Revista Opinión
En la comunidad de vecinos donde vivo hay un tipo extremadamente agresivo, un energúmeno que al parecer padece un desequilibrio mental de rasgos psicopáticos, fruto seguramente de un pasado como toxicómano ahora supuestamente rehabilitado. El tipo se comporta como un verdadero matón de barrio, lo que no deja de tener un lado sarcástico pues el físico no le acompaña precisamente en sus pretensiones. De hecho, el pájaro en cuestión recibió hace unos años una monumental paliza a manos de un vecino de la misma escalera, un hombre cuarenta años mayor que él.
De un tiempo a este parte el individuo en cuestión la ha tomado conmigo, y eso que hasta el martes pasado yo no sabía ni como se llama ni la planta del edificio en en la que vive. Últimamente me había dado cuenta de que en las escasas ocasiones en que nos cruzábamos en el vestíbulo del edificio el tipo pasaba a mi lado rezongando y mascullando, y que sus gruñidos iban en aumento a medida que se alejaba de mí. Ni idea del motivo de este comportamiento, como digo.
El caso es que el martes pasado me insultó e injurió gravemente de manera tan idiota como gratuita, en presencia de sus dos hijos de corta edad, que asistieron inmutables a la escena, quizá porque ya están acostumbrados a esa clase de situaciones. Actuando así el pobre diablo debe intentar reforzar su autoestima de machito treintañero frustrado y fracasado, o tal vez simplemente su naturaleza es así y viene de fábrica con esa tara incorporada; no lo sé, ni la verdad, me importa un comino. El caso es que sus agresiones verbales a grito pelado las han sufrido varios vecinos de la comunidad, y ya le valieron en una ocasión verse incurso en un procedimiento judicial por agresión física a un vecino además de llevarse en esa ocasión la paliza que mencioné antes.
Bien, pues vistos los antecedentes y como que en los términos en que se plantea la cuestión la cosa al parecer solo puede ir a mayores, esta mañana me personé en una comisaría de Mossos d'Esquadra para poner una denuncia por injurias contra el energúmeno de marras. Lo hice porque estoy convencido de que esto no va a acabar aquí a menos que se le paren los pies a este loco, y porque además quería que en todo caso, aunque ahora no hubiera intervención directa alguna, al menos quedara constancia de lo sucedido para que haya precedente escrito por si llegara el caso de producirse una agresión física a mi persona o a mi familia.
Tiempo perdido, que por suerte no fue mucho. De entrada, en el mostrador de información de la comisaría me atendió una señorita policía que probablemente en su vida anterior fue cabo de la Legión; estoy convencido de que esta chica no duraría ni una semana en una Oficina de Atención al Ciudadano del Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo. Hacía tiempo que no veía un funcionario tan desabrido y falto d einterés.
Por suerte otro policía se acercó y tuvo la amabilidad de informarme. Resulta que Mossos d'Esquadra no acepta denuncias por injurias, y que estas deben tramitarse directamente en un juzgado. Para presentarla allí hay que personarse acompañado de un procurador y un abogado. Con suerte y si hay sentencia condenatoria, cosa al parecer bien rara en este tipo de casos según tengo entendido, las costas del juicio recaen sobre el denunciado.
Es evidente que el sistema está organizado para que el aspirante a denunciante renuncie de inmediato a su intención. Quién se va a meter en procesos judiciales para perder tiempo y dinero, y al final no lograr ninguna satisfacción; ya saben la maldición irónica del viejo gitano: "tengas pleitos, y los ganes". De paso, nuestra policía autonómica se libra de ese penoso trabajo que es tomar declaración, transcribirla, tramitarla, investigar qué hay de cierto en la denuncia, buscar antecedentes, etc. Una pesadez, y más en verano.
En resumidas cuentas, al parecer en Catalunya las injurias salen gratis. Lo malo es cuando esas injurias, precisamente en razón de su impunidad, se convierten en la antesala de las agresiones físicas. No siempre es así, claro, pero en el caso que me ocupa hay serios precedentes que apuntan a eso. Bueno, pues nuestra eficiente policía catalana ni siquiera me ha dado opción a explicarme y explicitar esa posibilidad. En realidad, ni siquiera me han preguntado mi nombre ni me han pedido el DNI. La única pregunta que me ha hecho la escasamente solícita informadora era si yo conocía a "esa persona" a la que quería denunciar por injurias; naturalmente, le he contestado, por eso vengo a denunciarle. Un lince la chica, ya ven.