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Inglis pitinglis

Publicado el 11 julio 2012 por Angeles
(Segunda parte)
Decíamos en la entrada anterior que, según mi experiencia, hay varios factores que afectan negativamente a la predisposición o actitud de muchas personas para aprender un idioma extranjero.
Uno de ellos es esa idea infundada de que una lengua se puede aprender en poco tiempo y casi sin darnos cuenta. Bueno, algo sí se puede aprender: palabras, incluso muchas palabras, expresiones, fórmulas para saludar, presentarse, etc. Pero mantener una conversación, expresar opiniones, dar argumentos… es decir, hablar de verdad, es algo que requiere tiempo, dedicación e interés.
Pero sí, muchas personas creen realmente que se puede aprender un idioma en un par  de meses de clase, y se apuntan a los cursos con ilusión y entusiasmo.
Al poco tiempo, claro, ven que no es tan fácil como creían. Algunos abandonan, pero lo cierto -siempre según mi experiencia, insisto- es que la mayoría sigue adelante, animados por los logros que van consiguiendo. Y eso es estupendo, pero entonces viene lo verdaderamente difícil: encontrar el modo de seguir avanzando en el aprendizaje.Porque, me parece a mí, aquí disponemos de pocos recursos para que una persona pueda aprender inglés en condiciones.
La enseñanza reglada, ya lo dijimos, no es suficiente en absoluto; los cursos subvencionados por entidades diversas son escasos, demasiado breves y raramente superan el nivel elemental; en las escuelas oficiales de idiomas es difícil conseguir una plaza; los cursos privados no cualquiera se los puede permitir; y las alternativas, como estudiar por cuenta propia, con cursos online o a distancia, requieren una dosis de disciplina no siempre fácil de alcanzar.
Otro factor es la “timidez lingüística”: a muchas personas les da un “corte” tremendo hablar en inglés, aunque sepan perfectamente lo que tienen que decir, y aunque no sean particularmente tímidas en términos generales.He tenido alumnos que me han dicho abiertamente que “escribir y escuchar, lo que sea, pero no me pidas que hable en inglés.” Yo creo que este corte, esta tremenda timidez para pronunciar sonidos de otra lengua se debe precisamente a lo referido en la entrada anterior: la falta de costumbre, de contacto con el idioma, hace que emitir esos sonidos les resulte tan poco natural que se sienten ridículos. Injustificadamente, desde luego.
También se da en muchos casos la convicción errónea de que para comunicarse de manera efectiva en un idioma extranjero hay que hablar ese idioma prácticamente como un nativo. Y ante la evidencia de que alcanzar ese nivel es imposible, muchas personas abandonan el intento o ni siquiera llegan al intento.
Finalmente, también he observado que muchas personas sienten pura antipatía hacia la lengua anglosajona.
Esta antipatía se puede deber en parte a algo también referido anteriormente: los métodos de enseñanza empleados en las escuelas han hecho que muchas personas asocien el inglés con el aburrimiento y el rechazo.
Pero otros le tienen antipatía al inglés por otro motivo muy distinto, y así llegamos a esa interesantísima teoría que he desarrollado yo misma a lo largo de mi experiencia exitosa trayectoria como profe de inglés.
La denomino teoría del patriota lingüístico, y se  resume en que hay personas que no pueden aprender inglés porque valoran mucho nuestra lengua –lo cual está fenomenal- y desprecian mucho la inglesa.
Las personas que practican el patriotismo lingüístico se dividen en dos categorías: 
a) los que sienten antipatía por el idioma inglés porque lo consideran una imposición imperialista y no están dispuestos a “ceder”.“¿Y por qué tenemos que aprender inglés nosotros?”, suelen decir. “Que aprendan ellos español”;
b) los que menosprecian el inglés por la sencilla y contundente razón de que “como el español no hay na.”Para ellos el inglés es un idioma absurdo, feo y pobre, lo desprecian y por lo tanto no le encuentran sentido alguno a aprenderlo.
Es curioso: estas personas se apuntan a los cursos por alguna razón, pero en el fondo no quieren aprender.Y ante tal actitud poco se puede hacer, salvo repetir algo ya sabido: que siempre ha habido una lengua franca en el mundo, que adquiere ese estatus de manera natural por diversas razones, y que ahora esa lengua franca es el inglés, como antes lo fue el francés y antes el latín. Y que conocer esa lengua internacional, ese “esperanto natural”, no tiene más que ventajas para todos.
Pero se pasan el tiempo diciendo que el español es mucho más “bonito” y sobre todo mucho más “rico” que el inglés. Y tienen además una curiosa forma de valorar una y otra lengua: cuando en español hay, por ejemplo, varias palabras para referirse a un mismo concepto o varias formas de expresar una misma idea, dicen: “Es que el español es un idioma muy rico.”Pero cuando esto mismo ocurre en inglés, dicen con desdén: “Pff, mira que son complicados.”
Y si se explica que en inglés no existe algo que sí existe en español (por ejemplo el modo subjuntivo como forma verbal propia), dicen: “Es que el inglés es un idioma muy pobre, muy limitado”. Pero si se  explica que en español no existe algo que sí existe en inglés (por ejemplo los “verbos frasales”), dicen “Es que el español es un idioma muy práctico”.
O sea, cuando una circunstancia gramatical determinada se da en la lengua española, la consideran un signo de la riqueza de nuestro idioma. Y cuando esa misma circunstancia gramatical se da en la lengua inglesa, la ven como una muestra de lo mal pensado que está el inglés.
Por todo lo visto cabe pensar que sí, que tenemos difícil lo de aprender inglés. Pero no porque nos falle ningún resorte, sino porque las lenguas extranjeras no forman parte de nuestra tradición cultural y académica, no son parte de nuestro bagaje intelectual y cognitivo, y por eso nunca han recibido la atención adecuada ni se les ha dado la importancia que tienen en la formación integral de las personas.
Pero nunca es tarde para empezar a recuperar el tiempo perdido y todos los escollos de los que hemos hablado son superables. Todos, salvo, quizás, el patriotismo lingüístico.

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