Desde que salió tenía ganas de hincarle el diente al libro de Elsa Punset. Había leído algunas cosas en su web, y alguna entrevista promocional, y me había engolosinado.
Debo decir que, lejos de decepcionarme, me tiene atrapada y bien seducida. Es un libro maravillosamente bien escrito (bastante mejor que los de su sabio padre ;-), inserta las referencias bibliográficas y científicas de un modo magistral, y usa un lenguaje accesible, tierno y a veces poético que hace de su lectura un gran placer.
Para las madres y padres interesados en dañar lo menos posible el alma de nuestros hijos, es lectura imprescindible. Así comienza:
"Nacemos inocentes. Sin emociones mezcladas, sin dudas, sin miedos, sin mentiras. Llegamos para descubrir, para compartir, lisos, luminosos y coherentes. Vulnerables pero todavía abiertos al mundo, animados por una curiosidad rotunda y radical, dotados de la pasión por vivir y de un abanico de emociones básicas que ocmpartimos, en mayor o menor medida, con otros seres vivos, von otras especies. Son los dones del amanecer de cada vida, una vida que llega con la mirada llena de curiosidad y de confianza.
A lo largo de estas páginas veremos por qué perdemos, poco a poco, esta inocencia apasionada y radical, por qué migramos hacia la concesión y la tristeza."
Marco varias frases en cada página, pero si he de decantarme por reproducir un fragmento en este blog, voy a hacerlo por uno, no de los más hermosos, pero sí de los más técnicos y útiles, y en relación con la infancia de nuestros hijos (y la nuestra propia).
Se trata de un resumen que hace Elsa sobre la Terapia de los Esquemas, ideada por el psicólogo Jeffrey Young, director del Centro de Terapias Cognitivas de Nueva York, "que propone un sistema sencillo, centrado en los comportamientos del día a día, pero que no renuncia a detectar sus causas profundas". (Sería una terapia integradora que combina elementos cognitivo-conductuales con teoría del apego, gestalt, constructivistas y elementos dinámicos).
"Un esquema es un mecanismo emocional tozudo que aprendimos en la infancia para defendernos de algo que era peligroso o hiriente, y que perpetuamos en la edad adulta, aunque ahora ya no nos haga falta".Elsa hace una selección de diez esquemas básicos, con sus estrategias defensivas y algunos antídotos que ayudan a romper el círculo vicioso. Se trata de un "mapa del miedo emocional" en el que todos podemos reconocernos.
Reproduzco sólo el primer párrafo de cada esquema, donde ella da la definición. Para saber más, comprar urgentemente el libro o sacarlo en la biblioteca ;-)
Cinco esquemas personales:
1.- El Esquema del Abandono: "Siempre me abandonan"
Este esquema surge a raíz de nuestras reacciones ante las pérdidas: tememos que las personas que nos rodean nos abandonen. El abandono original pudo ser simbólico o real, debido a padres emocionalmente fríos o distantes, a mudanzas incesantes, a muertes, divorcios... Produce una tristeza profunda y la sensación de estar aislado.
2.- El Esquema de la privación o carencia: "A nadie le importan mis necesidades"
En la infancia de las personas que tienen este tipo de esquemas, los padres probablemente no tuvieron tiempo, o interés, en escuchar al niño. Él tuvo la sensación de que nadie quería estar a su lado, o de que sus necesidades emocionales no importaban. Ahora es un adulto hipersensible al hecho, real o imaginado, de que las personas no se fijan en sus necesidades profundas: siente hambre de mimos, de calidez o de afecto. En algunos adultos, este esquema despierta la ira, porque los demás parecen ignorarnos. A veces a estas personas les cuesta mucho expresar sus necesidades, y por ello los demás, simplemente no las captan.
3.- El esquema del dominado: "Nunca me salgo con la mía"
Esta persona tal vez tuvo padres dominantes y controladores que no dejaron al niño ser autónomo. El autoritarismo de los padres pudo expresarse desde la violencia abierta hasta la manipulación encubierta de la voluntad y la vida del niño. Emergerán adultos sin sentido de control sobre sus vidas, que no defienden ni apenas conocen sus propias preferencias. Generalmente, sus parejas también les dictarán lo que deben hacer. En la infancia, este esquema pudo producir una estrategia de pasividad, para evitar el enfrentamiento, o al revés, una rebeldía que más adelante se convertirá en exagerada susceptibilidad ante cualquier posible señal de manipulación por parte del otro. Así, algunos adultos aquejados de este esquema evitan comprometerse para evitar acuerdos que puedan restarles libertad.
