La compasión se puede definir como la capacidad para reconocer nuestro propio sufrimiento y el de los demás, y hacer lo posible por prevenirlo o aliviarlo de la mejor manera (Gilbert, 2005). La anterior definición suena muy bien, pero intentar aplicarla es una de las cosas más difíciles, especialmente porque vivimos en un mundo donde las autocríticas predominan.
Sin embargo, es importante tener presente que la compasión es una de las herramientas más poderosas para cultivar la amabilidad y el bienestar psicológico. Varios estudios sustentan la idea de que la compasión se relaciona directamente con el bienestar, puesto que ayuda a (Bluth y Neff, 2018; Rockliff et al., 2008; Vettese et al., 2011; Costa y Pinto- Gouveia, 2011):
- Reducir los pensamientos autocríticos.
- Mejorar el sistema inmunológico.
- Reducir el estrés.
- Tener mayores niveles de creatividad.
- Adaptarse más fácilmente a los cambios.
- Mantener una adecuada inteligencia emocional.
- Disminuir el impacto de la ansiedad y la depresión.
- Ser más empáticos con nosotros mismos y con los demás.
- Tener un mayor autocuidado.
- Reconocernos y validarnos en un mundo que promueve la invalidación constante.
- Identificar que, aunque las cosas estén mal hoy, no quiere decir que no se pueda tomar agencia para mejorarlas.
A pesar de que la compasión tiene tantos beneficios, la realidad es que muchas personas no la utilizan en su día a día incluso teniendo esta información. Pero ¿cuál es la razón de esto? Una de las principales, de acuerdo a las últimas investigaciones sobre el tema, tiene que ver con los llamados inhibidores a la compasión.
¿Qué son los inhibidores a la compasión?
En términos generales, los inhibidores a la compasión son creencias o pensamientos establecidos que obstaculizan los sentimientos amables y compasivos hacia uno mismo o hacia los demás (Gilbert y Mascaro, 2017).
Estos se generan por diferentes motivos, de acuerdo con la historia de vida y aprendizaje de la persona, pero el principal es que todos se presentan por concepciones erróneas sobre la compasión, tanto en su definición como en la práctica de la misma. Dado que pueden existir bastantes inhibidores, a continuación, se presentarán los más comunes y algunos cuestionamientos para contrarrestarlos.
Inhibidor 1: “No sé cómo ser compasivo”
Probablemente el inhibidor más común de todos es este, puesto que la compasión es un tema relativamente nuevo para muchas personas. En ocasiones cuando se brinda la definición de compasión es común escuchar frases como “suena bonito, pero ¿cómo se hace?”, “¿cómo se aplica en la vida diaria?”, “¿qué necesito para utilizar bien la compasión?”
Al igual que cualquier habilidad en la vida, se requiere de una práctica constante para poder ser personas compasivas.
Ahora bien, la mejor forma de practicar la compasión es informándose más sobre ella, al igual que utilizar estrategias como mindfulness, dado que se han encontrado varias relaciones entre esta técnica y la compasión (Sedighimornani, Rimes y Verplanken, 2019).
Finalmente, otra forma de ser compasivo es ir directamente a terapia con un profesional especializado o que trabaje con estrategias compasivas. Una de ellas es la terapia centrada en compasión (Gilbert, 2009).
Inhibidor 2: “La compasión es igual a la lastima”
Una concepción errónea bastante generalizada sobre la compasión es que es igual a la lástima. Por ello, se puede escuchar a personas decir “la compasión es igual a darme palmaditas en la espalda y ya”, “no quiero sentir pesar de mí” o “no quiero ahogarme en un vaso de agua”.
Es importante recordar que la compasión tiene dos elementos: reconocer el sufrimiento y hacer algo al respecto. Este último punto es el que marca la diferencia entre la compasión y la lástima (que solo implica reconocer el sufrimiento).
En otras palabras, la lástima es una actitud pasiva con el sufrimiento, mientras que la compasión tiene un componente más activo. Implica hacer lo posible para mejorar ese sufrimiento, involucrándose en acciones que generen bienestar, calma, amabilidad y amor hacia sí mismo.
