Jaipur
Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que atravesé las puertas de la muralla, para entrar en la ciudad de Jaipur. El coche en el que viajaba se abría camino a pitidos para tratar de transitar por una calle invadida por multitud de motos que transportaban a tres y cuatro personas, vacas, rickshaw, transeúntes, etc... La ciudad rosada, como se la conoce, quedaba a los lados con sus edificios que, a pesar de los años y el decadente estado de conservación, aún mantienen la elegancia de la época de los Maharajas. Caminar por la ciudad o cruzar una calle resulta toda una temeridad, el concepto que allí tienen del semáforo y el paso de cebra es opuesto al nuestro, por lo que solo queda lanzarte a la carretera pegado a algún indio y confiar en ser esquivado por los vehículos motorizados e incluso por el camello que ves aproximarse por la calle!!
Palacio de los Vientos en Jaipur
Quien visita India, no se queda indiferente. Hay un antes y un después de un viaje a la India. Conocer de cerca unas tradiciones propias que mantienen un sistema de castas contra el que aún luchan las autoridades; observar a las mujeres que, incluso viviendo en lugares muy precarios, visten hermosos e impolutos saris; contemplar la normalidad con la que cohabitan personas y animales y visitar sus ciudades con unos conjuntos arquitectónicos maravillosos, resulta muy impactante. La India, por su tamaño, resulta prácticamente imposible de conocer en un solo viaje, salvo que uno se pueda coger un año sabático!! Recorrer el estado de Rajastán es una experiencia para los sentidos, es un viaje con color y sabor. El colorido nos lo dan las propias ciudades, ya que además de la ciudad rosada de Jaipur, tenemos la ciudad blanca de Udaipur, repleta de palacios, la ciudad azul de Jodhpur y la espectacular ciudad dorada de Jaisalmer. Esta última se encuentra en medio del desierto, y rodeada por un fuerte, uno puede perderse en sus calles flanqueadas por palacios y havelis mandados construir por los ricos mercaderes del siglo XIX con la arenisca dorada de la zona, así como caminar por sus polvorientas calles bajo la atenta mirada de alguna vaca que campa a sus anchas impidiendo el paso. Esto forma parte de la India.
Jodhpur
Udaipur
El sabor viene marcado por el inevitable picante de sus comidas que no resulta del agrado de todos, pero siempre queda la posibilidad de pedir platos sin picante para garantizar que solo picará un poquito... gajes del oficio del viajero!. El Taj Mahal es la meta de muchos visitantes y no defrauda a nadie. Multitud de personas hacen cola a diario para fotografiarse con la que está considerada una de las siete maravillas del mundo.
Taj Mahal
Con una población mayoritariamente hinduista, la religión marca la vida en La India. Ciudades míticas como Benarés, ayudan a entender como ven la vida y la muerte. Salir al amanecer en el barco para contemplar las abluciones que la población hace desde los Ghats en el Ganges, es algo único. La zona de los Himalayas, cerca de Tibet es completamente diferente como lo es el sur, con ciudades de influencia portuguesa como Cochin, o las tranquilas aguas navegables de los canales de Kerala, o los templos hindúes que encontramos en Trichy o Madurai...
Después de haber viajado en tres ocasiones a la India, siento la necesidad de volver para descubrir otros lugares distintos, pero siempre con la misma gente: mujeres de blancas sonrisas con su punto rojo en la frente, hombres con turbantes que esconden un larguísimo pelo, faquires con posturas enrevesadas, aunque también encontraremos mendigos, niños con la mirada perdida y gente con muchas necesidades. Sin duda, esa es la parte amarga de la India, pero siempre queda la satisfacción de saber que al visitarlo ponemos nuestro granito de arena en el progreso del país, dando trabajo a guias, camareros, recepcionistas, comerciantes, conductores de ricksaws y un largo etc.Para aquellos que aún no han sentido la llamada de La India, les animo a escuchar con mas atención y lanzarse a descubrir un país que hace reflexionar a quien lo visita.