4. El esquema del desconfiado: "No puedo fiarme de la gente"
Estas personas han sido víctimas de abusos físicos, emocionales o sexuales y han perdido la confianza en los demás. A veces, eligen relaciones donde sus peores sospechas se confirman, sólo porque les resultan familiares. Este esquema se diferencia de los demás esquemas porque las personas han sido heridas por otros de forma intencionada. La respuesta ha sido necesaria para sobrevivir, aunque ahora se aplique de forma compulsiva e inapropiada.
5. El esquema del imperfecto: "No merezco amor"
La persona con este esquema tiene la sensación de que no merece amor, de es que de alguna forma defectuoso. Es un esquema que suscita por tanto vergüenza y humillación. La persona aquejada tal vez tuvo padres hipercríticos, que la insultaban o desaprobaban con frases "no eres lo suficientemente bueno" o "me avergüenzo de tener un hijo como tú". Pudo recibir un mensaje no verbal muy negativo que el niño interiorizó: ahora el adulto se mira con desprecio. Las estrategias típicas de este esquema consisten en aceptar el veredicto, capitular y esconderse; o al contrario, en mostrar arrogancia y buscar la adulación de los demás.
Cinco esquemas sociales:
1.- El esquema del excluido: "No pertenezco, no encuentro mi lugar, nadie me da cobijo"
Este esquema afecta a cómo nos sentimos en los grupos, bien sea en el entorno laboral, familiar o social. Se fija cuando la mirada de nuestra familia ya no es suficiente y buscamos la aprobación de los demás. Aparece aquí el niño con el que nadie quiso jugar, el que tuvo una familia diferente, o el que no encajó tras un divorcio en las nuevas familias de sus padres. Las personas aquejadas de este esquema suelen quedarse en las afueras de la vida social porque temen el rechazo de los demás.
2.- El esquema del miedoso: "Cuidado, el mundo es muy peligroso"
Este esquema se centra en la vulnerabilidad y en la pérdida de control. Tal vez uno de los padres tuvo tendencia a ser catastrofista, a un miedo real o imaginado, como una enfermedad, lastró la vida del niño durante un tiempo. La estrategia más típica ante este esquema se manifiesta a través de una prudencia exagerada, de un miedo al riesgo muy marcado.
3.- El esquema del fracasado: "Todo me sale mal"
La sensación típica de este esquema es que uno es un fracasado a pesar de cualquier indicio de éxito. A veces se debe a unos padres exageradamente exigentes, que hicieron sentirse inepto al niño o que hacían comparaciones odiosas con hermanos o con personas o niños muy exitosos. Ahora este adulto ni siquiera cree que merezca que las cosas le salgan bien. Así que surgen el fenómeno del impostor: estas personas que creen que no merecen triunfar y que si lo hacen, alguien las desenmascarará.
4.- El esquema del perfeccionista: "Tengo que ser perfecto"
El adulto que tiene este esquema pudo tener padres que nunca dieron su beneplácito pleno al niño. Por tanto, este se sintió inadecuado, y ahora cree que vale por lo que consigue, no por lo que es. Como ocurre con el esquema del fracaso, el esquema del perfeccionista tiene que ver con la capacidad para lograr las metas. En el esquema del fracaso esperamos demsiado poco de nosotros mismos; en el del perfeccionista, demasiado.
5.- El esquema del ser especial: "Yo no tengo por qué seguir reglas"
Lo que define este esquema es la necesidad de retar los límites de la vida: conducir a velocidades no razonables, servirse mucha comida cuando apenas hay para los demás, aparcar en una plaza para discapacitados, exigir a la pareja todo a cambio de casi nada... Estas personas se sienten especiales y carecen de la empatía necesaria para preocuparse del abuso que eso pueda suponer para los demás. Los niños que desarrollan este esquema tal vez hayan sido muy mimados, o han crecido en un entorno adinerado, o carente de límites, con padres permisivos o excesivamente serviciales. De adultos, pueden convertirse en personas impulsivas, infantiles y egoístas. Algunas veces, el esquema afecta a hijos de padres muy exigentes, que exageraban sus logros para sentirse especiales. También puede darse en adultos que han carecido de afecto o que han sufrido necesidades materiales: están resentidos y piensan que se les debe compensar con ello.
Punset, Elsa: Inocencia Radical. La vida en busca de pasión y de sentido. Aguilar, 2009.
Puede comprarse también el ebook.