En 1955 el realismo social se impone en la poesía española. Yo los llamo los «santos inocentes». Por suerte este movimiento pasó, ya que dio poesía bienintencionada y mediocre. Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra y Gabriel Celaya con Cantos iberos, fueron los grandes exponentes. La posterior evolución de Gabriel Celaya sí es muy interesante. Ellos decían cosas como “un poeta es, por de pronto, un hombre”, o “Escribo como escupo” lanzó al aire Blas de Otero. Creían, los pobres, que podrían cambiar la condición humana lanzando ráfagas de versos, versos coloquiales. Gabriel Celaya sostuvo que “la poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”. ¡Ah!, y aquel verso tan afortunado como inocente: «la poesía es un arma cargada de futuro». Que majos fueron.