Todavía en el siglo XXI, la incontinencia urinaria sigue siendo un tema “tabú”, un problema que genera consecuencias nefastas para la calidad de vida de las personas que lo padecen, en su mayoría mujeres, que pueden llegar a padecer desde estrés hasta ansiedad a causa de este trastorno.
La Sociedad Internacional de Incontinencia la define como “la pérdida involuntaria de orina que provoca problemas sociales e higiénicos a la persona que la padece”, pero la incontinencia urinaria no se considera una enfermedad en sí mima, sino la consecuencia de una alteración en la fase de llenado vesical que puede deberse a diferentes causas.
Esta anomalía, como tal, es propia de mujeres mayores. Sin embargo, los expertos médicos confirman su aparición también en mujeres jóvenes, así como en hombres y menores, aunque matizan que “como síntoma o reflejo de otras dolencias” como problemas congénitos, lesiones medulares, afecciones de próstata, diabetes o problemas neurológicos.
En el mundo, hay cerca de 200 millones de mujeres que padecen este problema. En el caso de España, se habla de cifras que rondan entre el 20 y el 50 por ciento de las mujeres en edad fértil, esto es, de los 14 a los 60 años, y se destaca que el 10 por ciento de las mayores de 50 años la padecen.
¿Por qué aparece este trastorno?
Según los expertos, la incontinencia se produce cuando la presión dentro de la vejiga es superior a la presión en la uretra, lo que puede estar causado por diversos motivos. Así, los expertos diferencian entre tres tipos de incontinencia.
La incontinencia de esfuerzo es la causada por un problema de movilidad de uretra, cuando la presión del abdomen provoca la salida de la orina. Está basada en la mala transmisión de presiones, y afecta a las personas que al realizar cualquier esfuerzo, como toser o levantar un peso, tienen un escape.
Por su parte, la incontinencia de urgencia consiste en la pérdida involuntaria de orina asociada a una necesidad imperiosa y repentina de orinar. El origen de esta incontinencia se encuentra en el detrusor. Este tipo de incontinencia se asocia a un deseo imperioso y brusco de orinar, sin capacidad de retener la orina.
El tercer tipo es la incontinencia por un fallo en el esfínter, el músculo que controla los escapes de orina. Esta tipología afecta sobre todo a personas de avanzada edad o a personas que han sido operadas.
De estos tres tipos de incontinencia, la más frecuente es la de esfuerzo (IUE): una de cada tres mujeres de entre 18 y 65 años de edad la padece, tal y como lo ha revelado la encuesta multinacional “Incontinencia urinaria de esfuerzo y mujeres: descubrir la verdad”, realizada por la Sociedad Internacional de Incontinencia (ICS).
Además de estos problemas orgánicos, existen factores como la edad, el embarazo, haber tenido varios partos o haber padecido infecciones, que pueden alterar su correcto funcionamiento y provocar escapes involuntarios. También son factores de riesgo que explican la aparición de este problema el sobrepeso, fumar o padecer patologías como la bronquitis crónica, que derivan en una tos persistente, así como algunas intervenciones quirúrgicas que afectan al nervio pélvico y que pueden dañar el tejido conjuntivo y las estructuras neuromusculares, dentro y fuera de la uretra.
La importancia de acudir al médico
Sin embargo, y a pesar de la alta tasa de prevalencia de este trastorno, lo cierto es que de cada cuatro mujeres que padecen incontinencia urinaria, sólo una de ellas acude a la consulta, según los datos expuestos en el Congreso Nacional de Urología celebrado el pasado mes de abril en Pamplona.
Los expertos allí congregados explicaron que la citada proporción es tan elevada debido a que las mujeres creen que la pérdida de orina es algo “inherente a su condición”, con lo que deben de convivir, y que no tiene fácil solución.
Este es uno de los mayores errores que se cometen con respecto a la incontinencia urinaria, puesto que los expertos señalan que hoy en día la mayoría de los casos son tratables y reversibles, para lo que es necesario acudir a consulta.
En este sentido, tanto urólogos como ginecólogos han aunado esfuerzos para animar a las mujeres a acudir a las consultas para conseguir un diagnóstico correcto que ayude en la elección del tratamiento adecuado para este tipo de patologías del suelo pelviano.
Un problema social
En cualquier caso, lo cierto es que, tal y como evidencian los datos, se trata de un problema de grandes dimensiones, tanto por sus consecuencias para la salud, como por sus repercusiones económicas, sociales y psicológicas.
Todas ellas derivan en la merma considerable de la calidad de vida de las mujeres que padecen esta anomalía. No en vano, según reflejan los datos de una encuesta realizado en nuestro país, la mayoría de las afectadas por este problema limita sus viajes, tiene la sensación subjetiva de desprender mal olor, acota su vida social, siente vergüenza por sufrir incontinencia y limita su vida sexual.
Y es que, la incontinencia de orina produce un complejo tan grande a las mujeres que la padecen que hace que prefieran quedarse en casa por temor a las pérdidas de orina. Se trata, por lo tanto de un problema que hace que se sientan mal consigo mismas y provoca una importante pérdida de autoestima.
Esta situación desemboca en el padecimiento de importantes trastornos emocionales que van desde un fuerte sentimiento de vergüenza e inseguridad, pasando por estrés, ansiedad, inhibición afectiva o depresión, hasta un aislamiento tota de la vida social, lo que acarrea una gran pérdida de calidad de vida.