No soy independentista, quede claro desde el principio para amantes de las patrias. Pero que estén tranquillos porque tampoco estoy dispuesto a enarbolar bandera alguna en nombre de ninguna otra nación. De la misma manera, no me siento heredero de ninguna historia, ni de aquí ni de allá ni de acullá, no siento que deba defender no sé qué actos o hechos que nadan tienen que ver conmigo, ya sea la historia explicada por unos u otros. Ni lo siento ni lo quiero. Por supuesto, tampoco debo pedir perdón por las atrocidades que otros hicieron, como tampoco me otorgo los valores que otros pudieran haber conquistado. Sintetizando, en una guerra de banderas, siento mucho decirles que yo miraría desde mi balcón deseando que nadie se haga daño con las astas o con las necedades, pero no esperen que baje a defender sus naciones. Pues bien, algo tan simple es difícil de sostener ante los que gustan de envolverse en sus valores patrios. No hay manera de que entiendan que no defender a unos no implica defender a los otros.
¿Qué puedo hacer? Poco, más allá de insistir en mis explicaciones, aunque tampoco pido mucho más. Hoy me servirá de apoyo un artículo que he leído en un diario digital catalán, Nació Digital.cat, en concreto un artículo de opinión de Xavier Roig titulado Fills d'invasors, només. Pues bien, en este artículo se hacen una serie de afirmaciones, argumentadas con dudosa seriedad y con algún menosprecio, sobre el significado de la inmigración peninsular en Catalunya durante los años del franquismo. Algunas de estas afirmaciones son directamente ofensivas, otras retorcidas y, en cualquier caso, soportadas en casos concretos que el señor Roig dice conocer. Pero el peligro que corre el articulista es el de caer en un pozo de falacias, porque cuando argumentamos desde algún caso concreto corremos el riesgo de elevar a categoría universal lo que no merece llegar más allá de simple anécdota. Yo no me atrevo a decir que sea anecdótico lo que él explica, pero me niego a aceptar que sea universal, entre otras cosas porque conozco a muchas familias que no encajan en su simplificación interesada y porque siento que mi familia y yo mismo hemos sido insultados.
Afirma el señor Roig que las personas que llegaron en aquellas oleadas migratorias venían a Catalunya con la "intención de quedarse, adaptarse y considerarla su casa -a pesar de que esta tierra les era un poco extraña-. Pero otros llegaron porque este era un territorio conquistado al enemigo y porque se había decidido, al acabar la guerra, que esta porción de tierra tenía que ser culturalmente destruida y españolizada". Ni más ni menos. Con todo el respeto, señor Roig, creo que comete algunas incorrecciones reduccionistas que por supuesto le sirven en bandeja la imagen que buscaba: una Catalunya víctima y una España opresora. Yo no entro en esa discusión, esté usted tranquilo que no voy a defender a España, pero no hable usted en nombre de los emigrantes porque entonces debo defenderme yo y a los míos.
Primera incorrección. Dice que Catalunya era una tierra extraña para los emigrados de otras partes de la península, pero debo decirle que eso es inexacto. Al menos merece una aclaración. Todos los que llegaban a Catalunya, en palabras que ellos mismos han pronunciado en innumerables ocasiones, eran simplemente "muertos de hambre", las víctimas de una guerra y una sociedad que nada les ofrecía. Daba igual que el destino fuera Barcelona, Madrid, Bilbao, Frankfurt o Ginebra. Para ellos todas las tierras eran extrañas, la catalana o la del pueblo de al lado, incluso eran extraños en su propia tierra, tal era la pobreza y la crueldad del régimen. Pero no crea que llegaron a Barcelona porque tuvieran un interés especial en la sombra de la Sagrada Familia. Para ellos Catalunya no era Ítaca, fue simplemente una posibilidad como cualquier otra.
Segunda incorrección. También olvida usted, no sé si deliberadamente, que además de Murcia, Andalucía o de Galicia, a Barcelona y su periferia llegaban hambrientos desde el Pirineo, desde la plana de Lleida o desde las comarcas interiores de Catalunya. Todos iguales, sin nada, con hambre y con la esperanza de tener un futuro. Los movimientos migratorios de postguerra no eran tan simples como usted nos quiere mostrar. Olvídese de terruños, señor Roig, la procedencia eran siempre el hambre y la pobreza.
Tercera incorrección. Comienza a ser recurrente en algunos catalanes esa idea de que desde algún lugar del franquismo se decidió la colonización específica de Catalunya con emigración llegada desde otras partes del estado para españolizar a los díscolos catalanes. También he llegado a oír que esta planificación fue propuesta por algunas élites empresariales catalanas adeptas al régimen fascista. Se dicen muchas memeces en estos tiempos. He buscado documentación y he preguntado a diferentes historiadores, algunos de ellos tan catalanistas como usted, y puedo asegurarle que todos ellos me han dicho que no hay ninguna prueba de tal bulo, ni siquiera la sospecha de que fuera así. ¿Posee usted información que demuestre lo contrario? Si es así, yo le agradecería que la mostrara.
Cuarta incorrección. Es también muy recurrente en algunos círculos nacionalistas interpretar la Guerra Civil Española como un enfrentamiento entre España y Catalunya. Cierto es que usted no lo dice así, pero desliza esa idea muy sutilmente cuando afirma "este era un territorio conquistado al enemigo". Debo decirle que esa afirmación deshonra e insulta a los miles de muertos no catalanes que defendieron la República. El fascismo fue una lacra que durante cuarenta años masacró a Catalunya, como también masacró al resto del territorio peninsular. Los catalanes fuimos víctimas, pero también los miles de muertos y represaliados andaluces, asturianos o castellanos. ¿A quién interesó? Pues a los mismos de siempre, a ciertas clases acomodadas que veían en la República Española al enemigo. Y esas clases acomodadas cómplices del franquismo las podía encontrar en cualquier rincón de la República, incluida Catalunya. Y aquí sí que hay documentos históricos que demuestran la connivencia o la colaboración financiera de ciertos personajes con el régimen fascista. No iré más lejos.
Así pues, señor Roig, defienda usted sus ideales independentistas. Yo no le pondré zancadillas ni obstáculos en su camino. Haga usted del futuro de Catalunya su bandera, es su derecho. Pero, por favor, no insulte la memoria de los muchos pobres, de todos aquellos trabajadores que no eran ni franquistas ni defensores de la patria catalana, de los que vinieron a trabajar de sol a sol para, simplemente, dejar de pasar hambre. No sé si eran mayoría o minoría, me da igual, solo sé que merecen un respeto que usted no parece reconocerles en su artículo.
Gabriel Fernández Paz
Magazine
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