INFLUENCIAS
Iluso todo aquél que piensa que, con un puñadito de letras juntas, puede cambiar el mundo, ¿o no? Porque todo lo que somos no lo hemos hecho nosotros, siempre, en algún momento de nuestras vidas, ha habido alguien que nos ha influenciado y nos ha hecho cambiar el rumbo. Creo que, llegados a este punto en el que estoy convencido de que nadie se libra, es el momento de decir: Sí, se puede lograr.
No tenemos porqué dejarnos influenciar, es más, yo soy una persona que, cuando pretende emprender algo, intenta “contaminarse” lo menos posible con esas pautas preestablecidas que nos ofrece nuestro sistema. Y no, no me refiero al sistema político, sino al sistema de vida que nos hemos modelado, ese mismo que nos limita más de una vez y que nos convierte en formas de vida con olor a mierda que se autoabastecen el ego en base de compras abusivas, o buscando el halago esperado del vecino por haber dejado la escalera de puta madre. Ese es el tipo de persona al que yo defino como un autómata. Esa persona que no piensa si lo que hace es lo correcto, simplemente lo hace porque nuestra sociedad lo dicta. Ese es el tipo de persona que busca el consejo ajeno y desoye el que le ofrecen en casa. La que no escucha más de lo necesario y que solo lo hace porque las normas dicen que hay que hacerlo porque es el momento de hacerlo, pero no se paran a pensar cuándo es necesario realmente.
En otros artículos que hay por aquí he dejado clara mi postura ante la vida, pero creo que nunca me había metido con esta conducta que nos hace tan “humanos”. Tanto, que olvidamos nuestros propios deseos y anhelos en pos de las normas. Nos olvidamos de que no es oro todo lo que reluce hasta que lo dice el de al lado. Nos olvidamos de que hay querer para ser querido, que querer no es una norma, aunque pensemos lo contrario. Nos olvidamos del respeto hasta que lo pedimos para nosotros. Y solo peleamos por lo que queremos cuando alguien nos dice que eso es bueno. Y nos olvidamos de que somos la peor influencia para nuestros pequeños, pues los estamos convirtiendo en minisyo inculcándoles, entre otras cosas positivas, una forma de vida que, ni nos pertenece, ni les pertenece.
¿Tan ciegos estamos que sólo seguimos la corriente?
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