El título de este artículo es también el nombre de mi canción preferida de Joaquín Sabina. Obviamente, el maestro de Úbeda, no la escribió pensando en la situación del Real Betis Balompié, pero llevo años pensando que la letra le viene como anillo al dedo al devenir de mi amado equipo.
Hace ya tiempo que lo que ocurre en el club verdiblanco ocupa un lugar secundario en mis preocupaciones y quebraderos de cabeza. La vida ya es lo suficientemente difícil y compleja como para añadirle al saco de los tormentos los problemas de tu equipo de fútbol. Mi trabajo (que no tengo), la salud de los míos y, sobre todo, la felicidad de mis hijas y su madre es lo único que me quita el sueño.
Pero siempre aparece, como el fantasma que vive en los espejos, el Real Betis Balompié. El pobre Betis de mis amores. Está y estará ahí mientras viva. Intento obviarlo, pero no lo consigo del todo. Me digo que no tengo que perder ni un segundo en pensar en posibles soluciones a sus problemas, en indignarme con los que gestionan mal, muy mal a la entidad verdiblanca pero, a renglón seguido, ya le doy vueltas a la cabeza para tratar de plasmar, juntando letras, mis pensamientos.
Cuánta razón tiene Sabina cuando dice que el dolor se iría mucho más lejos si no estuvieras dentro de mi alma. Pero es inevitable gritar al filo de la aurora la falta que me haces, aunque sea un grito interior y silencioso pero desgarrador, con un dolor doble: por el Betis y por mí, que no soy capaz de librarme de estos problemas triviales como un baile de disfraces.
Incluso en estos tiemposde aprender a vivir sin esperarte,
todos los días tengo recaídas
y aunque quiera olvidar no se me olvida
que no puedo olvidarte
Real Betis Balompié