Revista Cultura y Ocio

Inconcebible

Por Revistaletralibre
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Texto © Beto Brom

El silencio era atronador... Sólo se rompía con el pestañear de las estrellas... Silencio denso... Frío... Apabullante…

Allí, presente y oscura, la figura se movía pesada, lenta y cautivadora.

No había duda alguna, aunque nadie lo vaticinó, su llegada no fue considerada sorpresa, es más, varios la recibieron con cierto entusiasmo, no obstante trataron de no hacerlo notar.

Tanto unos como otros, empezaron a llegar al centro del predio, como si el evento hubiese sido ensayado con anterioridad.

Cada uno ocupó su lugar, no había marcas o señales que estipularan la ubicación que les correspondiera, sin embargo la alineación se asemejaba a un plan prefijado; la razón era una, no estaría permitida equivocación alguna, el riguroso orden involucraba atención, respeto y obediencia plena.

Una melodía suave comenzó a inundar el ambiente, en momentos fuertes acordes se percibían desde lejos...los decibelios iban en aumento...un susurro pareció escucharse...a paso lento pero seguro, aquella figura comenzó una transformación.

Ahora ya era factible discernir un pequeño cuerpo ataviado con una capa de colores esfumados; sus brazos aparentaban pequeñas alas que oscilaban al compás del sonido de la música que envolvía a los presentes, éstos se mantenían quietos en sus lugares como hipnotizados.

Una nube de gran tamaño se posó a escasa altura cubriendo a aquella multitud, que alzando sus cabezas lograron ser captados por una inesperada luminosidad que apareció de imprevisto.

No hubo reacción alguna, nadie atinó a moverse o emitir sonido alguno, y entonces, una lenta elevación de las supuestas alas de la figura como indicando una señal, fue percibida.

En el acto, aquella congregación fue absorbida por un ojo gigantesco, a semejanza del de un aterrador huracán.


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