Inhibidor 3: “Tratarme mal me sirve para alcanzar mis metas”
En las sociedades actuales la autocrítica se ha convertido por excelencia en un elemento asociado a la productividad, por lo que en el diario vivir se pueden escuchar frases como “yo me trato mal para poder hacer bien mis actividades”, “si me trato bien no llegaré a ningún lado, debo criticar mi trabajo siempre”, “tratarme mal me sirve para reconocer mis errores y cambiarlos”.
Aunque para muchas personas no sea visto de la misma manera, la mejor forma para alcanzar las metas es por medio de la compasión. El culparse constantemente y centrarse en el error solo que genera sensaciones constantes de agotamiento y frustración.
Es mejor centrarse, desde una mirada compasiva, en nuestras propias habilidades. En aquellas que ayudan a seguir adelante y permiten alcanzar el éxito. Sin embargo, esto no significa que no debamos ver los errores o las cosas a mejorar. Pero es diferente tener una posición de ver el error todo el tiempo, a reconocerlos, mirar cómo se pueden mejorar y centrarse en las habilidades que se tienen para alcanzar las metas.
Inhibidor 4: “La compasión me hará egoísta”
Cuando se comienza a practicar la compasión puede que lleguen pensamientos como: “ser compasivo hará que solo me concentre en mí y en nadie más” o “el pensar tanto en mí me volverá egoísta”.
Es curioso que se relacione la compasión al egoísmo, pues son muy diferentes. En la medida en que uno sea una persona compasiva será más sencillo brindar un apoyo a los demás. La compasión permite brindarnos un apoyo a nosotros mismos cuando estamos sufriendo, de tal forma que podremos ayudar de la mejor manera posible cuando alguien nos necesite. Por ende, ser compasivo nunca será egoísta, en la medida en que también se piensa en uno mismo primero para poder ayudar a otros.
Para concluir, entre más se reconozcan y entiendan estos inhibidores se podrán tomar mayores acciones para desarrollar una vida compasiva. No es fácil empezar y mantenerse en el camino de la compasión, para algunas personas será más fácil que otras. Lo importante es permitirse notar lo diferente que puede llegar a ser una vida compasiva, en comparación con una vida centrada en la autocrítica.
Referencias:
- Bluth, K., & Neff, K. (2018) New frontiers in understanding the benefits of self-compassion, Self and Identity, 17:6, 605-608, doi: 10.1080/15298868.2018.1508494
- Costa, J., & Pinto‐Gouveia, J. (2011). Acceptance of pain, self‐compassion and psychopathology: Using the Chronic Pain Acceptance Questionnaire to identify patients’ subgroups. Clinical Psychology and Psychotherapy, 18(4), 292-302. doi: 10.1002/cpp.718
- Gilbert, P. (2005). Compassion: conceptualizations, research and use in psychotherapy. London; New York: Routledge
- Gilbert, P. (2009). Introducing compassion-focused therapy. Advances in Psychiatric Treatment, 15(3), 199-208. doi: 10.1192/apt.bp.107.005264.
- Gilbert, P., & Mascaro, J. S. (2017). Compassion Fears, Blocks and Resistances. Oxford Handbooks Online. doi:10.1093/oxfordhb/9780190464684.013.29
- Rockliff, H., Gilbert, P., McEwan, K., Lightman, S., & Glover, D. (2008). A pilot exploration of heart rate variability and salivary cortisol responses to compassion-focused imagery. Journal of Clinical Neuropsychiatry, 5, 132-139
- Sedighimornani, N., Rimes, K. A., & Verplanken, B. (2019). Exploring the Relationships Between Mindfulness, Self-Compassion, and Shame. SAGE Open, 9(3), doi:10.1177/2158244019866294
- Vettese, L. C., Dyer, C. E., Li, W. L., & Wekerle, C. (2011). Does self-compassion mitigate the association between childhood maltreatment and later emotion regulation difficulties? A preliminary investigation. International Journal of Mental Health and Addiction, 9(5), 480-491. doi:10.1007/s11469-011-9340-7