Viernes 9 de Diciembre de 2016
El denso cúmulo de estrellas RCW 38 brilla a unos 5.500 años luz de distancia en dirección a la constelación Vela. Así como el Cúmulo de Nebulosas Orión, RCW 38, es un “cúmulo enterrado” en el sentido de que la naciente nube de polvo y gas aún envuelve a sus estrellas. Los astrónomos han determinado que la mayoría de las estrellas, incluyendo las rojizas de poca masa, superan en cantidad a todas las demás en el Universo, se originan en estos lugares ricos en materia. Por lo tanto, los cúmulos enterrados proveen a los científicos de un laboratorio vivo en donde explorar los mecanismos de formación de estrellas y planetas. “Al mirar cúmulos de estrellas como RCW 38, podemos aprender mucho sobre los orígenes de nuestro Sistema Solar y de otros, como también de aquellas estrellas y planetas que aún están por venir”, afirma Kim DeRose, autora principal del nuevo estudio publicado en la revista especializada Astronomical Journal. DeRose realizó su trabajo sobre RCW 38 mientras era estudiante de pregrado en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, en Estados Unidos.
Empleando el instrumento de óptica adaptativa NACO en el Very Large Telescope (VLT) de ESO, los astrónomos obtuvieron la imagen más nítida jamás lograda de RCW 38. Éstos se concentraron en un área pequeña del centro del cúmulo que rodea a la estrella masiva IRS2, la cual brilla en el abrasador rango blanco-azul, donde están las temperaturas más altas y los mayores colores de superficie posibles para las estrellas. Estas espectaculares observaciones revelaron que IRS2 no es una, sino dos estrellas, un sistema binario consistente en abrasadoras estrellas gemelas, separadas por una distancia equivalente a unas 500 veces la existente entre la Tierra y el Sol. En la imagen de NACO, los astrónomos encontraron un puñado de protoestrellas, precursoras de estrellas ya desarrolladas pero apenas luminosas, y docenas de otras candidatas a estrellas que han logrado subsistir en esta zona, a pesar de la potente luz ultravioleta irradiada por IRS2. Sin embargo, puede que algunas de estas estrellas en gestación no logren superar la etapa de protoestrella. La fuerte radiación de IRS2 energiza y dispersa el material que, de otra forma, colapsaría en nuevas estrellas, o se ha establecido en los llamados discos protoplanetarios en torno a estrellas en desarrollo.
En el curso de varios millones de años, los discos que sobreviven pueden dar origen a planetas, lunas y cometas que constituyan sistemas planetarios como el nuestro. Como si los intensos rayos ultravioleta no fueran suficientes, las abarrotadas zonas de formación de estrellas como RCW 38 también someten a su prole a frecuentes supernovas, a medida que las estrellas gigantes explotan en el final de sus vidas. Estas explosiones dispersan material a través del espacio cercano, incluyendo raros isótopos o formas exóticas de elementos químicos que se crean en estas estrellas agonizantes. Este material expulsado termina en la siguiente generación de estrellas, que se forma cerca. Ya que estos isótopos han sido detectados en nuestro Sol, los científicos han concluido que el Sol se formó en un cúmulo como RCW 38, y no en una parte más rural de la Vía Láctea. “En general, los detalles de los objetos astronómicos que revela la óptica adaptativa son cruciales para la comprensión de cómo se forman nuevas estrellas y planetas en zonas complejas y caóticas como RCW 38”, dice el coautor Dieter Nürnberger.
Fotografía OriginalCrédito: ESO