a bomberos, brigadas forestales y mecanismos de cooperación europea.
- Protección de ecosistemas resilientes: restauración de bosques autóctonos más resistentes al fuego y menos inflamables que las masas de repoblación homogéneas.
3.3 Mitigación y adaptación global
La raíz del problema es el cambio climático. Para reducir el riesgo de incendios extremos en el futuro, es fundamental avanzar en:
- Descarbonización de la economía: transición hacia energías renovables y reducción de emisiones en transporte e industria.
- Economía circular y sostenibilidad: fomento de modelos de consumo responsable que reduzcan la presión sobre los ecosistemas.
- Cooperación internacional: reforzar el papel de mecanismos como el Mecanismo de Protección Civil de la UE, que ya en 2025 fue activado más de 17 veces en la región mediterránea.
4. Conclusión
Los incendios forestales extremos en España y Portugal son mucho más que una catástrofe ambiental: son un síntoma evidente de la crisis climática que enfrentamos.
La ciencia confirma que, sin el calentamiento global, eventos como los de 2025 serían extremadamente improbables. Hoy, en cambio, forman parte de una nueva normalidad que amenaza tanto a los ecosistemas como a la calidad de vida de las personas.
Sin embargo, lejos de caer en la resignación, este desafío debe convertirse en una oportunidad para replantear nuestro modelo de desarrollo. Gestionar mejor los bosques, fortalecer la resiliencia de nuestras comunidades y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) no solamente ayudará a prevenir incendios, sino que abrirá el camino hacia un futuro más sostenible, justo y seguro.
El fuego nos recuerda que el cambio climático no es un problema lejano, sino una realidad palpable. Y, aunque las cifras son alarmantes, la acción colectiva puede marcar la diferencia. La península ibérica puede convertirse en un referente de sostenibilidad si transformamos la emergencia en un motor de cambio.
El artículo Incendios extremos en la península ibérica: la nueva cara del cambio climático se publicó primero en ecointeligencia.
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