La tarde del 5 de septiembre de 1906, Ludwig Boltzmann encontró una pequeña cuerda y ató un cabo alrededor del travesaño de una ventana de madera. Mientras su mujer y su hija remaban felices en la bahía de la turística ciudad de Duino, que antaño perteneciera al imperio austrohúngaro, Boltzmann hizo un nudo en el otro extremo de la cuerda y se ahorcó. Su hija encontró el cadáver.
Boltzman fue un ser muy irritable y antisocial y sus originales ideas le proporcionaron enemigos muy poderosos. Para colmo de males, fue una persona propensa a sufrir ataques de depresión y estrés. En la tumba de Boltzmann hay inscrita una ecuación simple: S = k log W . Esta expresión matemática revolucionaría dos campos de la física aparentemente distantes. El primero es la termodinámica, que trata de las leyes que rigen el calor, la energía y el trabajo y es el origen de la ley más poderosa de la física. Boltzmann no viviría lo suficiente para ver el nacimiento del segundo, la teoría de la información.
A primera vista, la termodinámica y la teoría de la información puede parecer que no tienen nada en común. Una está relacionada con los conceptos absolutamente concretos que cualquier ingeniero del siglo XIX podía conocer : el calor, la energía y el trabajo. Estas eran las causas de que las fábricas funcionaran, las máquinas de vapor resoplaran y las fundiciones ardieran. La información, por su parte, resulta evanescente y abstracta ; no podemos introducir información en una cuba y obtener hierro fundido, o meterla en una fábrica de tejidos y sacar lana para tejer. Sin embargo, las raíces de la teoría de la información descansan en la termodinámica. Y ambas disciplinas tienen mucho que ver con los demonios.
En sí mismo, el concepto de información no es nuevo. Sin embargo, en 1948, cuando un ingeniero matemático se dio cuenta de que la información podía medirse y cuantificarse - y que estaba íntimamente relacionada con la termodinámica -, se encendió la chispa de la revolución y mató al demonio.
La teoría de la información no pareció algo de gran importancia en sus inicios. Es cierto que cambió la forma en que los criptógrafos e ingenieros pensaban acerca de su trabajo; también es cierto que sentó las bases para construir ordenadores que pronto formarían parte de nuestra vida cotidiana. Pero incluso el mismo fundador de la teoría de la información, Claude Shannon, no imaginó nunca el alcance que su idea llegaría a tener.
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